En estos duros momentos, donde la unión sudamericana que soñaron Simón Bolívar y José de San Martín parece imprescindible ante el avance de proyectos de ultraderecha en el subcontinente, cobra una estatura descomunal la figura de Juana Azurduy, la primera mujer del mundo con rango militar y personaje medular de la revolución independentista de Latinoamérica, en particular de Bolivia y Argentina.
En su larga y apasionada lucha, donde como capitana de un ejército de 200 mujeres aborígenes y mestizas derrotó a los españoles que asediaban Bolivia, supo pelear como guerrillera junto al enorme patriota y caudillo salteño Martín Miguel de Güemes, y fue homenajeada en vida por Manuel Belgrano y Simón Bolívar.
Juana Azurduy armó y comandó una escuadra denominada “Los Leales” y un cuerpo de caballería conformado por mujeres conocido como “Las Amazonas”. Asimismo, ayudó a crear una milicia de 10.000 indígenas, capitaneó varios de sus escuadrones y libró con ellos más de 30 combates
Perdió a su familia y murió pobre. Recién en 2009 fue ascendida a Generala del Ejército Argentino y Mariscal del Estado Plurinacional de Bolivia. En 2015, la entonces presidenta argentina, Cristina Fernández, y su par boliviano, Evo Morales, inauguraron en su honor una imponente estatua de bronce de nueve metros de altura en la Ciudad de Buenos Aires.
Juana nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, una población ubicada en el norte de Potosí, Bolivia. Su madre, Eulalia Bermúdez, era una mujer mestiza de Chuquisaca, hoy Sucre, y su padre, Matías Azurduy, un hacendado de raza blanca de esa región.
Ya desde niña, Juana colaboraba con su padre en el campo, donde trabajó y se relacionó con los indígenas que labraban sus tierras. Así, siendo pequeña se convirtió en una excelente jinete y pasó a dominar a la perfección el quechua y el aymara, hasta hoy en día las lenguas oficiales en Bolivia, junto con el español, el guaraní y otras treinta y tres. Quedó huérfana aún siendo muy chica, de manera que fue criada entre tíos y conventos religiosos.
Un amor revolucionario
En 1805, a una edad “adulta” para las costumbres de la época, se casó con Manuel Ascencio Padilla, hijo de los hacendados vecinos de su familia. Nació un amor incondicional. Tuvieron cinco hijos (Manuel, Mariano, Juliana, Mercedes y Luisa) y lucharon codo a codo por la causa revolucionaria.
En mayo de 1810 sus vidas cambiaron para siempre: apoyaron activamente al Ejército Auxiliar del Alto Perú enviado desde Buenos Aires, más conocido como Ejército del Norte. Su incursión, que tenía por objetivo liberar al Perú y al Alto Perú de las fuerzas realistas, convirtió a Chuquisaca nuevamente en “tierra rebelde”, luego del movimiento autonomista que en 1809 fue brutalmente reprimido por el Imperio.
Luego de la derrota de Huaqui en 1811, el ejército patriota retrocedió hasta Tucumán. Ya bajo el mando de Manuel Belgrano, en 1812 y 1813 obtendría triunfos resonantes en Tucumán y Salta, respectivamente. Hasta tanto, el azote de los realistas en el Alto Perú fueron los grupos que, mediante la guerra de guerrillas, los combatieron con ferocidad. Uno de ellos fue liderado por Manuel Padilla y su esposa, es decir, Juana Azurduy.
La Gran Comandante
En la región del Alto Perú, desde el norte de Chuquisaca en el altiplano hasta las selvas del sur, Juana armó y comandó una escuadra denominada “Los Leales” y un cuerpo de caballería conformado por mujeres conocido como “Las Amazonas”. Asimismo, ayudó a crear una milicia de más de 10.000 indígenas, capitaneó varios de sus escuadrones y libró con ellos más de 30 combates.
Como se dijo, el matrimonio perdió en la lucha a cuatro de sus cinco hijos. Pero siguió combatiendo para apoyar la embestida de las huestes de Manuel Belgrano, junto al cual pelearon en Ayohuma.
Más tarde, Juana incluso luchó embarazada de su quinto hijo, una niña, y en esas condiciones le arrebató el estandarte a un coronel realista. Ese acto llevó al General Belgrano a regalarle su propio sable, tras lo cual escribió una carta al entonces director supremo, Juan Martín de Pueyrredón, para que le concediera a Azurduy el grado de teniente coronel.
En 1816, aún embarazada, Juana sufrió una herida en la batalla de la Laguna. Al intentar rescatarla, su esposo murió en combate. Pero lo peor estaba por venir: su cuerpo fue colgado por los realistas para amedrentar a los revolucionarios. Nada de eso. Al mando de cien soldados, rescató el cuerpo en una arriesgada operación.
Guerrillera de Güemes
Luego de dar a luz, la feroz combatiente se unió a las fuerzas de Martín Miguel de Güemes, quien operaba en el norte del Alto Perú, donde a través de la guerra de guerrillas, o guerra gaucha, impidió en siete ocasiones el ingreso de los españoles por ese frente.
Luchó junto al caudillo -profundamente admirado por Belgrano y San Martín- hasta 1821, cuando aquel fue cobardemente asesinado por un salteño que peleaba para los realistas y contaba con el apoyo de la aristocracia nativa de esa provincia, la cual veía en el “general rojo” una amenaza real a su poder, a punto tal que, como gobernador elegido por una asamblea popular, había puesto en marcha una reforma agraria en favor de los gauchos y aborígenes. Los porteños festejaron su muerte.
El asesinato de Güemes alejó a Juana Azurduy del escenario militar. Sumida en la pobreza, pues sus tierras habían sido expropiadas por los realistas, del nuevo gobierno salteño apenas recibió una ayuda económica que le permitió volver a Chuquisaca en 1825. No la querían, pues veían en ella otra amenaza a sus intereses de clase.
“Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre” (Simón Bolívar, al declarar formalmente «heroína» a Juana y otorgarle el cargo de coronel)
No obstante, en ese año de 1825 y durante la celebración de la Independencia de la República de Bolivia, el pueblo la recibió con honores. Y el propio Simón Bolívar la declaró “heroína”, la ascendió a coronel, le otorgó una pensión, y dijo: “Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”.
Murió en la miseria el 25 de mayo de 1862, a los 81 años, en la provincia de Jujuy. Fue enterrada en una fosa común. Un siglo después, sus restos fueron exhumados y trasladados a un mausoleo construido en la ciudad de Sucre.
Maltratada, por razones que no hace falta explicar, por la historia oficial y liberal, Juana Azurduy hoy es una referente indiscutida para las mujeres de la región y para todos los que continúan peleando por la independencia definitiva de Bolivia, Argentina y toda América Latina.