A un lustro del cierre definitivo de La Aguada

La noche del 8 de marzo de 2016 el tradicional restaurante platense de calle 50 entre 7 y 8 dejó de existir para siempre. En ese local, en el que tanto lucharon sus empleados para evitar lo inevitable, ahora sólo hay una construcción en ruinas

El salón de calle 50 entre 7 y 8 tenía unos 600 metros cuadrados (Foto de Fácebook "La Aguada no cierra")

A las 21:30 del martes 8 de marzo de 2016 ya no quedaban milanesas con papas soufflé. Se habían terminado para siempre. Estuve ahí. Recuerdo había una parejita joven de unos 25 años cada uno; una familia cuyos padres deberían tener 47 años con sus tres chicos; había también un matrimonio, él acusó 72 y a ella no le importó decir con orgullo que tenía 69, ambos lloraban y se resistían a retirarse del lugar porque sabían que en el restaurante de toda su vida no iban a cenar más. Ese 8 de marzo cerraba La Aguada, que desde 1938 había marcado a varias generaciones de platenses. En ese espacio donde se esperaba que enseguida surgiera algún emprendimiento comercial, hoy no hay nada, sólo ruinas y una puerta sellada por la que se nota que desde entonces pocos entraron.

Esa noche los mozos de siempre, los mismos que durante la crisis de principios de los 2000 habían formado una cooperativa para evitar el cierre y que perduró algunos años luego de que los dueños les «largaran la mano», iban y venían y desocupaban las mesas como si fuera el primer día y no el último. Aún perdura como testimonio del apoyo que recibieron de los vecinos y clientes el grupo de Facebook  «La Aguada No Cierra».

Esa última noche, en la que estuve ahí junto al colega Francisco Lagomarsino, en una cobertura periodística que me trajo muchos recuerdos de niño -los días de cobro de sueldo de mi padre en la desaparecida fábrica metalúrgica Siap concurríamos a La Aguada en familia- los mozos estaban vestidos elegantes, con la frente en alto aún sabiendo que se quedaban sin trabajo, brindando lo mejor de ellos a los comensales. Las botellas vacías arriba de la barra, las paredes algo descascaradas. El reloj en lo alto marcaba las 23:40. Las luces se apagaban para siempre. Las mesas a pesar de todo, seguían bien vestidas.

UN POCO DE HISTORIA DEL PRINCIPIO DEL FIN

En el año 2000, en plena incubación de la severa crisis económica y social que padeció el país, un grupo de mozos y cocineros evitó la desaparición del tradicional restaurante La Aguada formando una cooperativa que se mantuvo firme hasta el 2015 cuando los viejos fantasmas volvieron:

Dificultades financieras que la cooperativa tenía confianza en sortear y un juicio de desalojo vaya a saber «promovido por qué intereses inmobiliarios» -decían los mozos en aquel entonces-, le pondrían punto final a una saga de siete décadas y media de tertulias, encuentros y anécdotas en torno a generosos platos de cocina clásica y suculentas minutas. Cómo olvidar por ejemplo esas milas con papás soufflé, inigualables en la Ciudad.

Los propios trabajadores admitían en 2015 que la suerte ya estaba echada pero pretendían cerrar la historia con un epílogo digno de su batalla de tres lustros por mantener activa su fuente laboral y no pasar las fiestas de navidad y año nuevo como desocupados, y eso lo lograron con dignidad porque, como se señala arriba, el cierre definitivo llegó el 8 de marzo de 2016.

Para lograr que el cierre no fuera a fines de 2015 los cooperativistas pidieron a la Justicia que postergara la ejecución de la sentencia de expulsión, y aunque pareciera una quimera, aún así ellos tenían fe de un milagro que revirtiera la situación. Pero no sucedió.

Fundada exactamente el 16 de junio de 1938 -en rigor comenzó en un salón de la vereda de enfrente y al poco tiempo se cruzó a su ubicación histórica- La Aguada supo ser un punto de referencia por el que pasaron dirigentes y profesionales locales, figuras del deporte y el espectáculo, e incontables diputados y senadores bonaerenses provenientes de la vecina Legislatura, todos atraídos por su impronta sin lujos, precios razonables y raciones abundantes.

Los memoriosos recuerdan que, durante muchos años, fue sinónimo de excelencia en «marineras», bifes de chorizo, supremas «Maryland», saltimbocca a la romana, filetes a la romana y sobretodo las milanesas de ternera con papas soufflé.  

Un apartado que escribí ese día para acompañar la cobertura de un momento histórico en un lugar histórico de la Ciudad decía textual «Sabina en su canción encontró una sucursal del Banco Hispanoamericano en el bar de un pueblo donde había conocido a una hermosa mujer. Nosotros vaya a saber qué encontraremos mañana en tu lugar. Chau La Aguada. Hasta Siempre». Lo cierto es que al día de hoy nada se instaló allí, no se hizo un edificio como suelen aprovechar algunos oscuros proyectos inmobiliarios en la Ciudad, tampoco se instaló otro restaurante, ni un gimnasio, nada, no hay nada, sólo ruinas de un espacio que resplandeció en décadas memorables como las del ´60, ´70, ´80 y otras, y que por razones que no valen la pena volver a recordar hoy ya no está.

FOTOS DEL GRUPO DE FACEBOOK: «La Aguada no cierra»:

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