Una gran respuesta tuvo la convocatoria de 90lineas.com para que los fans y seguidores de Guillermo Vilas escriban sobre sus anécdotas, vivencias o simplemente por qué el Gran Willy se ha convertido en su ídolo. Todo surgió a partir de una primera nota escrita por nuestro columnista, profesor de tenis Ariel Felippini, quien está a cargo de la escuela «Single», que tuvo gran repercusión y que planteaba que Vilas fue el número 1 en el mundo y que hoy pasó a ser «prácticamente olvidado» hasta por muchas de las principales autoridades de este deporte a nivel nacional.
Aquí algunas de las cartas escritas por nuestros lectores que contaron sus vivencias (la convocatoria estaba abierta hasta el día 8 de marzo). Mañana se publicará la seguida parte.
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Vilas, el frontón, mi amigo Pucho y yo (Por Luis Babboni)
«Cuando yo tenía 11 años para hacer frontón sin aburrirme me acompañaba por mi amigo Pucho porque él me daba charla. Estando solo podía hacer no más de 15 minutos pero estando Pucho el tiempo llegaba a una hora sin problemas. Uno de los mejores jugadores del club vino a ver un día cómo yo hacía frontón y me retó: ´Frontón se hace a conciencia, bien concentrado, así no sirve´, me dijo. Me di cuenta de que tenía razón, pero como dije, no podía hacer mucho de esa manera, concentrado. Fue algo que durante muchos años me dejó pensando, casi con cargo de conciencia.
Cuando ya era profe, un día llevo a mis alumnos a una clínica de Vilas en Chascomús. En un momento Willy empieza a hablar del frontón y pregunta: “¿Ustedes saben cómo se hace frontón?”, nadie contestó. ´Yo cuando era chico para hacer frontón me llevaba la radio. De esa manera podía estar horas practicando sin problemas´, nos dijo Guillermo.»
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El más grande entre los grandes (Por Eduardo Frides)
«Tengo la fortuna de haber conocido a Vilas cuando todavía no era el Gran Willy. Fue en Córdoba en 1967, en un sudamericano de tenis por equipos, mayores y juveniles, estas últimas lideradas por Vilas junto a Pancho Mastelli y Rafa González Bosh. Yo me quede en la puerta donde le tocaba jugar a él, me mira y me dice ´¿me venis a ver a mí?´ obvio le digo desde mis 12 añitos, y el me contesta ´si queres jugar bien andá a mirar el partido de la cancha 1, ahí juega Tomaz Koch…un crack´ . Vilas es un gran ídolo y siempre mantuvo esa humildad tan grande. Yo hasta lo imitaba al caminar. Y volví a verlo otras veces. Ya se percibía a sus 16 años que era un distinto. Guillermo Vilas, sos el más grande entre los grandes.»

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Dobles con Guillermo (Por Ricardo Sanguino)
Aunque no lo crean, en el Abierto de la República de 1975, jugué dobles con Vilas. Promediaba el partido y pasamos por un drama de polvo de ladrillo. La dupla del yugoslavo Zeljko Franulovic y el paraguayo Víctor Pecci, estaba sellando nuestras siluetas contra la lona verde del fondo. Con desesperación, tiré un globo y me quedé corto. La pelota picó justo en la T de la línea de saque. Pecci empujó a su compañero, llevó su raqueta arriba, marcó la bola con su índice izquierdo y aplicó toda su fuerza a un certero garrotazo. Mientras me preparaba para el final, Guillermo llevó su brazo izquierdo hacia atrás y respondió con un drive que picó en la paralela del frente y se perdió en la historia de todos. Vilas me miró, abandonó su seriedad acostumbrada, y dejó escapar una sonrisa. Por el asombro de los oponentes, y por el grito feroz de las tribunas que aplaudían sin parar.
Guillermo no era un habitual jugador de dobles, aunque lo hacía muy bien. Su táctica estaba tan lejos de la ortodoxia como de la red. Se paraba sobre la línea de fondo y castigaba a los rivales con pesados golpes que, cuentan algunas leyendas, muchas veces prendieron fuego las tripas de su Wilson Jack Kramer. Esa tarde, seguimos el partido y, finalmente, ganamos.
Cuando llegué a casa, les conté a mis viejos. No lo pudieron creer. Hicieron bien. A la mañana siguiente, la sección deportes del diario La Nación les contó que Guillermo Vilas y Lito Alvarez habían pasado a cuartos de final entre la ovación de todos los fanáticos del mejor jugador latinoamericano de la historia. Los que estábamos en las tribunas del Buenos Aires Lawn Tennis, nunca vamos a olvidar que nos quemamos las manos de aplausos.
Mi viejo entró al cuarto y dijo: -¡Despertate… “Lito”! Tenés que ir al cole. Y a la tarde juega Vilas.
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El tenista más grande (Por Federico Barrionuevo)
«Guillermo Vilas fue, es y será el tenista argentino y latinoamericano más grande de la historia. Porque cambió la historia del tenis en Latinoamérica, lo masifico, lo popularizó e hizo accesible para toda la gente. Fue, es y será el mayor ejemplo de deportividad porque basó su trayectoria deportiva en una cultura del trabajo que acompaño con su talento, su esfuerzo, su sacrificio, voluntad y constancia, y de allí surgieron sus triunfos y su idolatría. Yo no soy del tenis pero admiro a los deportistas como Vilas porque dejaron un gran legado y un gran ejemplo. Si hubieran más tipos como él, todo sería mejor. Espero la justicia en vida de que se lo declaren el número 1 del mundo de 1977 como corresponde, aunque a mí no me hace falta porque obviamente fue el 1, es lo que corresponde y subsanaría un error motivado por la conveniencia de esa época que era tener un número 1 yanqui o europeo. Grande Willy y siempre ¡gracias por tanto!.»
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Mi gran ídolo (Por Mariano Bucich)
«Mi gran ídolo se forjó en mi niñez allá por el final de los setenta y comienzo de los ochenta, Se llama Guillermo Vilas. Y junto a su Sancho, José Luis (Batata) Clerc, en dobles, jugaban ese extraño deporte de señores burgueses, el tenis. Willy se batía en duelos épicos con otros titanes mundiales y los doblegaba con su fuerza y tenacidad, logrando con el tiempo, hacer de este raro deporte un espectáculo masivo y popular.
Yo era un pibe de barrio de Conurbano, y empuñe mi primer raqueta jugando en la calle con red de bolsa de cebollas soñando ser como él en Roland Garros. Fui creciendo y dejé la niñez sin llegar a ser un gran
jugador. Años después el tiempo me vio recibirme de profesor Educación Física y luego de esta historia, de Tenis.
En los noventa fuimos con amigos a ver un recital de los «Rolling Stones» a River. La noche era cálida
y estrellada, y sobre el cierre del show, mi amigo me dice: «Che, vamos saliendo antes de que salgan
todos?». Arrancamos a subir la tribuna del Monumental hacia la salida, yo me había relegado cuando escucho… ´Eyy flaco veníii! No te vayas que vienen los fuegos´. Era él, ¡era Willy!. Yo me acerco, lo saludo, él me mira a los ojos. Yo lo miro impávido, feliz, y le digo: ¡Willy geniooo!, toda mi vida te admiré, ¡sos mi ídolo!. Entonces, con una sonrisa amplia que le iluminaba la cara y sin decir nada, me abraza de costado con su brazo izquierdo, y arrancan los fuegos artificiales. Los que lo acompañaban servían copas de champagne y él brindó conmigo. Nunca más volví a sentir algo igual en mi vida, fue perfecto. Nos saludamos como viejos amigos y me fui feliz como un niño, flotando por Nuñez.»
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Una clínica en México (Por Marco Caporaletti, entrenador de tenis)
Corria el año 2004, yo era el Head Pro en el club Deportivo San Agustin en Monterrey, México y me proponen hacer una clínica con algún jugador estrella que yo eligiera, no dudé un minuto en llamarlo a Guillermo el cual gustosamente aceptó y vino, entonces él tenía 52 años, fue muy emocionante para mí además de ser mi ídolo ser su anfitrión, todo un lujo, llevarlo a comer, servirle café en la cancha (Guillermo es fanático del café) y por supuesto planeábamos y organizábamos cada jornada de la clínica juntos además de mantener interminables charlas, estuvo 1 semana con nosotros, una mañana me dice, ´Marco, perdón que llegué un poco más tarde hoy pero viste como son las mujeres cuando van a ser madres´ ¿qué? ¿y eso? le pregunté…´voy a ser papá me dijo´, Andanin estaba en camino y su mujer Piang estaba en París, y se comunicaba permanentemente con ella, fue muy emocionante para mí haber compartido con él esa semana, luego el tiempo pasó, yo regresé a Argentina y lo tuve 2 años al lado mio todos los dias jugando con Andanin en las canchas del club Buchardo donde yo trabajaba, compartimos peloteos , charlas e infinidad de almuerzos, quienes no lo conocen en persona no se imaginan el sentido del humor que tiene, es una máquina constante de relatar anécdotas graciosas de su vida, un grande Guillermo.
