La anulación de las condenas contra Lula y la devolución de sus derechos políticos generaron un tsunami de cara a las presidenciales previstas para 2022. Lo que hasta marzo de este año era una fragmentación política difícil de salvar, con Lula se presenta como un escenario de victoria asegurada. La decisión editorial del diario de mayor circulación del país de publicar una foto del expresidente reunido con el también ex mandatario Fernando Enrique Cardoso parece ir en esa línea.
Faltando más de un año para la disputa, queda claro que el proyecto de poder de Bolsonaro, que desde su primer día como presidente ya comenzó su campaña para la reelección, como su discurso antidemocrático se vuelve más violento a medida que su figura se desgasta. En ese contexto, resulta difícil imaginar un escenario de respeto de la Constitución y las instituciones democráticas.
Como el propio Donald Trump en Estados Unidos tras ser derrotado por Joe Biden, la estrategia de Bolsonaro parece ser acusar fraude en caso no resulte vencedor. La campaña por la vuelta del voto impreso, algo que Brasil ya superó con el desarrollo de un sistema de voto electrónico auditable que desde su implementación jamás presentó fallas, se presenta como una de las batallas del bolsonarismo para tratar de sostener esta narrativa.
Una alerta que despierta más dudas aparece en relación a las policías militares y el sustento que Bolsonaro encuentra en ellas.
En un ensayo publicado hacia fines de 2020 titulado Los militares y el gobierno Jair Bolsonaro: entre el anticomunismo y la búsqueda del protagonismo, el doctor en Historia Social por la Universidad Federal de Río de Janeiro Adriano de Freixo, llama la atención acerca de la presencia militar en la actual gestión y el apoyo a la figura del presidente entre las bases de la cadena militar, principalmente en las policías militares (PM) estaduales. Freixo explica que esa bolsonarización comenzó a hacerse evidente a inicios del año pasado, cuando la PM del estado de Ceará entró en paro y generó caos en diferentes ciudades durante más de una semana. La misma lógica resulta clara en el abordaje diferenciado que hacen las PMs en las manifestaciones contra y a favor del gobierno en diferentes estados.
Freixo alerta que “la posibilidad de rebeliones puntuales contra órdenes de gobernadores de la oposición comienza a aparecer en el horizonte, lo cual podría generar la necesidad de utilización de las Fuerzas Armadas para mantenerlas. Dentro del actual contexto, eso podría volverse un fuerte elemento de inestabilidad, inclusive por la imprevisibilidad de comportamiento del presidente y de reacción de las Fuerzas Armadas en una cuestión como esa. El panorama se vuelve más complicado cuando se tiene en cuenta la simbiosis que existe en diversos estados de la Federación entre una parte de las corporaciones policiales y fuerzas parapoliciales, las llamadas milicias -que en el estado de Río de Janeiro, por ejemplo, ya tienen el control efectivo de vastos territorios- y los crecientes indicios del vínculo entre estas y figuras relevantes del entorno de Jair Bolsonaro”.
Con la elección cada vez más cerca y la figura de Lula cada vez más sólida, pareciera lógica una alianza democrática para derrotar al principal responsable por lo que el intelectual brasileño Emir Sader denomina un gobierno de política de muerte. Al mismo tiempo, mientras más fuerza pierde el gobierno, más apela a una ruptura institucional que pueda sostener a Bolsonaro en el poder. Resta esperar para ver si esa decisión editorial podrá traducirse en una defensa concreta a la democracia.
*Ana Laura Dagorret es periodista, corresponsal en Río de Janeiro
Gentileza PIA (Periodismo Internacional Alternativo)