Hemos entrado en un nuevo plano de la pandemia, que está definido por la producción limitada de vacunas en el mundo y la distribución deficiente de las mismas en las diferentes regiones del planeta. Esta situación compromete el tiempo y la forma en que llegaremos a ponerle fin a la pandemia. Esto se halla íntimamente relacionado con cuestiones políticas y con el compromiso moral de los países. Los gobiernos y las compañías farmacéuticas deben trabajar para acelerar la manufactura de las vacunas y su distribución.
La cuestión del tiempo se centra, básicamente, en ponerle fin a esta crisis mundial y en detener la transmisión viral, con la consiguiente aparición de nuevas variantes del virus. A pesar de la cada vez más amplia variedad de vacunas que llegan a la fase 3 y son autorizadas para uso de emergencia, la demanda es cada vez mayor a medida que avanza la vacunación en el planeta. Llevamos más de 60 millones de individuos vacunados y estamos observando que la seguridad de las vacunas es algo real, como se había definido en las fases clínicas 1 y 2. Este resultado, sumamente alentador, determina que cada vez más población desee recibir alguna vacuna.
La comunidad científica ha mostrado una vez más el espíritu de cooperación y compromiso con la crisis sanitaria. Debemos lograr ahora que los gobiernos se sumen, entendiendo que si no todas las regiones del mundo son vacunadas, aún la población vacunada va a seguir expuesta a poder infectarse.
UN ORGANISMO PARA LOGRAR EQUIDAD EN EL REPARTO
El 60% del suministro de vacunas es acaparado por un puñado de 10 países que representan el 16% de la población mundial, y que aspiran a alcanzar la inmunidad de rebaño hacia mediados del 2021. Para contrarrestar este aspecto, la OMS creó una entidad multinacional denominada COVAX, integrada por más de 80 países (entre ellos, Argentina), que tiene como principal objetivo generar equidad en la distribución de las vacunas, a precios accesibles, o inclusive gratis.
Esto determina que las empresas biotecnológicas productoras de vacunas deben asegurar una provisión de dosis a COVAX. De esta manera, se espera que a través de este organismo internacional se pueda proveer de vacunas a todos los países que no tienen acceso, y proveerles al menos una cantidad suficiente para cubrir al 20% de su población para finales del 2021. Un claro ejemplo que demuestra qué ocurre cuando algunos países no vacunan contra un determinado microorganismo (este jamás será controlado o erradicado), es el de la poliomielitis por la no vacunación en Pakistán, Afganistán y Nigeria. Este virus no ha sido erradicado por la continua transmisión viral a partir de esas naciones.
Vale la pena recordar nuevamente el concepto de inmunidad de rebaño: se refiere al porcentaje de una comunidad que debe ser vacunada para que los individuos que no están vacunados no se infecten. Es decir que las vacunas y los planes de vacunación constituyen un acto de solidaridad social. Se considera, a través de muchos ejemplos en el mundo, que si una población es inmunizada por debajo del 70%, se pierde la inmunidad de rebaño y aparecen los brotes infecciosos.
Respecto de la Covid-19, los cálculos indican que para alcanzar la inmunidad de rebaño se debe vacunar al 70-80% de la población. Traducido en números, con unos 7 mil millones de habitantes en el planeta, deben recibir la vacuna aproximadamente 5 mil millones de individuos. En este momento, los productores de vacunas están muy lejos de poder cumplir con esta demanda, por lo cual se esperan nuevas reacciones de gobiernos, de biotecnológicas y de asociaciones público-privadas para poder llegar a esa situación lo antes posible, aunque sabemos que esto llevará más de un año.
¿Cuáles serían las consecuencias de comenzar a vacunar y que no lleguemos a la inmunidad de rebaño? El principal problema será que no se detendrá la transmisión viral. Esto determinará no solamente que el número diario de fallecidos continúe o se incremente, sino que aparezcan nuevas variantes virales con mayor poder de transmisión, de generación de patologías más severas -como recientemente se ha demostrado con la cepa británica B.1.1.7- y que estas nuevas variantes no sean neutralizadas por las vacunas.
Todo esto, en conjunto, demuestra que en pandemia la salud debe ser pública e inclusiva, y que no puede quedar en manos de capitales privados que decidan a quién y cómo vacunar. Si no recapacitamos que la vacunación es un acto solidario, difícilmente podamos controlar a esta y a otras pandemias. El individuo vacunado debe ser consciente de que al vacunarse no sólo se protege a sí mismo, sino que también protege a los miembros de la sociedad. Por lo tanto, para vencer al virus debemos actuar como comunidad.