Apenas unos días antes de las restricciones dictaminadas por el Gobierno nacional para frenar el avance del Covid19 en Argentina, 90lineas.com publicó una nota que llevaba el siguiente título: «Colapso sanitario en Rosario, Santa Fe y Rafaela». Hoy el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, atribuyó, en parte, el aumento de casos a la falta de «acompañamiento» de ciertos distritos a la estrategia sanitaria fijada por el Gobierno nacional. Y también hoy, los argentinos se ven conmovidos por la muerte de una joven de 22 años que contrajo coronavirus y justamente en la provincia de Santa Fe no pudo recibir la atención adecuada en tiempo y forma por falta de camas.
Lara Arraguiz tenía 22 años, era insulinodependiente y su muerte conmovió en las últimas horas al país. La imagen de la joven acostada en un piso de un hospital a la espera de una cama de terapia intensiva evidenció el colapso sanitario que sufre tanto esa provincia como varias otras del territorio nacional. Este caso, no hizo más que poner al descubierto la llegada de ese momento que ya se vio en otros países, el sistema sanitario colapsado a punta tal que no pudo dar respuesta. No puede asegurarse que sea el primer caso de este tipo en Argentina, pero sí el que más repercusión mediática tuvo.
La joven murió sólo una semana después de contraer coronavirus, en medio de la segunda ola de contagios que obligó al Gobierno nacional a decretar un confinamiento estricto durante 9 días -con las críticas se siempre de los pregoneros de la anticuarentena-, para intentar mitigar el avance de la pandemia.
¿Era necesario llegar a esto? ¿No hubiera sido distinto si todos respetaran las restricciones desde el principio de este año, usaran barbijos (miles no lo utilizan), no circulen sin necesidad por las calles, no se realicen fiestas clandestinas o manifestaciones en contra de las cuarentena, y además se dejen de lado temporalmente las clases presenciales?. De haber sido así, la muerte de Lara y la de miles y miles de argentinos y argentinas pudieron haberse evitado.
Ahora, este caso lamentablemente será utilizado con fines políticos por los caranchos de siempre que, seguramente, saldrán a decir que el sistema sanitario no fue convenientemente reforzado, que no se vacunó a tiempo y, los más absurdo, que el Gobierno no tomó las medidas que debía tomar.
Lara es víctima de los pregoneros de la anticuarentena, de quienes no se cuidan ni cuidan al prójimo, de quienes a pesar de ser testigos del desastre que está haciendo esta pandemia, aún viendo que se mueren familiares y amigos, siguen negando la realidad ¿hasta cuándo? ¿hasta que el caso de Lara se replique por miles?. Pues para quienes no se dieron cuenta, ya estamos ante una víctima del colapso sanitario que prácticamente falleció en la calle.
Cafiero sostuvo que «a partir de la segunda ola, se tomaron medidas que no fueron acompañadas y mucho menos fiscalizadas por las jurisdicciones e incluso algunas fueron judicializadas y aquí están las consecuencias», dijo el jefe de Gabinete en referencia a lo que sucedió en la Ciudad de Buenos Aires, que desoyó e incluso cuestionó judicialmente la suspensión de las clases presenciales, una medida decidida para mitigar la expansión de casos.
En los últimos días, hospitales públicos y privados de 11 provincias y de la Ciudad de Buenos Aires confirmaron que tienen una ocupación superior al 90% de las camas de las Unidades de Terapia Intensiva (UTI), de acuerdo con los resultados de un relevamiento realizado el 21 de mayo último por la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI).
Según el informe, los centros de salud de Chubut, La Pampa, Mendoza y San Juan mostraron una ocupación superior al 95%, mientras que en la Ciudad de Buenos Aires y en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Corrientes, La Rioja, Santiago del Estero y Tucumán fue superior del 90%.
En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) fueron relevadas 51 Utis, es decir, 1.227 camas, con ocupación del 93% en promedio.
Con todo, el Gobierno tiene en análisis estrategias esbozadas desde los ministerios de Salud y de Ciencia y Tecnología que plantean restricciones intermitentes mientras se acelera la aplicación de vacunas a la población.
Sin embargo, Cafiero fue categórico al remarcar que, por ahora, «hay un tramo de nueve días con mayores restricciones» y luego se regresa a la «caracterización» establecida entre el 1 y el 21 de mayo último.
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EL CASO DE LARA
Acostada en un pasillo del hospital, sin cama ni atención y apenas tapada por una campera para protegerse del frío, así tuvo que esperar Lara hasta que finalmente pudieran atenderla.
Según contó Claudia Sánchez, su madre, el 13 de mayo la joven estudiante de Veterinaria comenzó a sentir molestias en su garganta. Al día siguiente su estado empeoró por lo que su madre pasó a buscarla por su departamento en la ciudad de Esperanza para llevarla a que la atendiera un médico.
“Nos dijeron que podía ser covid pero que en ese momento no tenían los medios para atenderla y nos mandaron a casa”, contó la madre a Aire de Santa Fe. El lunes pasado, Lara fue nuevamente al centro de salud, donde la hisoparon y le hicieron placas. “La doctora le dio solo un antibiótico oral”, explicó Sánchez. Pero a las pocas horas de llegar a su casa, la joven comenzó a sentirse mal otra vez.
Así que la familia decidió llevarla al hospital nuevo Iturraspe de la ciudad de Santa Fe, donde vivieron una de las peores escenas del colapso del sistema sanitario. “Ingresamos, nos hicieron anotarnos, Lara ya estaba muy descompuesta, se ahogaba”, contó su madre. “Insistí tres veces en admisión para que por favor nos hagan pasar porque se desmayaba. Nos dejaron en un pasillo, donde pasaban pacientes con o sin covid”, destacó.
Luego de esperar un tiempo, Lara fue atendida por una enfermera. “Ingresó sola, le hicieron algunas preguntas y salió”. “Me dijo que quería acostarse y le pregunté al de Seguridad si podía recostarse en una camilla del pasillo pero nos dijo que no”. Fue en ese momento, en que Lara no aguantó más y decidió acostarse en el piso del hospital. “Me voy a acostar en el piso, me dijo. Después nos vio una señora que nos prestó su campera para taparla por el frío”, contó angustiada la mujer.
Mientras su hija permanecía acostada en el pasillo del hospital, cruzó otro médico que preguntó qué pasaba. “Yo tenía tanta bronca que dije que ‘acá la gente no muere por covid, sino por la ineficiencia de la gente que atiende’“, recordó Sánchez. “Yo entiendo el colapso sanitario pero me duele haberla visto tirada en el piso sin respirar y que nadie haga nada”, sostuvo.
Luego de unos minutos, el médico atendió a Lara, que tenía ganas de vomitar a causa de la fuerza que debía hacer para toser. Tras la insistencia de la madre, lograron internar a la joven de 22 años. “Yo me quedé esperando en el hall porque no me dejaban entrar”, contó. Pasaron cinco horas y la mujer no recibió noticias de su hija, hasta que Lara le envió un mensaje diciendo que tenía hambre. Le compró un yogurt y se lo hizo llegar con personal del hospital.
Como no tenía noticias, la madre volvió a insistir con los médicos. Esta vez la atendió una médica que le dijo que a su hija le habían conseguido una cama en el viejo Iturraspe. Sánchez contó a ese medio que en ese lapso de tiempo a su hija solo le habían hecho una tomografía.
Cuando llegó la ambulancia para trasladarla al otro hospital, Lara salió caminando sola, con las pocas fuerzas que le quedaban y el suero en la mano. “Yo misma la ayudé a caminar y el chofer de la ambulancia me preguntó por qué la tocaba si tenía covid”, contó la madre quien le respondió que nunca dejaría sola a su hija.
Esa fue la última vez que pudo ver a Lara, porque después fue aislada por ser contacto estrecho. “No la vi más, no pude visitarla, solo iba su padre que ya había tenido Covid y lo dejaban verla desde una ventana”, afirmó.
Ese lunes a la noche Lara entró al hospital y una doctora llamó a su madre para presentarse. El martes se comunicó con ella una asistente social para coordinar las visitas. El miércoles volvió a tener noticias de su hija: “la pasaban a una cama intermedia donde le pasaban insulina por goteo ya que tenía niveles altos”, precisó la mujer. El jueves le dijeron que la glucemia ya estaba controlada pero estaba mal su sistema respiratorio ya que tenía los pulmones tomados. A partir de ese momento la pasaron a una cama de terapia intensiva.
“El jueves el padre la vio muy mal y ella me mandó un mensaje para que le enviara un táper con manzana rallada. El papá se la dio y solo pudo hacer una seña con la cabeza”; detalló Sánchez. “Cuando le sacaban el oxígeno para que tomara agua, los niveles bajaban un montón”, contó.
La última comunicación del hospital que recibieron los familiares fue el viernes a la madrugada. “Me llamó su padre a las 3 y me dijo que había fallecido luego de sufrir tres paros”, recordó la mamá de Lara.
Lara estaba inscripta para vacunarse como persona de riesgo pero no había recibido su turno aún. Después de su muerte, la madre de la joven aseguró que espera que su historia “sirva para que con la próxima Larita tengan más consideración” en el sistema de salud. “Es lo único que pido”, concluyó.
(El caso Lara: fuente Minuto Uno)