Hoy se cumple el primer aniversario del brutal, cobarde y traicionero crimen del que fue víctima Fernando Báez Sosa, el joven de 18 años a quien atacaron en patota en la puerta de un boliche de Villa Gesell, hasta matarlo literalmente a trompadas y patadas. Mucho se habló desde entonces del caso, convirtiéndose sin dudas en uno de los sucesos más mediáticos de 2020. Toda la Argentina lloró la muerte del hijo único de Graciela Sosa y Silvano Báez y, con el transcurso del tiempo, la causa en sí puede dividirse en tres factores claves: el recuerdo de la víctima y cómo fue en vida, la actualidad de los ocho rugbiers que lo asesinaron por gusto y placer y que aún esperan por el juicio y, por último, el rol de dicho deporte como generador recurrente de salvajes. Porque, tras la masacre, la sociedad volvió a posar sus ojos críticos en el rugby.
90líneas.com charló con Armando Núñez, primo de Fernando, quien todavía dolido por el homicidio se tomó unos minutos para recordarlo: “Era súperfamiliero, inquieto y con ganas de jugar y saber todo. Era curioso y de hablar mucho”, contó, y añadió que le “gustaba jugar a la Play, mirar Los Simpson, The Walking Dead, ShowMatch, estar en la pileta y hacer deportes. Jugaba mucho al fútbol y probó con el básquet y, si bien pensó en estudiar Educación Física, se inclinó por Derecho. Era estudioso y fue becado en el Colegio Marianista, donde fue un excelente alumno”. Por último destacó que “le encantaban los animales pero nunca pudo tener un perro porque el departamento donde vivía (su padre es encargado de un edificio de Recoleta) es muy chico”.
Marta Báez, tía de la víctima, dijo que la misma era “una persona buena, amorosa, caritativa. Un buen hijo y sobrino. Solía irse de vacaciones con sus padres a Paraguay pero esa vez se fue con sus amigos a Gesell”.
“Caducó”
El crimen se produjo alrededor de las 4 del 18 de enero pasado, cuando Fernando estaba tomando un helado y fue atacado por al menos ocho personas, con quienes había tenido un entredicho dentro de la discoteca céntrica Le Brique, de la que fueron todos expulsados tras el mismo.
De acuerdo a la Justicia, Máximo Thomsen (20), Ciro Pertossi (20), Luciano Pertossi (19), Lucas Pertossi (21), Enzo Comelli (20), Matías Benicelli (21), Blas Cinalli (19) y Ayrtor Viollaz (21) planificaron todavía dentro del boliche matar a Báez Sosa, por lo que se dividieron roles y, ya en la vereda, lo fueron a buscar, lo rodearon y lo golpearon hasta el deceso. En la cara del damnificado quedó la huella de una zapatilla producto de una patada. Las pericias determinaron que pertenecía a Thomsen y que fue la mortal. Horas después, todos fueron arrestados mientras dormían en la casa donde se alojaban en la localidad balnearia, donde estaba de vacaciones. También fueron detenidos Juan Guarino y Alejo Milanesi, ambos de 19 años, pero fueron absueltos ya que no había pruebas contra ellos.
Las principales pruebas que recaen sobre los deportistas -todos oriundos de Zárate- son los aportes de los testigos, los videos en donde se ve la agresión contra Fernando, las evidencias forenses y los chats de Whats App de los implicados, en donde reconocen entre sí el asesinato. Lucas Pertossi escribió en esa aplicación: “Estoy acá, cerca de donde está el pibe (la víctima) y están todos a los gritos. Está la policía, llamaron a la ambulancia… caducó”. Una hora después, el mismo Pertossi, ya con otra ropa sin manchas de sangre, fue a comer con otros de los involucrados una hamburguesa a una casa de comidas rápidas, sin una pizca de remordimiento por la barbaridad que acababan de hacer.
Hoy, los ocho están alojados en la Alcaidía de Melchor Romero, alejados de la población carcelaria por temor a reprimendas. Permanecen juntos aunque encerrados en los calabozos de dos en dos. Debido al coronavirus, pueden recibir sólo a un familiar por vez, una vez por semana, y tienen permitido tres horas diarias de esparcimiento en el patio, siempre en horarios diferentes al resto de los internos. El tiempo restante lo ocupan durmiendo, leyendo, charlando y jugando a las cartas. Se mueven siempre en grupo y comen lo mismo que los otros presidiarios, más aquellas cosas que le acercan sus allegados.
Reciben asistencia espiritual de parte de un pastor pero cuestionan la ayuda psicológica y psiquiátrica que tienen dentro del penal. “Cuestionan a una psicóloga, que los juzga y les pide que se arrepientan”, dijo el familiar de uno de ellos.
Ninguno habló de lo acaecido y continúa entre ellos “el pacto de silencio” que se prometieron tras las detenciones. Tienen que escoger si quieren ser juzgados mediante un juicio por jurados o uno tradicional, con tres jueces. Esta última opción, entienden, sería la más conveniente ya que no quedan expuestos a la decisión de una sociedad que ya los condenó. Todos están imputados por el mismo delito: “Homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas”, que contempla como pena la prisión perpetua.
Los rugbiers, siempre polémicos
Históricamente se relacionó al rugby con violentos incidentes protagonizados por sus jugadores, no dentro de los partidos sino fuera. “Una de las características del deporte es la mancomunión entre aquellos que forman un equipo. La reconocida frase ‘todos para uno y uno para todos’, acá toma real valor y dimensión”, le contó a este diario digital Juan Pedro Palazzo, quien supo jugar algunos encuentros en primera división del Club San Luis. Y agregó: “Siempre se tildó al rugbier de violento y al rugby de deporte violento, pero no lo veo así. Es un deporte de fricción, más que otros, pero no por eso los que lo practicamos somos salvajes”.
En ese sentido, admitió que son varios los casos donde hay jugadores de dicha disciplina involucrados en peleas, aunque destacó que “se trata de coincidencias, así como también hay futbolistas que quedan envueltos en fiestas y polémicas”. Para concluir, sentenció: “Que 10 idiotas salgan a pelearse o a buscar pelea como atracción no es sinónimo de rugby. Muchos que salen a hacer eso lo practican, pero no se trata de una sentencia concluyente. Puedo mencionarte mil compañeros, de mi club y de otros, que nunca le levantaron la mano a nadie”.
Sin ir más lejos porque no es el foco principal del artículo, los últimos casos en donde se vio lo peor de ese deporte -además, claro está, del asesinato de Fernando- lo protagonizaron dos mellizos de La Plata Rugby Club, que golpearon a un joven en Claromecó en diciembre, provocándole fracturas en el rostro y pérdida momentánea de la visión de uno de sus ojos. Según la víctima, fue atacada por los hermanos cuando les recriminó a estos que colaboraran con la limpieza tras una fiesta.
Por su parte, el capitán de Los Pumas, Pablo Matera, escribió una serie de tuits racistas entre 2011 y 2013, cuando ya jugaba en el plantel superior de Alumni. “Voy a rapar a la mucama, la p… madre”, redactó en marzo de 2012, y un mes después expuso: “Sentarse en el asiento que apunta al revez (sic) en el colectivo es lo más parecido a festejar tu cumpleaños en Bolivia con desconocidos”. Otros posteos denigrantes fueron: “Hombre boliviano porta mp3 con auriculares de Ipad. Prueba suficiente para encarcelarlo por robo” y “el odio a los bolivianos, paraguayos, etc. nace de esa mucama a la que una vez se le cayó un pelo en tu comida”.
Guido Petti, representante también del seleccionado argentino de rugby, puso en la red social del pajarito: “Con la cantidad de celulares, carteras y billeteras que están robando los negros en la protesta, tienen una vida asegurada”, y su compañero Santiago Socino no se quedó atrás: “No estoy a favor del Apartheid pero ¿podríamos empezar a diferenciar los colectivos comunes de los que hay negros con la cumbia en altavoz?”.