Ana Laura Dagorret (Periodista y Licenciada en Comunicación UNLP radicada en Brasil, especial para 90lineas.com).- Recientemente en varios estados de Brasil ganó fuerza la idea de impulsar un juicio político (impeachment) contra el presidente Jair Bolsonaro. El avance de la vacunación en otros países y en el estado de San Pablo así como la crisis sanitaria causada por el negacionismo oficial parecieran estar preparando el terreno para un año complicado para el presidente.
Como mostró el informe producido por el Centro de Investigaciones y Estudios en Derecho Sanitario de la Universidad de São Paulo, el gobierno brasileño no sólo dejó de adoptar medidas fundamentales para impedir la propagación del virus sino que jugó a favor de la pandemia. Hasta el momento, Brasil registra 220 mil muertes, número que crece de a mil por día.
A eso hay que sumarle aquellas medidas adoptadas con el fin de entorpecer las destinadas a impedir los contagios. Sólo por mencionar algunas, el veto al uso de máscaras en edificios públicos o la negativa de postergar el Examen Nacional de Educación Media (ENEM) que se realizó los dos últimos domingos en todo el país, aun a riesgo de continuar propagando el virus.
TRAGEDIA SIN FIN
Ejemplos sobran para graficar el tamaño de la tragedia. Sin embargo, aún con pruebas de sobra para responsabilizar al presidente, traducidas en más de 60 pedidos de impeachment en la Cámara de Diputados, resulta difícil visualizar un futuro feliz para el país.
Para empezar, la salida de Bolsonaro por cualquier medio posible (ya sea una improbable renuncia o un impeachment) pondría al actual vicepresidente Hamilton Mourão, un militar de la reserva del ejército, al frente de la presidencia. Si bien Mourão tiene un perfil más conciliador y ha sabido ser más diplomático en sus declaraciones, en los hechos no veríamos tantas diferencias con la actual gestión.
Por el contrario, el proyecto económico que incluye privatizaciones, ajuste, reducción del Estado y flexibilización de leyes en favor del mercado (y que de hecho es el principal motivo por el cual Bolsonaro aún sigue siendo presidente) continuaría igual o incluso de forma más acelerada. Hasta el momento el gobierno no ha podido avanzar con ninguna de las reformas estructurales prometidas y surge ahí el principal motivo de las otras derechas, las que apoyaron la candidatura de Bolsonaro como presidente, de pedir hoy por un impeachment.
Es muy común mirar el noticiero del canal Globo, o leer la Folha de São Paulo o el diario Estadão, y encontrarse con críticas a la política exterior, a las declaraciones o incluso los escándalos de corrupción del clan Bolsonaro. Al mismo tiempo, cuando el asunto es economía, las críticas no son en relación al proyecto sino a la demora en su aplicación.
LOS POSIBLES CAMBIOS
Con Bolsonaro afuera y Mourão al frente del país, lo que puede cambiar es algún nombre al frente de algún Ministerio, principalmente Relaciones Exteriores y Medio Ambiente, dos ámbitos en los cuales la imagen de Brasil se ha visto muy deteriorada. Algunos comentaristas también sugieren que sería posible un cambio al frente del Ministerio de Salud, hoy comandado por el General Eduardo Pazuello, que es investigado por pedido de la Procuraduría General de la Unión a partir del desastre que provocó en Manaus la falta de oxígeno.

Sin embargo, la esencia continuaría intacta así como el proyecto de retrotraer a Brasil a la época donde la pobreza extrema afectaba al 15% de la población, en el Nordeste del país no había agua y la educación básica y superior eran para unos pocos. Siguiendo esa línea, no resulta extraño escuchar al Ministro de Educación decir que el ENEM fue un éxito luego de registrar un 50% de abstención. El proyecto es hacer que los jóvenes desistan de estudiar, con lo cual que la mitad de los inscriptos no se haya presentado es considerado un logro.
Tampoco se podría esperar un cambio de posición en relación a la política ambiental, aún con toda la presión internacional. Si bien el propio Morão declaró en su intervención en el Foro de Davos, que “Brasil ha trabajado sin descanso para combatir los incendios ilegales y la deforestación”, lo cierto es que en 2020 el país registró la cifra más alta de incendios y territorio destruído desde 2008. Responsable al frente del Consejo de Amazonas, lo de Mourão contribuyó más que lo que impidió esa destrucción al aplicar tecnología obsoleta para monitorear los incendios
Tal vez podría esperarse un cambio de rumbo con respecto a la política sanitaria, hoy por hoy el problema más grande que enfrenta el gobierno nacional. Incluir al frente de la cartera una persona con conocimiento sobre logística y salud pública sin duda que ya significaría un avance, principalmente en lo que refiere a un plan nacional de vacunación hoy inexistente.
Sin embargo, nada de lo que pueda hacer el vicepresidente al frente del ejecutivo lograría dar marcha atrás en relación a la cantidad de vidas perdidas y a la crisis social producto de la crisis sanitaria y económica que atraviesa el país. Al fin y al cabo, los militares que conforman el gobierno Bolsonaro son tan responsables como el propio presidente por apoyar el negacionismo, asociarse al genocidio en curso e insistir en su intento ya casi inútil por blindar a Bolsonaro.
“Si hace las cosas mal, hacemos que caiga” era la frase de los escandalizados con la “corrupción” que apoyaron el impeachment de Dilma Rouseff en 2016 y que votaron a Bolsonaro para impedir que (otra vez) el Partido de los Trabajadores venza las elecciones.
Más de dos años e infinitos escándalos después de comenzada la gestión de Bolsonaro, los mismos indignados se callan ante el exterminio en curso y los ya incontables casos de corrupción del gobierno. El más reciente de ellos, la compra de leche condensada, chocolates y chicles valuada en 1,8 billones de reales por parte del ejecutivo.
Hacer que caiga Bolsonaro no le evitaría a Brasil los próximos dos años de padecimiento de la inmensa mayoría de la población, porque la verdad no es ese el problema. Si bien un impeachment significaría una derrota en términos políticos para la familia presidencial, lo cierto es que tampoco podría ser considerado una victoria; Mourão al frente del ejecutivo brasileño sería una manera un poco menos cruel de sobrellevar lo que queda (y lo que venga) hasta octubre de 2022.