Mi infancia en Berisso fue maravillosa, nunca una sola palabra ofensiva sobre credo o religiones. Amigos que aún recuerdo cariñosamente: el turco Apas, el turco Amiel, el ruso Stabi, el gringo Pepe, el búlgaro Nicoloff, el búlgaro Yotoff, los gallegos Pardo, el tano Galletti y tantos otros amigos.
Yo era el ruso o el judío Ridner.
Amigos todos.
Escribo este recuerdo, al cumplirse cumplirse el 27° aniversario del atentado a la AMIA y comparto las palabras de Sebastián, un nene de cinco años que hoy tendría 32 años.
EL CIELO
Mamá – le preguntó un día Sebastián – el abuelito Julio, ¿dónde está?
-En el cielo.
-Ah igual que el abuelito José. ¿Y cuando se van las personas al cielo?
-Y…..cuando la gente es grande, se va haciendo viejita y, después, el alma se sale del cuerpo y se va al cielo. Para ir al cielo, tenés que ser muy bueno.
-Mamá ¡y vos nunca te vas a ir al cielo! ¿No?
-No se, Sebi, cuando sea muy viejita, pero falta mucho para eso
-Ah, entonces, en ese momento, yo voy a estar al lado tuyo, te voy a agarrar el alma y no la voy a dejar subir al cielo; te la voy a poner otra vez en el cuerpo así te quedás conmigo.
El lunes 18, Sebastián caminaba por la calle Pasteur de la mano de su mamá. Iban al Hospital de Clínicas y cerca de las 10, pasaron por la puerta de la AMIA. Rosa, la mamá, se salvó.
(“Sus nombres y sus rostros” Álbum recordatorio de las víctimas del atentado del 18 de julio de 1994)
Ahora pienso que si Sebastián viviera, tendría 32 años, estaría con su mamá Rosa Barreriro, estudiando o trabajando, de novio o formando una familia, con un futuro por delante y principalmente con su alma y cuerpo en este mundo.
QUERÍA SER PRESIDENTE
Sebastián tenía tres años cuando le dijo a su maestra que, de grande, iba a ser presidente. La maestra le preguntó por qué “Para pagarle mucha plata a los jubilados”, contestó.
Muy charlatán, nunca dejaba de decir lo que pensaba, tanto, que sus padres sufrían cada vez que abría la boca. “una vez, estaba en el almacén y una amiga de mi mamá se le acercó y le dijo: “che, pibe”. Se lo repitió varias veces y él no le contestaba hasta que en un momento se dio vuelta y la encaró: “Por qué me decís che, pibe. Yo me llamo Sebastián. A vos te gustaría que te digan, che,vieja”.
Sebastian vivió hasta los cinco años. Se cumplen 27 años del atentado a la AMIA.
Sebastian fue también una víctima.
¡ JUSTICIA ! Más de un cuarto de siglo pasó.Muchos años sin nada.