El 8 de noviembre de 2021, el fotógrafo brasileño Joao Paulo Guimaraes, de la Agencia de Medios de Francia (Agence France-Presse o simplemente AFP), estaba realizando una nota sobre los basureros de Pinheiro, un municipio del estado de Maranhao, en el noreste de Brasil, cuando sacó una fotografía que terminaría dando la vuelta al mundo.
Entre “llamas de fuego, mucho humo, buitres y perros” que asemejan el basural a “una escena del apocalipsis”, como definió el defensor público de Pinheiro, Eurico Arruda, el reportero gráfico de la AFP captó el momento en que Gabriel Jesús Silva, un niño de 12 años, contemplaba como si fuese un diamante en bruto un pequeño árbol de Navidad, con sus adornos incluidos, que alguien había desechado.
Aunque remanida, la frase “una imagen vale más que mil palabras” no puede ser más cierta. En muchos casos. Y en este, en particular.
El niño con el torso desnudo, un pantalón buzo azul y ojotas color naranja, sosteniendo el austero arbolito y sonriendo como quien halló un verdadero tesoro, con una decena de negras aves carroñeras y cientos de bolsas de residuos rotas esparcidas a su alrededor, es la imagen más cruel pero fidedigna de la extrema pobreza. La de Brasil, la de Latinoamérica, la de la inmensa mayoría de los países subdesarrollados.
Podría ser una villa miseria argentina, colombiana, centroamericana, india, asiática o africana. Pero esta fotografía no fue anónima, pues la AFP le puso nombre y apellido, habló con el pequeño, fue hasta su casa, conoció a su madre.
“Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto porqué son pobres, me llaman comunista” (arzobispo brasileño Hélder Pessoa Câmara)
“Madre, ¿no siente impotencia a veces? ¿Cómo se hace para combatir ‘la’ pobreza?”, le preguntó cierta vez un periodista a la Madre Teresa de Calcuta. Había unos niños jugando cerca. Ella llamó a uno, lo sentó en su regazo, y le dijo al hombre: “Hoy, en este momento, para mí la pobreza es él”. (*)
Y desde aquel 8 de noviembre, para millones de personas en todo el mundo, la pobreza de Brasil se llamó Gabriel Jesús Silva, un niño con sueños de futbolista que le dijo al cronista: “Yo nunca tuve un árbol de Navidad en casa”.
La casa de Gabriel Jesús es de adobe y tiene un techo de paja que deja ver el cielo. Allí vive (sobrevive) junto a su madre, María Francisca Silva, y dos hermanos mayores.
María Francisca trabaja vendiendo los residuos reciclables que recoge del basural, actividad por la que le pagan unos 600 reales al mes (105 dólares), menos de la mitad del ya bajísimo salario mínimo brasileño (U$S 213,17).
“Esto es una locura. Es el último grado de la miseria” (Eurico Arruda, defensor público en el municipio de Pinheiro, en el estado brasileño de Maranhao)
A partir de la difusión de la fotografía, la familia de Gabriel recibió muchas donaciones. La preferida del niño es una bicicleta que le regaló una profesora de su escuela.
Sin embargo, ni mil regalos cambiarán la extrema pobreza del chico de 12 años que, cuando no tiene clases, va al trabajo de su madre. O sea, al basural. Y la ayuda.
Quizás la mejor definición sobre la viralización de la fotografía fue la de Eurico Arruda: “Ayuda a visibilizar a toda una comunidad de recolectores de residuos cuyos derechos están siendo sistemáticamente vulnerados”.
Arruda fue el autor del video sobre los basurales que movilizó al reportero Joao Paulo Guimaraes a realizar una nota, durante la cual captó la imagen que conmovió a millones de personas.
“NAVIDAD, UN ACTO DE SUBVERSIÓN”
Escribió cierta vez Hélder Câmara (**):
“Me gusta pensar en la Navidad como un acto de subversión: un niño pobre, una madre ‘soltera’, un padre ‘adoptivo’.
“Quienes ven su nacimiento son los que sobran en la sociedad (pastores).
“Quienes lo visitan son personas de ‘otras religiones’ (magos, astrólogos).
“La ‘familia’ tiene que huir y convertirse en refugiados políticos.
“Regresa y se va a vivir a las afueras (periferia).
“El resto lo celebramos en Semana Santa, pero con la misma subversión.
“¡Sí! La revolución vendrá de los pobres. ¡Sólo de ellos puede venir la salvación!”
El niño y el arbolito de Navidad
El niño y el arbolito de Navidad
(*) La historia se la contó a este cronista el periodista platense Lalo Painceira.
(**) Hélder Pessoa Câmara (1909-1999) fue un sacerdote católico, teólogo y filósofo brasileño, arzobispo emérito de Olinda y Recife y obispo auxiliar de Río de Janeiro. Y uno de los creadores de la teología de la liberación. Co-autor y co-redactor del conocido como Manifiesto de los 18 Obispos, una proclama contra “los opresores del mundo de los pobres”, en favor de la supresión del capitalismo y de un socialismo “sin colectivismo totalitario ni persecución religiosa”. Luchó contra la dictadura en su país (1964-1985) y fue nominado 4 veces al Premio Nobel de la Paz.
Fuentes de consulta: AFP, El Comercio, Prensa Libre