Si bien no a diario, sí son recurrentes los operativos llevados a cabo en la Zona Roja platense para erradicar no sólo la prostitución sino, y sobre todo, la venta de drogas, ya que ese es el mayor flagelo que viven los vecinos del lugar. Sin embargo, pese al accionar policial y a que los mismos frentistas se muestran conformes con ello, nada parece alcanzar, porque los narcotraficantes continúan estando, copan todo y, como si fuese poco, ahora el negocio se lo disputan dos bandas antagónicas: una liderada por trans de nacionalidad ecuatoriana y otra por peruanas.
Por supuesto que tanta guerra lleva consigo una violencia inusitada y desmanes a cualquier hora del día, aunque proliferan los inconvenientes, y serios, cuando el sol se oculta y los involucrados pasan desapercibidos, o eso intentan, amparados en la oscuridad. Desde luego que los que sufren los problemas son los residentes del populoso barrio El Mondongo, enclavado allí donde las trabajadoras sexuales ofrecen su cuerpo y sus drogas ocultas a un cada vez más grande número de clientes.
Este enfrentamiento declarado entre las organizaciones delictivas arrojó decenas de peleas que culminaron con personas apuñaladas y hasta con casas de inocentes prendidas fuego. El temor de vivir allí, por tanto, creció de manera tan descomunal que varios de sus habitantes no solo pensaron en la posibilidad de abandonar el barrio y trasladarse a otra área de la Ciudad, sino que ya comenzaron a actuar en consecuencia.
Soldaditos
Daniel Domínguez, referente de la Asamblea Vecinal de El Mondongo y quien combate contra la problemática del área desde hace seis años, dialogó con 90líneas.com y dio, además de su punto de vista, una serie de datos escalofriantes.
“Hoy hay alrededor de 130 y 150 casas en venta en la zona, y muchas perdieron entre el 20 y el 25% de su valor original debido a la Zona Roja. La comercialización de la droga en cada rincón del barrio llevó a eso”, aseguró, y enumeró los lugares más críticos donde los dealers hacen de las suyas: “Bajó en los sectores donde estaban siempre pero creció en otros donde no hay cámaras. En calles 115, 116, 1, 2, 3, 62, 63, 64, 66, la esquina de 2 y 70, diagonal 73 de 1 a 7 y en las dos veredas, todos los días pero los viernes, sábado y domingo es donde aumenta el movimiento y la venta de estupefacientes. También están por la plaza Matheu de 1 y 66, por 2 entre 71 y 72 y por el hospital San Martín”.
Como si fuese poco, el problema se tornó todavía más grave desde que hay una banda que pretende ganar la plaza, implementando lo que está a su alcance. “Hay ahora una guerra entre las trans ecuatorianas y peruanas, con soldaditos que las cuidan y que circulan en motos y en bicicletas”. Estos suelen ser, en su mayoría, menores de edad para que no reciban causas penales ni los dejen presos en caso de ser apresados.
Operativos y motochorros
Domínguez alertó que “las batallas campales que hubo en El Mondongo fueron por ese tema, por el lugar de venta de estupefacientes y la cantidad de clientes que hay. Todo eso afecta al barrio en sí y después de las 6 ó 7 de la tarde ya no se puede salir. Los motochorros te roban para comprar droga. Es bastante complicado”.
Admitió que la policía lleva adelante operativos “y eso está bien porque se redujo bastante el número, casi en un 50%”, pero a la vez se lamentó porque los mismos “se hacen en un punto determinado y ellos (los narcos) van y venden en otro. Hace seis años que estamos luchando contra esto”.
Sin perder la esperanza de recuperar la tranquilidad en el barrio, detalló que a pesar de todo está algo mejor “que hace cinco o seis años. Se está trabajando, las denuncias las hacemos los vecinos y estamos teniendo respuestas, aunque son cada vez más lentas”.
Sobre Cristian Di Giácomo, el titular de la comisaría Novena con jurisdicción en la zona, dijo que “está laburando a conciencia, no tenemos ningún tipo de problemas con él. Hace los operativos y escucha nuestras denuncias, venimos bien”.
Amenazado de muerte
En un macabro y cobarde acto, en agosto de 2017 sujetos desconocidos dejaron en la puerta del domicilio de Domínguez un pequeño féretro de unos 35 por 45 centímetros, similar a una urna funeraria, en una clara amenaza contra su persona y por su lucha diaria contra el narcotráfico.
En ese momento, el hombre había expresado que “encontrarse con esto no es nada grato. Salí a las 6 de la mañana a abrir el portón y estaba afuera (el ataúd). Lo primero que pensé fue agarrar un trapo, correrme e irme a mi empleo, pero es algo con lo que uno viene trabajando y es mejor que se investigue”.
Radicó la denuncia y pidió protección para él y su familia, aunque nunca se logró dar con los responsables.
Cerca de la tragedia
En cuanto a hechos de violencia en sí en El Mondongo, sin duda uno de los más destacados en el último tiempo fue aquel que sufrió una familia el 19 de julio del año pasado y que los obligó a mudarse.
Esa madrugada, individuos que nunca fueron identificados prendieron fuego una vivienda emplazada en 2 y 63, en momentos en que dentro se encontraba un agente del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), su mujer, dos menores y su sobrino, de 20 años, que a su vez estaba con su pareja y su beba. Todos vivían en el lugar, repartidos entre cuatro ambientes, y dentro de un complejo de departamentos de dos plantas.
El humo que comenzó a entrar en la propiedad alertó al numerario del SPB justo a tiempo, y pudo salir del interior junto al resto de los presentes. Asustado, el hombre les diría luego a sus allegados que “las llamas alcanzaron un metro de altura sobre el piso de madera. No fue peor porque el suelo del lado de adentro tenía arena y esta ayudó a que el fuego no se propagara”. Para que hubiera ninguna duda de la intencionalidad del ataque, se determinó que “se usó alcohol para acelerar el incendio”.
Así, después de dos años y medio en el barrio, resolvió irse antes de que la situación pasara a mayores. “Pensé que mi familia podía morir”, admitió la víctima quien, cansada de los disturbios de todas las noches asociados a la oferta de sexo y al tráfico de drogas, abandonó el lugar.
Horas antes de que intentaran matarlo ya había tenido un problema con las trans, que se paraban a diario a metros de su residencia. En pleno festejo de su cumpleaños, salió a reclamarles por favor, ya de noche, un poco de paz. “Les pedí que pararan con el lío, les expliqué que somos una familia con chicos y respondieron como siempre: a los gritos”.
A medianoche regresó para reiterar el pedido y le tiraron botellas y piedras, por lo que llamó al 911 y ni siquiera la policía pudo pararlos: terminaron dispersándolos con balas de goma, en un enfrentamiento que se extendió hasta las 3.30.
Tras ese grave suceso, que ya se venían repitiendo, el fiscal Marcelo Martini dictaminó una custodia en la esquina de 2 y 64 y que agentes de la fuerza rondasen en el área de unas 40 manzanas. Menos de una semana después, los uniformados se fueron tras el cese de la orden y todo regresó a la normalidad. Y la normalidad es la de siempre: El Mondongo comandado por los narcos y las trans.