Alguna vez conté, en otra crónica, que el bodegón de diagonal 79 que más nos gusta y que une a casi cuatro generaciones de platenses, desde los años ’40, bien podría ser el lugar ideal para narrar historia de nuestra ciudad, de La Plata, a partir de las anécdotas que atestiguan sus mesas. La leyenda que recae sobre la famosa Casa Bacci es tal que tiene tantos amantes como detractores. Y no está mal que ocurra, si de gustos y tipos de masa hablamos. Están los que dirán (arriesgo, una minoría) que la pizza jamás puede ser un “bizcochuelo salado”, en elocuente alusión a la conocida altura de esta icónica pizza platense; y los que no pueden resistir (apuesto, una mayoría) al gusto único de comerse una al corte de espinaca o muzza recargada, servida en una saturada barra de hombres al paso (taxistas, changarines, universitarios, glovers) con moscato e hielo.
En este último año y medio, la pizzería mostró su cara más desconocida contra esa recurrente imagen de largas filas para conseguir, de martes a domingo, alguna mesa para poder comer las clásicas espinacas o la anchoa con portuguesa y pimienta blanca: los mozos sin atender, los pizzeros esperando los pedidos para llevar (que son muchos, afincados en su histórica clientela que no dejó de comprar ni en cuarentena), la barra sin moscatos ni hielos, las mesas y sillas apiladas sobre la pared lateral que da hacia calle 59, la heladera sin abrirse con el clásico ritmo de venta…
La pandemia con cuarentena obligatoria incluida, no pudo con el mito de Bacci, a partir de su inexpugnable clave de venta: pizzas grandes, masa de molde y precios populares. La irresistible fórmula del éxito.
Si esa moneda hablara…
“Más de la cuenta”, dice el Indio Solari en el inefable Blues de la artillería. Si tus mesas hablaran,
Bacci, digo yo, ahora, porque nos toca contar…
Los mitos sobre su historia y su presente van y vienen más vivos que nunca. Porque si al local de diagonal 79 lo sobrevuela la necesaria nostalgia del paso de los años, apuntalada en una estética inamovible de luces blancas, botellas de vino ilegibles, cuadros oscurecidos de grasa y cartelería en desuso, no es menos cierto que su presente a local abarrotado, hasta fines de marzo de 2020, de martes a domingo la hacían (y la seguirán haciendo), quizás, el espacio gastronómico con más comensales en el cuadrado platense.
Anécdotas, mitos: un googleo de un foráneo sobre Bacci, el que intenta siempre alguna data más para comer barato, lo llevará a dar con Barreda. Dice el cuento que, en esas mesas, una noche de noviembre de 1992, el múltiple femicida confesaba su cuádruple crimen ante la vista de un incrédulo abogado al que había convocado no sin moscato y muzzarellas.
Fundada en los ’40, Bacci tuvo su primera versión y más conocida cuando maceraban la rentabilidad del verano platense transformando la pizzería en un exclusivo negocio de helados.
Cuando sobrevolaban los primeros calores de diciembre, la barra principal perdía voluntariamente su tabla de madera, donde cruje cada porción, dejando ver los baldes de helado. Así, durante años, en tiempos donde el local aún ocupaba la mitad del espacio de hoy y era vecino de la célebre rotisería de los Palumbo, en el portal de entrada al barrio Mondongo.
Discusiones entre comensales, convivencia pacífica entre albirrojos y basureros -aunque por simbiosis histórica de sus viejos dueños siempre fue una pizzería “más tripera que pincha”- Bacci también encierra su lado B en tintas de afinidades políticas. Muchos militantes, universitarios, de base o cuadros formados, solían tener cierto privilegio del vip de la mesa del fondo, bien ocultos del resto, cuando el anonimato era la mejor manera de seguir en carrera por las diagonales de la ciudad en los años que antecedieron al tsunami de la dictadura. Mitos, leyendas, verdades…
Pero si el secreto es que, de izquierda a derecha o de amantes a detractores, Bacci tiene la exclusividad de ser una pizza única por volumen y tipo de masa (alta y de dos centímetros, sobre todo de noche cuando la fermentación descansa desde el mediodía), lo es mucho más por su carácter inexorablemente popular. Casa Bacci es el refugio donde una “familia no tipo”, las de varios integrantes (las que abundan, tanto adentro como afuera en las noches del lugar), todavía podía salir “a comer afuera”. Y volvieron apenas la pandemia lo permitió…Eso también la hace única: popular y cada vez más legendaria. Bacci.