En el «Hotel Ginebra» de Tolosa, allí se inspiraba Dardo Rocha

El fundador de La Plata se instaló en la localidad para la construcción de la gran capital. En largas tertulias, instruyó a destacados vecinos de la época fundacional. También recordamos el Molino "La Julia" que, desde Tolosa, copó el mercado de galletitas de toda la República

El barrio de las Mil Casas, histórico en Tolosa (foto colección Roberto Abrodos)

Aquellos primeros recuerdos de las actividades del fundador de La Plata, el doctor Dardo Rocha, eran su entusiasmo por la obra, hija de su genio creador, su incansable laboriosidad, su espíritu comunicativo, que hacía muy agradables y liberales sus tertulias con vecinos antiguos y los más allegados colaboradores, en su modesto despacho tolosano, atestado de planos, proyectos y presupuestos y siempre con sus zapatos llenos de tierra o de barro según la estación.

Contemporáneamente a la fundación, se estableció en Tolosa en el “Hotel Ginebra” en la calle 29 actual 529 entre 1 y 2, cuyo nombre responde al origen suizo de su dueño. En este hotel, discretamente instalado y servido, según las condiciones imperantes en aquella época lejana, el doctor Rocha organizó su primera oficina, que podríamos llamar de “construcción”. Asimismo, de vez en cuando, le agradaba mucho reunirse en pequeñas tertulias con antiguos vecinos y algunos de sus más cercanos colaboradores. Particularmente en aquellas ocasiones era que “para ganar tiempo” pernoctaba en el mencionado hotel.

Desde ese rinconcito tolosano es que dirigió, por largos meses, todo lo relacionado con los trabajos iníciales, preparatorios de la construcción de la gran ciudad capital, que su mente soñara en toda su futura grandeza, y como una necesidad perentoria de sus afanes y los desvelos, tendrían a la mano la pronta realización de la gran concepción que es hoy la ciudad de La Plata.

El doctor Dardo Rocha, desde Tolosa, ideó la construcción de la gran ciudad capital, La Plata

Lo cierto es que después de la colocación de la piedra fundamental, preocupaba a Rocha la llegada próxima de un fuerte contingente de personal obrero contratado en Italia y destinado, en su mayor parte, a la iniciación de los trabajos inherentes a la construcción de las vías férreas, de Tolosa a Pereyra y a Ferrari (Brandsen), como asimismo para proceder al relleno y nivelación de las ocho manzanas locales designada para los futuros talleres del Ferrocarril de la Provincia de Buenos Aires que después fue del Oeste, a los cuales debían ser trasladados los antiguos, existentes en la Capital Federal.

Esta preocupación se transformaba en dinamismo y se tradujo de inmediato en la construcción de más grandes y bien ventilados galpones, de madera y zinc, con adecuados compartimientos, en el sitio donde años más tarde estuvo la Dirección de Suministros. En ellos se dio albergue al importante elemento trabajador que vino con la fuerza de sus brazos a cooperar en la ardua y común labor de hacer realidad el sueño de la nueva capital.

COMIENZA A LEVANTARSE LA GRAN CIUDAD

Así es que en los comienzos del año 1883, es que se pusieron en práctica los trabajos, precursores de otros más importantes, que al poco tiempo debían cambiar la fisonomía del inmenso desierto de lomadas y cardales. En aquellos primeros pasos en Tolosa,  fue en breves tertulias en que fueron a saludar al Dr. Rocha los antiguos vecinos, señores Julio Juillerat, Gervasio Campoamor, Bautista Bértoli, José Marelli y Vicente Bernard, este último amigo personal de Rocha, que fuera también el primer comisario de policía.

A todos ellos y con esa amable familiaridad tan peculiar, Rocha explicaba -en largas noches de truco- que estaban de parabienes porque se habían iniciado los trabajos previos a la construcción de los grandes talleres ferroviarios, y que una vez terminados y en pleno funcionamiento, su numeroso personal obrero y directivo significaría un importante aporte al progreso local. Pues con las líneas ferreas concluidas, se acortarían los viajes a Buenos Aires y al sur de la Provincia.

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A propósito del ferrocarril, durante la época del comisionado municipal Sr. Doyhenard, el “Centro Iraola” de Tolosa le pidió una entrevista respecto a las gestiones iniciadas para obtener el levantamiento de las vías de la avenida 1 o, en su defecto, el cambio del alambrado campero que la cercaba, por una más adecuada verja de hierro, que es precisamente, la que tiene actualmente.

La antigua estación de trenes de Tolosa (foto colección Roberto Abrodos)

EL MOLINO LA JULIA

En referencia a Tolosa es digno de destacar el Molino «La Julia» fundado en 1888 por los señores Pedro Nocetti, José Benito y Juan Rivera. Su alta chimenea tenía en uno de sus costados, con grandes números, la fecha de su creación, el gran molino harinero de los Señores Rivera Hermanos en el pequeño pueblo de Tolosa. Los comienzos fueron tan buenos, que sus laboriosos y progresistas propietarios no dudaron un momento en agregar a su molino una fábrica de galletitas y en el año 1890 dieron principio a la fabricación de las pastas alimenticias que, con el nombre de Galletitas Julia, se generalizaron en toda la república. El establecimiento se levantó en el centro de un cuadrado de terreno.

En el extremo norte se levantaron los depósitos de grano con capacidad para 7200 metros cúbicos, además el depósito de los residuos, el edificio de administración, las caballerizas etc. Era un establecimiento industrial muy importante y se fue metiendo despaciosamente en la tradición tolosana, la fábrica ocupaba, en todo su perímetro, la manzana que cierran las calles 4, 5, 526 y 527. Las paredes de ladrillos que la circundaban, tanto sobre la calle 4 como sobre la 527 actual, avanzaban sobre la calzada, hasta reducir a la mitad el ancho natural de la misma.

El Molino «La Julia», en Tolosa (foto colección Roberto Abrodos)

Por la calle 527 entraban las vías de hierro, extendida por cuenta de sus propietarios hasta la estación de ferrocarril, y por las cuales una zorra transportaba hasta allá los productos de la fábrica. La mercadería, que llegaba a ser más de veinte clases de galletitas, tuvieron tanta aceptación y popularidad, que todos los almacenes o establecimientos que comercializaban ese tipo de mercancías ya sea de la zona o de la campaña contaban con los productos del molino. Según las épocas del año, el establecimiento daba trabajo a más de 130 empleados, llegando a producir 6.000 kilos de galletitas diarias.

Muchos sueños tenía el fundador, muchos se hicieron realidad, pero lo bueno y recordado es que tan democráticamente supo convivir con aquellos viejos vecinos de Tolosa que, desde los primeros momentos, le inspiraron confianza y supieron recoger de él su genio creador y expansivo, las sucesivas expresiones de su espíritu de iniciativa y del amor que con su dialéctica, siempre interesante, definía sus concepciones de buen gobernante en esas familiares tertulias tolosanas.

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