El día que se cayó hacia atrás toda una fila de butacas del cine Roca

Uno de los espectadores tuvo que ser hospitalizado

cine roca

Muchos jóvenes platenses que hoy ya peinan canas, han conocido el sexo y la desnudez en el mítico cine Roca. Era común «hacerse la rata» del colegio e ir en grupos de adolescentes a esta sala donde, puede decirse, «más desnudos hizo la grandiosa Coca Sarli«.

El cine Roca estaba en avenida 1 entre 43 y 44 y funcionó desde 1950 hasta 1989 cuando apagó sus proyectores de manera definitiva. 

La sala no era muy grande y sólo tenía dos pasillos de acceso, es decir que estaba conformada por largas filas de butacas desde una punta a la otra de las paredes laterales. Entraban unas 20 personas por cada hilera y era común que los jóvenes amigos se sentaran unos al lado de otros hasta completar la capacidad. Pocas veces quedaban espacios sin ocupar.  En aquella época, fines de los ´70 y todos los años ´80, no concurrían mujeres al Roca o, al menos, era muy raro ver espectadoras. 

El Roca estaba decorado, frente a la pantalla, por un telón color bordó oscuro un poco sucio; las luces de seguridad casi  no funcionaban o encendían demasiado tenues; había varias plantas y flores en su mayoría marchitas a los costados de las filas de butacas que, no hay que dejar de decir, estaban flojas porque las tuercas que las sostenían se habían desajustado y en algunos agujeros hasta faltaban, entonces solían moverse hacia atrás y hacia adelante, similar a una silla mecedora, pero con el consiguiente peligro de ceder y venirse abajo toda la estructura. Quienes concurrían decían que el movimiento era más pronunciado cuando comenzaban los films condicionados.

Entrar al Roca no era sencillo para los menores de edad. Pues las películas eran «prohibidas para menores de 18 años» por sus fuertes escenas de sexo, las mismas que protagonizaban actrices como la Coca Sarli y que hoy, al lado de un programa de TV como el de Tinelli, no mostraban ni la cuarta parte que las agraciadas bailarinas del «Bailando». Sin embargo, siempre había algún portero y/o corta boletos «cómplice» que por algunos pocos pesos a cambio, miraba para otro lado y pasaban todos, hasta los de 12 años.

La Coca Sarli, primera en la programación del Cine Roca (foto: Télam)

En el Roca ocurrían situaciones muy bizarras, era común, por ejemplo, que al comienzo de la proyección de la película la imagen estuviera al revés, entonces empezaban los silbidos hasta que el responsable de manejar los proyectores de cintas corregía el grosero error.

En épocas de la dictadura militar, mientras la censura mutilaba las películas de la Coca, entre tantas otras, y se intentaba «controlar la moral pública», entrar al cine Roca daba la sensación de libertad y de traspasar cualquier frontera, por eso se llenaba de adolescentes y jóvenes, que se mezclaban con trabajadores que bajaban del tren y se hacían «una escapadita» a lo prohibido…

Fue en medio de esas flores marchitas, las luces apagadas, y las naranjas que volaban de un lado a otro dentro de la pantalla -en ese momento pasaban una película que lo único que mostraba era la ventana de una habitación de hotel donde se veía, de lejos, la sombra de dos cuerpos desnudos, mientras alguien arrojaba naranjas hacia esa ventana- que la fila 3 de butacas comenzó a balancearse hacia adelante y hacia atrás, cada vez con más fuerza, hasta que la estructura no aguantó y todos los espectadores, unos 20 porque esa hilera estaba repleta, quedaron mirando al techo y uno de ellos con la ´cabeza rota´ por el fuerte golpe que recibió al dar contra la silla de madera dura que estaba justo detrás suyo.

El proyector se apagó de inmediato ante el griterío furioso de los accidentados y del resto de los que colmaban el cine; muchos sacaban las manos de sus bolsillos, nadie podía creer lo que estaba pasando y el portero, que ese día aseguran había dejado entrar más menores que lo habitual, no sabía cómo hacer para que los clientes comenzaran a retirarse, lo más ordenado posible para no levantar la perdiz. 

El muchacho que había recibido el golpe como consecuencia de la caída de toda la fila de butacas era asistido en el lugar pero no alcanzó, tuvieron que llamar a una ambulancia que lo trasladó al Policlínico San Martín donde estuvo un rato en observación aunque luego pudo regresar a su hogar donde lo esperaba su familia.

Corría el mes de agosto del año 1984 y en el Roca pasaban ese tipo de situaciones hoy impensadas, increíbles y bizarras. Y lo último…injustamente el hombre que dejaba entrar a los menores, fue despedido de su trabajo como si fuera el responsable del derrumbe de butacas. Aseguran que después de este hecho, entrar al Roca era «casi imposible» para los adolescentes…«casi, pero no del todo».

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