El paisaje de La Plata antes de su fundación

Cómo era la zona dónde hoy se levanta la gran ciudad en los años anteriores a 1882. Un viaje a través del tiempo

La zona de lo que sería a la postre la céntrica calle 8, donde funcionaba un bar-billar

La zona donde hoy se encuentra la ciudad de La Plata estaba bastante afectada por la introducción generalizada del alambrado, producto de las nuevas tecnologías, y el molino de viento; también había hecho su aparición el ferrocarril, como un símbolo de la revolución industrial y uno de los mayores generadores de transformaciones urbanas.

Es así que durante la década del 80 (años 1800) la transformación de la zona había sido total, los talares habían sido diezmados, las grandes hierbas de la planicie raleadas al igual que las gramíneas, desalojadas por las especies europeas invasora, especialmente el cardo, que muchos creemos como nativo de estas tierras.

Un relato de la época cuenta que para trasladarse por el pueblito de Tolosa “el carruaje tirado por tres caballos enjaezados a la rústica, cruzaba los arroyos, se abría paso entre los cardales o zangoloteaba los terrenos arados…”.

Una postal de la ciudad de La Plata antes de la gran fundación en 1882 (foto: colección Roberto Abrodos)

Las lomas de la Ensenada se hallaban cultivadas principalmente con maíz, esto es comprobable a través de las descripciones de Spegazzini, y además en los restos de rastrojos de maíz en los terrenos arados y rastrillados que habían pertenecido a la estancia de los Iraola (lee también el enigma de la mansión del Bosque).

Las citadas lomas son hoy día fácilmente comprobables a pesar de los alisamientos realizados en días posteriores a la fundación de la nueva capital, por ejemplo en la zona de 8 y 51 o viniendo por diagonal 74 de sur a norte

El sabio naturalista Carlos Spegazzini

Quizás uno de los documentos más descriptivo de la época pre-fundacional, es un escrito testamentario de Iraola, que dice: «…En esa área de terreno quedan comprendidos los siguientes casos: 99.000 árboles, un magnífico edificio de estancia, 22.400 varas lineales de alambrado de seis hilos, cuatro puestos valiosos con sus quintas y sembrados anexos, seis chacras completamente cultivadas…” y esto es solamente la referencia a las tierras que eran expropiadas para la construcción de La Plata.

Los que más se destacaba en esta llanura futura de la Ciudad era el nutrido monte de eucaliptos que en una buena cantidad rodeaba el casco de la estancia de Iraola y que se completaba con algunas otras especies, como robles de los que aún se observan a la altura de las avenidas 1 y 53, todo esto es lo que hoy conocemos como el bosque platense.

Casco de la estancia Iraola

Menos afectadas estaban por la transformación, las zonas bajas de Ensenada, que con más intrusión la constituía la población que rodeaba a los saladeros, así como la cinta del camino Blanco, que descendía desde el albardón hacia la costa, quien se detuviera en el limite del monte de eucaliptos y mirara hacia esa costa, veía el manto blando de los pajonales y duraznillares extenderse junto a la que se recostaba el pueblo de Ensenada: el paisaje era de un manto amarillento, cortado sólo por la cinta del camino Blanco, hoy Rivadavia.

Un testimonio por demás valioso para reconstruir los que eran estos lugares antes de la fundación lo aporta el sabio naturalista Carlos Spegazzini, quien visitó la zono en calidad de perito higienista con el fin de aportar su dictamen acerca de las condiciones del sitio donde se instalaría la capital de la provincia.

Es así que en su diario personal dice que habiendo partido “del ilustre villorrio de las lomas de Tolosa…, a poco andar al trotecito de nuestros pingos, salvamos un bajo bastante cenagoso para costear enseguida la barranca de la loma de cinco a diez metros de altura (evidentemente aludiendo al albardón), la que no tarda en aparecer cubierta con una tupida arboleda de eucaliptos”…y agrega luego “alcanzando…el límite del bosque artificial, desembocamos en grandes rastrojos de maíz, que nos obliga a subir a la meseta, desde la cual se domina una inmensa extensión de campo bajo y en donde ´el baqueano´ Basterrica nos señala con el cabo del rebenque los negros montes de Santiago (la selva costera), los colosales ombúes de los López Osornio, los talas… y, por fin mucho más lejos, las chacras de la Magdalena”.

Esto es una visión de los lugares hoy tan edificados y transitados en donde se levantó en pocos años la ciudad de La Plata.

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