La “banda de las frazadas”

Fue en 2008. Los estigmatizaron. Les atribuyeron todos los delitos. Mientras el país se preparaba para el “no positivo” de Cobos, un grupo de pibes y pibas en situación de calle sobrevivía en Plaza San Martín con lo que tenían a mano

La “banda de las frazadas”

La banda de la frazada una historia que cumple 13 años en la Ciudad

En ese momento vivía a cien metros, recuerdo. Recuerdo también aquella noche en la que uno de estos pibitos me interpeló sin remedio, con lo que tenía a mano, para pedirme una radio digital que conservaba “como oro”. Nos hablamos. Lo acompañé. Me la devolvió. Apenas un detalle para introducirme a narrar este breve recuerdo de estos chicos que en 2008 dormían en plaza San Martín y fueron estigmatizados por los medios de peso del cuadrado platense.

Allí estaban, a metros de esas madrugadas donde algunos pedían alguna que otra moneda “pal sanguche” en la puerta del pool Líbano; “o algo para comer, che”. Así de simple y doloroso. Pibitos apartados de todos los derechos básicos y elementales que empezaron a ser la excusa perfecta para el estigma y la inseguridad.

Tenían 8, 10, algunos 16. Niños. Pibitos. Eso eran; de la periferia, que venían a “ranchear” al centro de La Plata. Dormían donde podían. Hasta que se instalaron en La Glorieta y quedó puesto el apodo: uno de ellos había querido, al parecer, afanar un celular de alguno que, tarde, cruzaba la plaza y le tiró una frazada encima para distraerlo. Era “la banda de las frazadas”.

Hace poco lo recordó el compañero Julián Axat, en una de sus aguafuertes, y bien vale la cita: “Minoridad y fabricación de estigmas van de la mano. Siempre basadas en rumores, fuentes policiales y cierta fascinación vecinal por lo monstruoso, se dan la mano en el folletín semanal donde se construye el sentido común de lo delictivo y la sociedad se queda tranquila con sus chivos expiatorios.

Aunque el tiempo es el que derriba todo ese castillo mítico de mentiras. Aunque el daño ya esté hecho, y –en cuestiones de infancia vulnerable– se torne algo irreparable. La llamada ‘banda de la frazada’ es la historia de un daño irreparable. De destinos que se pierden. De asesinatos selectivos, y de un crimen de Estado por olvido y deliberación.”

El Estado, en nombre de la policía, apuntó contra ellos el 25 de julio de 2008, cuando un grupo de policías de civil se metió en La Glorieta no sin cadenas ni armas. El estigma había hecho caldo; y las consecuencias, a la vista. Y el tema de “los pibes chorros que aguantan en La Glorieta” se hizo de repercusión nacional, después de la amplia cobertura –en tren de indignación ciudadana- que los diarios locales le daban al tema. Aparecieron en TN, en informes de Telefé, en Crónica.

En esas “historias de muertes anunciadas”, como bien nos recuerda Axat, quizás la paradigmática sea la del pibe Omar Cigarán, a quien año a año se lo recuerda en la plazoleta de 115 y diagonal 80, en el Barrio Hipódromo, con un gran mural donde su rostro de pibe le hace fuerza al “gatillo fácil” del que fue víctima hasta morir. Lo cuenta de forma exacta una colega, Mariana Sidoti Gigli, en su libro “Vivir sin justicia”. Cigarán fue baleado por el policía Diego Walter Flores, en 43 y 115, pero el tribunal de justicia decidió su absolución, sentencia que está apelada.

Mientras el “mito” crecía y todo delito o hurto era atribuido a la supuesta “Banda de Frazada” de los pibitos de la plaza, muchos abogados presentaron un amparo colectivo -la CPM, la Asociación Miguel Bru y otras organizaciones- a favor de los pibes que dormían en la Plaza San Martín y que en julio de 2008 habían sido atacados por los policías de civil.

“El amparo colectivo lo presentamos en 2008 cuando fue la represión que sufrieron los chicos y chicas que estaban en la Glorieta de Plaza San Martín”, Los chicos estaban realmente viviendo situaciones de violencia policial y riesgo de muerte. En el camino, falleció un niño en la plaza, muchos de ellos contrajeron enfermedades terribles, otros están presos… Es decir, todo lo que pensábamos en aquel momento y por lo cual comenzamos a luchar desde la Asamblea Permanente por los Derechos de la Niñez (APDN), lamentablemente se cumplió”, le contaba en 2012, a la revista La Pulseada, una de las abogadas que había impulsado aquella medida de contención.

Recién en 2019 la Suprema Corte de la Provincia confirmaría un fallo del juez Arias, que había sido apelado, obligando al Estado a dar respuesta a los jóvenes en situación de calle.

Un año después, ya en 2009, poco se sabía de estos pibes y pibas, muchos los cuales hoy tendrán más de 20 años si es que lograron anteponerse, ante la siempre nula acción de contención del Estado, a una infancia que los expulsa y vulnera sus derechos de niñez más elementales.

Salir de la versión móvil