Un experto de la ley religiosa de los judíos le preguntó a Jesús, para ponerlo a prueba, ¿quién es mi prójimo? Jesús le respondió con una parábola.
La de un hombre que viajaba de Jerusalén a Jericó y en el camino fue asaltado por ladrones que le robaron, lo golpearon y lo dejaron casi muerto. Pasaron un sacerdote y un levita y siguieron de largo, sin siquiera ofrecerle ayuda.
Después pasó un nativo de Samaria (un pueblo despreciado por los judíos). El samaritano, al ver al hombre, limpió sus heridas y lo llevó a un alojamiento donde pasó la noche cuidándolo. Al día siguiente le dio al dueño del lugar dos monedas de plata para que cuidara del judío y le dijo que si hubiera más gastos le pagaría al regresar de su viaje.
Al finalizar la parábola, Jesús le preguntó al experto de la ley cuál de esos tres hombres demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones. “El que se compadeció de él”, le respondió. Y Jesús le dijo: “anda entonces y haz tu lo mismo”.
Basándose en la parábola del buen samaritano, cierta vez Martin Luther King señaló que el amor no se conforma con aliviar al que sufre: “Para empezar, nos toca ser el buen samaritano para aquellos que han caído en el camino. Esto, sin embargo, no es más que un comienzo. Pues algún día tendremos que reconocer a la fuerza que el camino a Jericó debe ser hecho de otra manera -sentenció- para que hombres y mujeres ya no sigan siendo golpeados y despojados continuamente mientras avanzan por los caminos de la vida” (La Biblia. Latinoamérica. Edición 91. Pág. 132 del Nuevo Testamento).
¿Qué relación hay entre la parábola, las palabras de Martin Luther King, el sacerdote jesuita e intelectual argentino Rodrigo Zarazaga y el ministro de Economía de la Nación, Martín Maximiliano Guzmán? Mucho, al menos en nuestra opinión.
Hace tiempo y con un bajísimo perfil -es decir, fiel a su estilo- Guzmán (38 años) viene reuniéndose con organizaciones sociales y agrupaciones vecinales de las barriadas más castigadas del Conurbano bonaerense y con intendentes. La primera parada fue en Moreno el mes pasado.
(Reconozcamos que es algo inédito y que suena rarísimo para un ministro de Economía argentino; casi todos nos acostumbraron a tomar medidas en los despachos en base a números que poco y nada tenían que ver con los de la calle)
Su intención es sistematizar esas visitas e intercalarlas con otras a ciudades del interior, algo en lo que ya dio el puntapié inicial caminando barrios de Neuquén, Entre Ríos y Chaco.
Para el discípulo de Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, si bien los planes sociales ahora deben mantenerse por la muy difícil coyuntura (“para empezar, nos toca ser el buen samaritano para aquellos que han caído en el camino”, dijo Luther King), son pan para hoy y hambre para mañana.
Por ello, en cada sitio que visita subraya que la mejor política social es el trabajo y que el país necesita de una vez y para siempre resolver sus problemas estructurales (“algún día tendremos que reconocer a la fuerza que el camino a Jericó debe ser hecho de otra manera para que nadie siga siendo golpeado y despojado continuamente mientras avanza por la vida”, dictaminó el enorme activista afroamericano por los derechos civiles y pastor cristiano).
Y Guzmán hace esto por conviccion, según cuentan en su círculo íntimo, pero también para conocer la situación socioeconómica de primerísima mano. “Es que si bien comenzó a darse un crecimiento económico sólido, al punto que hasta grandes empresarios afirman que será mayor al que el propio Guzmán contempló en el presupuesto (siempre que se controle dentro de parámetros aceptables la inevitable segunda ola del coronavirus), el ministro sabe que la recuperación empieza por la macroeconomía y que llega a la calle tiempo después. De modo que ya puso a trabajar a su equipo en medidas paliativas, pero quiere hacerlo en base a la realidad, no sobre planillas de cálculo, y siempre con el norte de transformar planes en puestos de trabajo”, añaden en el entorno del titular de la cartera económica.
Mientras, el egresado de la UNLP negocia con el FMI la reestructuración de la deuda -tras el acuerdo con los acreedores privados- y también se reúne, con la misma sistematicidad, con los popes del empresariado argentino. De hecho, cuando lo hizo el jueves 11 de febrero, fue protagonista involuntario de otra situación muy extraña para un ministro de Economía y, más aún, de un gobierno peronista: cuando terminó su ponencia recibió un largo y masivo aplauso de los dueños y Ceos de las principales firmas del país.
Javier Madanes Quintanilla, presidente de la metalúrgica Aluar, aseguró en Radio Continental que “el aplauso a Guzmán no fue chupamedias, sino un aplauso cálido”. Y en sintonía con varios de sus pares destacó que el ministro “expuso las cosas con mucha calma, de una manera muy profesional, y con un estilo bastante diferente al de otros tipos de presentación que uno ha visto en la cartera económica”, describió el pope de la industria del metal.
“Es un hombre joven, formado, el partido lo está jugando de una manera distinta. Nos juntaban con ministros grandilocuentes, esto es otra cosa. Lo veo prolijo y medido, no apela a la confrontación”, añadió en diálogo con el periodista Leandro Renou.
El Jesuita
Bien, ¿dónde entra en esta historia el cura jesuita Rodrigo Zarazaga? Por un lado, es amigo de Guzmán. No de toda la vida. Se conocieron en EEUU cuando el actual ministro estudiaba en Columbia y el religioso en Berkeley. Por otro lado, el jesuita tiene desde hace años una relación más que fluida -por su extracción social y su tremenda formación académica- con los grandes empresarios del país, incluidos los de la Asociación Empresaria Argentina (Arcor, Techint, Pérez Companc, Clarín, Bridas, Aceitera Deheza, etcétera). Y al mismo tiempo, por su misión pastoral, con referentes de las organizaciones sociales y las barriadas más populares del Conurbano bonaerense y CABA.
Aquí abrimos dos paréntesis. El primero para contar que si bien Zarazaga pertenece al igual que el Papa Francisco a la Compañía de Jesús -denominación formal de los jesuitas-, mantiene una respetuosa pero algo distante relación con Bergoglio. “Fue crítico de la gestión” del actual pontífice cuando lideró esa orden religiosa, aseveró Washington Uranga.
El segundo, para repasar el (impactante) curriculum vitae del cura. Es licenciado en Filosofía y Teología (Universidad de El Salvador); magister en Ciencias Sagradas (Universidad de El Salvador); doctor en Ciencias Políticas (Universidad de California, EEUU); hizo un post-doctorado en esa disciplina en la Universidad de Notre Dame (EEUU); magister en Ciencias Políticas (Universidad Nacional de San Martín); codirector de la Maestría en Políticas Públicas y Gerenciamiento del Desarrollo (Universidad Nacional de San Martín en conjunto con la de Georgetown, la universidad católica y jesuita más antigua de los Estados Unidos), y es investigador del CONICET.
Un religioso y Guzmán juntando ricos y pobres
Zarazaga ha logrado algo que, al hablar en el Coloquio del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA) en 2016, ya había marcado como condición prácticamente sine qua non para que el país salga adelante en serio: tender puentes reales entre el tercio más rico y el tercio más pobre. Así las cosas, organiza mesas donde los dueños de los grandes grupos económicos se sientan con referentes de organizaciones sociales y acuerdan políticas. A esas inéditas mesas, el jesuita ha invitado a Martín Guzmán. Sin estridencias. Al estilo del ministro. Que, casualmente (o causalmente), es el estilo de los jesuitas.
De dichos encuentros, por poner un par de ejemplos, participan Daniel Menéndez (Barrios de Pie), Esteban Castro (Unión de Trabajadores de la Economía Popular), Roberto Murchinson (presidente de IDEA), Daniel Herrero (presidente de Toyota). Y otros.
En aquel Coloquio de IDEA del 2016 (ver videos en esta misma nota), el jesuita tuvo dos pasajes en su intervención que fueron noticia porque impactaron a los popes de las grandes empresas (a más de uno negativamente, claro está).
Allí dijo, palabra más, palabra menos, que “para dejar de paliar la pobreza y cambiar los condicionamientos estructurales que la reproducen constantemente hay que hacer una enorme inversión en infraestructura básica (el 50% del Conurbano no tiene cloacas, ejemplificó), en educación y en salud públicas”. Que esa inversión “hay que pagarla” y que “debemos pagarla los que estamos en el tercio de arriba”.
“Suena difícil, ustedes dicen que están justos, pero (miremos el ejemplo de) Alemania occidental, que para integrar a la Alemania oriental hasta hoy paga un impuesto”, comparó.
“Los del tercio de arriba nos tenemos que hacer cargo del tercio de abajo. Y no es solidaridad, no estoy haciendo un llamado a la solidaridad, sino a la racionalidad. Porque un país con 50% de pobreza no tiene futuro. Y si lo tiene, es un futuro atroz”, sentenció.
En otro orden habló de los “mitos del clintelismo”. “La AUH y la moratoria jubilatoria que permitió jubilarse a quienes sus empleadores no les hicieron los aportes, que son políticas de transferencias de ingresos masivas y las que implican más porcentaje del PBI, no son políticas clientelares. Conozco a unos 200 punteros y ninguno hace negocios con la AUH. Sí con los planes, las cooperativas, que involucran fondos nacionales pero sobre todo provinciales y municipales”.
“Ahora bien, el puntero es el que garantiza que a un nene le llegue el remedio para el asma o a una familia el cajón para el velorio del abuelo en la villa. El programa El Estado en tu Barrio (allí marcó distancia con la entonces titular de Desarrollo Social, Carolina Stanley) es el Estado que pasó por tu barrio -ironizó-. Es un trailer que está dos semanas y se va. El puntero está siempre. Y pese a su arbitrariedad hace que las cosas le lleguen a muchísima gente pobre”.
“No estoy haciendo apología del puntero ni mucho menos, no son San Cayetano, pero cuando me preguntan cómo eliminamos a los punteros, yo respondo: bueno, si los vas a sacar primero decime qué vas a poner, y si no tenés respuesta, si no vas a poner nada, no los saques”, desafió.
Para que la Argentina esté bien tiene que ser buena para todos; no hay salvación individual, afirma Zarazaga. Y remarca la necesidad de avanzar en erradicar las causas de la pobreza estructural con el compromiso irrenunciable del tercio social de arriba. Martín Guzmán lo tiene a su lado. Piensa igual y está decidido a ir por el mismo camino: el de dejar de aliviar al que sufre como fin en si mismo y cambiar el camino a Jericó para que nadie caiga más en su andar por la vida.