La llegada de la pandemia y las consecuencias económicas que produjo en todo el mundo no fueron ajenas al fútbol argentino. Desde mediados de 2020, más de 100 jugadores que vestían la camiseta de clubes locales han emigrado a ligas de países como Letonia, Eslovenia, Chipre o Israel en busca de horizontes económicos más estables.
La alarma volvió a sonar días atrás durante una conferencia de prensa en la que Marcelo Gallardo, tras la derrota de River frente a Argentinos Juniors por la Copa Maradona, se refirió a la inesperada partida de Lucas Pratto al Feyenoord de los Países Bajos aún con el partido de vuelta por semifinales de Copa Libertadores ante el Palmeiras por jugar. “Si te digo que la esperaba, no, no la esperaba”, expresó el DT de River, que también hizo referencia a las posibles incorporaciones de su club: “No podemos incorporar a nadie. Solamente aceptar decisiones de futbolistas que ya no querían ser parte de este recorrido”.
Las palabras de Gallardo hicieron eco de un problema mayor. “Sabía desde hace seis meses que el éxodo de jugadores podía llegar a suceder. Estamos en un país que no seduce desde lo económico y esto que nos sucedió seguirá pasando. Corremos con demasiada desventaja con la moneda de nuestro país”, sentenció.
Si bien la delicada situación económica de los clubes argentinos es conocida -por ejemplo, se supo recientemente que Independiente acumula un saldo pasivo de casi 3 mil millones de pesos-, que equipos como River y otros de los denominados “grandes” admitan dificultades para incorporar jugadores y se hable de “éxodo” es, cuando menos, alarmante. Y es que no es una situación que afecte sólo al club de Núñez, desde las dirigencias de Boca y Racing prevén dificultades para incorporar y la imposibilidad de renovar contratos que vencen a mitad de 2021.
Los números no mienten. De los más de 100 jugadores que emigraron en los últimos meses, casi 50 de ellos eligieron ligas “menores”. Sin ir más lejos, dos ex-Gimnasia decidieron continuar sus carreras en dichas ligas. El colombiano Jonathan Agudelo viajó en agosto pasado hacia Israel para vestir la camiseta del Hapoel Beer Sheva y Claudio Spinelli hizo lo propio en octubre cuando firmó para el FC Koper de la primera división de Eslovenia. El ex-Estudiantes Facundo Sánchez hizo lo propio con el Panathinaikos de Grecia y una de las jóvenes promesas de Vélez, Lucas Robertone, eligió jugar en el Almería de la segunda división de España.
Casos más curiosos aún se dieron con Rubén Botta, quien tuvo paso por San Lorenzo y es bien recordado en Defensa y Justicia, que decidió vestir la camiseta del US Sambenedettese, club de la Serie C de Italia. Lo mismo ocurrió con Juan Cruz Kaprof, surgido en River y con recordado paso por Atlético Tucumán y Arsenal de Sarandí, quien se unió al plantel del Calcio Lecco 1912, también de la tercera división italiana.
Los ejemplos abundan, con ligas de países europeos como Letonia, Grecia, Chipre, Turquía, Rusia y Rumania. Las ligas asiáticas elegidas por algunos son la de los Emiratos Árabes, Arabia Saudita y China. En el continente americano, la MLS de los Estados Unidos fue la liga preferida por los argentinos: seis jugadores decidieron continuar sus carreras allí. Todas ellas muy lejos del “top” pero con una certeza: la tranquilidad económica.
La complicada situación del peso argentino respecto a su rápida devaluación en los últimos años es innegable. En diciembre de 2015, el cambio oficial cotizaba alrededor de 12 pesos por dólar. Los cuatro años siguientes su valor cayó en picada: 16 pesos en 2016; 18,50 pesos en 2017; 37 pesos en 2018; 61 pesos en 2019; y 82 pesos en 2020. Si se tomaran en cuenta los valores no oficiales, las diferencia aumenta entre cinco y diez veces más, dependiendo del momento y el contexto en el que se mire.
No es absurdo pensar que la promesa de cobrar en dólares o en euros -con este último la diferencia con el peso argentino escala de manera estrepitosa- tiente a los futbolistas que, incluso con el conocimiento de que no se produce un salto hacia adelante en su carrera deportiva -en muchos casos, todo lo contrario-, pueda proporcionarles estabilidad económica tanto a ellos como a sus familias. «Decidirán de acuerdo a las ganas que tengan de progresar», fue una de las frases resonantes en la conferencia de Marcelo Gallardo al respecto de esta cuestión.
Un factor a tener en cuenta y que podría agravar la situación actual respecto al movimiento de jugadores a equipos europeos de menor envergadura es la promesa de jugar fútbol internacional. El 8 de julio de este año se inaugurará la Liga Europa Conferencia de la UEFA, una nueva copa que ocupará el tercer escalafón por debajo de la Champions League y la Europa League. Aleksander Čeferin, presidente del organismo, expresó que “habrá más partidos para más clubes, con más asociaciones representadas en las etapas de grupo”.
El torneo promete representación para los 55 países que componen la UEFA -al menos en las fases clasificatorias-, por lo que muchas naciones podrán por primera vez acceder al fútbol internacional a través de sus clubes locales. A la fase final de 32 equipos se le sumarán quienes no hayan podido progresar en las dos copas superiores y el campeón obtendrá pasaje directo a la Europa League del año siguiente.
Se abre un nuevo mercado de pases en Europa y a pesar de que el receso invernal del viejo continente es breve, se espera un nuevo éxodo que quizá no sea tan masivo como el ocurrido entre agosto y octubre de 2020. Lo que preocupa y genera un interrogante es qué ocurrirá en junio, cuando la temporada europea concluya al mismo tiempo que muchos contratos de jugadores que militan en clubes argentinos.