Se conmemora un nuevo 8 de marzo y como todas las fechas en la agenda del movimiento feminista propician una ocasión especial para reconocer, advertir y denunciar las desigualdades, y también para que no pase desapercibido que somos protagonistas de nuestras vidas y que lo vamos a gritar muy fuerte hasta que se entienda.
Si bien hemos ido construyendo una menor tolerancia y cierto hartazgo frente a los femicidios, aunque por supuesto no sea suficiente con este registro social para detenerlos, tal vez los mayores desafíos en la actualidad estén dados por la necesidad política de dejar de sostener los sentidos para que estos hechos que se presentan como aislados dejen de tener lugar. La necesidad de desandar colectivamente el recorrido que nos conduce a estas violencias tan brutales y extremas.
Lo extremo muchas veces facilita la distancia y el despegue respecto a un comportamiento que consideramos propio de alguien monstruoso. En ese mismo acto, nos permitimos pensarlo como algo individual que se reduce, ya habiendo en gran parte superado la idea del crimen pasional, a la locura de un sujeto que perdió los rieles, sus rieles. Estos sentidos también nos pueden conducir a pensar que la solución es meramente individual, uno a uno, contra los “malos”.
Es necesario que no nos abrume lo mediático ni nos encandilen las luces de la salida individual. Es imprescindible asumir un compromiso colectivo por la transformación social
Por otro lado, mencionar el nivel de visibilización que fueron cobrando las violencias por razones de género, no nos impide reconocer que persiste un sentido que ubica a determinadas corporalidades en determinadas situaciones como merecedoras o condenadas a un final dispuesto por otro. Y el lugar que aún tiene el binarismo y la heteronorma por el cual los transfemicidios y los travesticidios no generan aún el mismo impacto.
Finalmente, necesitamos identificar cuáles son los elementos que sostienen y en algunos casos alientan nuestras prácticas. Hay incluso una dimensión colectiva concreta, analizada mayormente sobre la masculinidad hegemónica: una lógica corporativa que se produce y reproduce entre varones, que mientras alienta determinadas prácticas violentas censura las reflexiones sobre las mismas. Entonces, no es maldad, es práctica política.
Volviendo a esta fecha en particular, el 8 de marzo nos habla del día internacional de las mujeres, trans, travestis y lesbianas trabajadoras.
Según las estadísticas, las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas en los trabajos de menores ingresos, concentradas en sectores productivos o de empleo vinculados al cuidado y en los cargos de menor jerarquía.
Ganan menos por la misma tarea y en una búsqueda laboral sigue siendo probable que, con las mismas condiciones de formación y trayectoria, se elija al varón por la supuesta maternidad inesquivable y sus obligaciones unilaterales y por la supuesta superioridad racional de “lo masculino”. Las personas trans casi no tienen empleos registrados.
Si pensamos en el mundo del trabajo, hace tiempo se propicia la discusión acerca de no sólo reducir las brechas en el ámbito del empleo o del trabajo productivo, sino también sobre la importancia del trabajo reproductivo o doméstico que sostiene la reproducción social.
Las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas en los trabajos de menores ingresos, concentradas en sectores productivos o de empleo vinculados al cuidado y en los cargos de menor jerarquía
Es lamentable que muchas veces cuando se da esta discusión sobre el lugar de las mujeres cis y trans, lesbianas, travestis, masculinidades no heteronormadas, en todos los espacios de nuestra vida social y en el trabajo en particular, aparece una posición de resistencia que la reduce a una cuestión meramente de cantidad, que por cierto solo puede ser planteada así por las personas que ya ocupan la mayor cantidad de espacios.
Es imperioso reconocer los obstáculos para el pleno desarrollo de los derechos y de los deseos y también los ocultamientos que hemos sufrido sistemáticamente, esos intentos por sacarnos de la historia, y reivindicar los esfuerzos por recuperar nuestras huellas.
Este 8M nos encuentra con una organización acumulada, podemos sumar aquí el primer paro realizado en 2016 al gobierno de ajuste y endeudamiento y las jornadas que sumaron esta metodología de lucha a la conmemoración de este día.
Nos encuentra también con una conquista histórica: la Ley 27610 que garantiza el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo para todas las mujeres y personas con otras identidades de género con capacidad de gestar, siendo nuestro país un faro para la región latinoamericana.
Es necesario identificar y reconocer que las desigualdades y las brechas de género son las condiciones que propician otras violencias. Que los femicidios, transfemicidios y travesticidios no surgen en un vacío, tienen lugar porque hay identidades y corporalidades a las que primero se les reduce el ejercicio de su ciudadanía
Nos encuentra desobedientes, tejiendo redes, reflexionando y elaborando estrategias para construir el mundo que soñamos. Qué podemos y qué debemos hacer para detener estas violencias es la pregunta que se impone.
Es necesario que no nos abrume lo mediático ni nos encandilen las luces de la salida individual, es necesario asumir un compromiso colectivo por la transformación social. Identificar y reconocer que las desigualdades y las brechas de género son las condiciones que propician otras violencias, que los femicidios, transfemicidios y travesticidios no surgen en un vacío, tienen lugar porque hay identidades y corporalidades a las que se les reduce el ejercicio de su ciudadanía primero.
Y resulta indispensable alejarnos de los discursos que sólo nos ven como víctimas, negando toda la dimensión del deseo que habita en los cuerpos por fuera de las imposiciones cisheteronormativas. En definitiva, combatir lo que nos lastima y luchar contra los mandatos nos lleva siempre a reivindicar el placer.
Somos trabajadoras construyendo nuevos mundos posibles y celebramos la búsqueda por crear nuestros destinos y no estar atadas a ellos.
*Paula Provenzano es Licenciada en Sociología.
Trabaja en la Facultad de Humanidades y Cs. de la Educación (UNLP) y en el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Pcia. de Bs. As.