El misterioso árbol del llanto

Transcurría el año 1903 y la Ciudad se vio movilizada por un eucalipto que emitía raros sonidos en el Paseo del Bosque, donde las actividades eran la pesca y el croquet. Un viaje en el tiempo con datos curiosos

El eucalipto del Bosque, en 1903 (foto colección, Roberto Abrodos)

En aquella joven ciudad los rumores marchaban a toda velocidad, algunos estudiantes sin ganas de estudiar un día de noviembre de 1903, revelaron que un eucalipto emitía gemidos como si partieran de su interior, con un poco de imaginación en el silencio poco interrumpido del bosque platense, sentirlo y decirlo fueron una misma cosa, el que pasaba de ida o de vuelta corrió la voz. Pronto aquellos jóvenes, algunos de los cuales tuvieron destacada actuación en la vida social posterior a este acontecimiento, dieron la gran noticia.

La Ciudad se enteró, y el pueblo en masa concurrió al lugar a escuchar el misterioso árbol del llanto. Cuenta una de las personas que fueron allí, que en aquellos matorrales de altos pastos se formaron zigzagueantes caminos de hormigas humanas que dejaron abierto el paso con toda facilidad, pelando de yuyos las adyacencias del árbol.

Se custodió celosamente el extraño ejemplar, empezaron las polémicas entre «sagaces» observadores, improvisados botánicos, y el asunto tomó tales proporciones que, después de hacerse eco la prensa local fue comentado en Buenos Aires en diarios y revistas con las correspondientes fotografías.

Circuló por añadidura la leyenda de que ahí se había suicidado un hombre cinco años atrás, y el alma había conseguido apartarse del cuerpo y tomar aquella encarnadura vegetal, más duradera a ojos vista, desde que en crónicas de la época se cita a los eucaliptos del bosque como a los «más viejos del país». Más he aquí, que la leyenda estaba en contra del espíritu cientificista y la autoridad competente intervino, para destruirla.

Dispuso que se podara en castigo al árbol sonoro, y si persistían los gemidos de su savia, se lo tronchara. Ya cansado, don Bottaro, capataz del bosque, puso fin al desfile cortando las ramas y el eucalipto se llamó a silencio definitivo. Luego los enemigos de la irrealidad aseveraban que el viento al filtrarse entre dos ramas de la copa emitía ese sonido que se oía acercándose a la corteza del árbol aludido, pero la ciudad entera había escuchado aquellos quejidos que partían de su vida profunda, la anécdota perduró y quedó registrada en el periódico de entonces.

EL BOSQUE DE LOS 1.900

Debe haber sido lindo ser niño en aquella ciudad del pasado, de los años 1.900. Muchos disfrutaban de la vieja calesita del abuelo Juan Prosí, una institución de los pibes, hacia girar la calesita el caballo con anteojeras, oculto tras la tramoya y la música del organito provocaba la ilusión de jinete, en el otro caballo de madera pintado con colores vivos en toda esa infancia feliz. Ningún niño se quedó sin su vuelta por más que no tuviera su moneda de cinco centavos. Durante más de treinta años Prosí tuvo su calesita.

El paseo daba para todas las actividades sociales, allá por octubre de 1906, se otorgó permiso a las señoritas y niñas en general para practicar la pesca en el lago, eso sí, con horario.

Los árboles del bosque tenían otros usos, colocando un alambre entre dos ejemplares se colgaban las amplias alfombras de los palacios y palacetes de la ciudad, para su limpieza, que se realizaba golpeándolas con un palo, pero esto tenía un inconveniente, de allí la queja del director del bosque, que había entregado una nota al director de agricultura, en contestación a una solicitud de informes de la repartición, en la que manifiesta que debe denegarse el pedido hecho por don Benito Figari solicitando permiso para la limpieza de alfombras en los terrenos del bosque. Los motivos esgrimidos son las cantidades infinitas de microbios que serían esparcidos por el aire atentando contra la salubridad pública.

El croquet es un juego que puede ser un pasatiempo o un deporte de competencia. Consiste en golpear bolas de madera o plástico con un mazo, a través de pequeños arcos de metal enterrados en el campo de juego, y resultaban muy animados en el paseo del bosque los partidos de croquet, el señor Alfredo Plot no escatimaba esfuerzos en el sentido de fomentar estas reuniones sociales al aire libre, Plot tenía proyectado un gran pabellón que tendría dos cómodos departamentos, uno destinado para las damas y niñas concurrentes y otro para los caballeros lo que permitiría el uso de prendas especiales para este deporte. Además, se construían cuatro canchas más, dos de cada lado del pabellón que serían niveladas y arregladas. El señor Plot fue más adelante fundador del zoológico de nuestra ciudad.

 

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