Más de mil cámaras de seguridad públicas hay en la ciudad de La Plata, y por cada una de ellas se estima que otras otras 10 ó 12 particulares, de acuerdo a voceros municipales. En ellas quedan registrados a diario los delincuentes en cada punto de la región, ya sea en comercios, en casas particulares o en la mismísima vía pública.
Son cada vez más recurrentes los ilícitos que quedan filmados y no por obra propia del ladrón, quien puede llegar a descuidarse, sino por la instalación de dichos aparatos tecnológicos, que todo lo graban. Dependiendo de la calidad y nitidez de la imagen, la Justicia puede usar luego el material como evidencia en un hipotético juicio aunque, a decir verdad, pese a las cámaras continúa siendo difícil dar con los implicados.
Un vocero policial le contó a 90líneas.com que “las cámaras deberían ser un aporte clave en materia judicial porque gracias a ellas se pueden identificar, no en todos los casos pero sí en muchos, las caras de los malhechores durante un asalto. Y no sólo las caras, sino también los movimientos, vestimenta y vehículo utilizado, que a la hora de ser incautado puede ser comparado. Claro que eso forma parte de la teoría, porque, a decir verdad, no siempre ocurre que sirvan para algo ya que numerosas veces los asaltantes logran salirse con la suya y, pese a quedar grabados, nunca se da con ellos. Que haya una cámara, y que la misma registre un suceso delictivo, no significa que su autor termine tras las rejas”.
En vivo y en directo
Abundan hoy en día los noticieros y páginas web en donde se muestran los robos -y también accidentes de tránsito con víctimas fatales- prácticamente en vivo y en directo, algunos con una nitidez asombrosa. Sin ir más lejos, en nuestra ciudad proliferan los incidentes que quedan grabados, como el ataque que sufrió el 4 de noviembre el repartidor Carlos Allende (45), en una estación de servicio de 7 y 99. Uno de los dos motochorros que venían persiguiéndolo le descerrajó dos tiros, en la pierna y el abdomen, en el marco de un robo. El hombre murió semanas después y uno de los involucrados fue capturado, tratándose de un menor de 15 años apodado “El Cono” que ya contaba con otro homicidio en su haber.
Otro crimen, más acá en el tiempo y que fue registrado en su totalidad, tuvo lugar el 15 de diciembre en 47 entre 20 y 21 del barrio de La Loma. En el video se ve cómo dos delincuentes a bordo de una moto se ponen a la par de Santiago Stirz (34), forcejean y le disparan en la cabeza. También en este caso hay un sospechoso detenido, y buscan dar con el otro imputado.
De acuerdo a las fuentes consultadas, a efectos judiciales estas grabaciones -tanto de cámaras de seguridad particulares como municipales- “son pruebas muy importantes para una investigación y de valor probatorio en un juicio, aunque depende de la nitidez que aporte la imagen y de que logre captar el episodio en sí”.
No está de más aclarar que también sirven los aportes que puedan hacerse desde un teléfono celular, aunque bajo los mismos requisitos: “siempre que tengan una calidad de imagen adecuada”.
Claro que, por lo general, los que refutan este tipo de evidencias son los abogados de los sospechosos: “los defensores están en su derecho de cuestionar la utilidad de la grabación como la acreditación, o sea, la credibilidad de la misma”. Todas estas artimañas legales, sin embargo, terminan cuando se perita la prueba, en este caso, el video, donde se comprueba la veracidad del mismo.
Trabajos de campo
En diálogo exclusivo con este medio, el prestigioso licenciado en criminalística Luis Olavarría dio su punto de vista en cuanto a la implementación del material fílmico para resolver cualquier tipo de delito.
“Hay cosas que ocurren antes de empezar a trabajar de manera científica en el lugar del hecho y que son muy interesantes, como las cámaras de seguridad. Yo lo considero el predelito: ver lo que el delincuente va generando. Gracias a ellas, uno puede seguir el derrotero del ladrón. Por ejemplo, si en una grabación veo que para un auto, del mismo salen corriendo tres hombres, uno se agarra, por decir, del caño del toldo de un negocio y luego se va, a mí observar todo eso me sirve para ir con los peritos y tomar huellas dactilares de ese caño y, a partir de ellas, buscar al implicado” en programas informáticos, como el AFIS (siglas en inglés de Sistema Automático de Identificación Dactilar).
En ese sentido, el profesional que entre otras renombradas causas trabajó en la de Alberto Nisman, contó una experiencia personal que sirvió para resolver un asesinato: “participé de un homicidio en el que delincuentes ingresaron a un supermercado de origen chino, y uno de ellos que estaba en la línea de cajas mientras sus cómplices robaban terminó pegándole un tiro a una de las víctimas con una escopeta recortada. Al parecer, se le escapó el disparo. La cuestión es que huyó a las corridas pero en la entrada había un caño donde se engancha la cortina y se lo llevó por delante, agarrándose de ahí. Vimos eso en las imágenes de las cámaras y entonces trabajamos sobre ese caño. Tomamos muestras y pudimos identificarlo, y luego detenerlo, por las huellas digitales”.
Relató que “a nivel judicial tienen validez, y por eso el fiscal las manda a pedir, o las propias víctimas las entregan”.
Aseguró que “desde lo indiciario y lo fáctico son muy interesantes las cámaras. Si ves que el asaltante tocó en cierto lugar, vas a tirar el polvo (el material químico que utilizan los peritos para levantar huellas de las escenas) en esos sitios. No vas a espolvorear por todos lados. Es otro recurso, más allá de la biometría por reconocimiento facial”.
Para finalizar, profundizó sobre ese último punto. Remarcó la importancia de adosar algunos programas de identificación por rostro, aunque admitió que esa tecnología “no la podés tener en una casa particular”, por lo sofisticado del sistema. “En Capital Federal hay, puestos por el Gobierno, sensores biométricos a través de la cara. Así, detectaron a muchos individuos con pedidos de captura, a través del rostro y las cámaras”.
Lo cierto es que en los últimos años, en La Plata -así como también en las grandes urbes del país- aumentó el caudal de cámaras, todo para estar más a salvo de la inseguridad reinante. “La gente está cada vez más dispuesta a restringir su libertad a cambio de seguridad”, señaló un portavoz que pertenece a la Policía Bonaerense.