Oportunidad
En tenis se suele hablar de errores no forzados, que si bien pueden no ser determinantes, se vuelven clave, al menos en lo psicológico.
En economía se mencionan a las expectativas como determinantes cuando algunos de los indicadores básicos sobre los cuales se mueve la actividad, se aleja de los datos objetivos para ingresar en un sendero meramente especulativo. Y en especial cuando ese indicador es el dólar, que con razón algunas veces, pero en la mayoría de los casos sin motivo aparente –ni real- es utilizado en un intento de provocar la demolición del gobierno del Frente de Todos.
Pero dicho esto, no caben dudas que al mismo tiempo que se sufre un intento desestabilizador, no es menos cierto que apelar siempre a las mismas recetas hace previsible la reacción y potencian a los especuladores y los desestabilizadores de siempre.
Y en ese sentido, hasta la semana pasada el manejo oficial se había mostrado ineficaz no sólo para contener la corrida y al mismo tiempo para frenar la sangría de dólares.
O sea, más allá de las diferencias ideológicas y de contexto, durante el gobierno de Néstor Kirchner no se dudó en apostar fuerte para provocar la baja de dólar, apenas intentaba escapar de los cauces marcados por la autoridad monetaria.
Al punto que durante el primer gobierno kirchnerista, la abundancia de dólares se convirtió en un problema ante la necesidad de emitir pesos para comprarlos, que luego se debían “esterilizar”, es decir sacar del mercado pesos mediante la emisión de bonos, que al mismo tiempo posibilitaban financiar al Estado.
Es claro, las circunstancias no son las mismas, con un incremento de la deuda de más de 100 mil millones de dólares y un acuerdo con el FMI que condiciona todas las decisiones de política económica.
Pero aún así es difícil de asimilar que el enorme superávit comercial acumulado en los últimos tres años y medio no tenga un reflejo ostensible en la acumulación de reservas, más allá de los gastos extraordinarios provocados por la suba de precios de los combustibles generados por la guerra de Rusia y Ucrania.
En este marco no extraña que desde los sectores más ligados al kirchnerismo, se viniera criticando el manejo de la política cambiaria. Al respecto se peguntan si no se debió haber sido más severos en la autorización de los pagos de importaciones en especial teniendo en cuenta las restricciones que necesariamente se iban a producir por la suba de los combustibles.
Se sabe que bajo estos mecanismos se ingresaron decenas de avionetas a un tipo de cambio oficial del dólar. También se sabe que hubo un festival de cautelares que posibilitaron la importación unos u$s 1.800 millones de dólares en productos que no eran imprescindible gracias a 10.500 medidas aprobadas por la justicia a contramano de las decisiones de los encargados del comercio exterior del país. Por ahora tampoco se sabe si esa catarata de medidas cautelares fueron apeladas y, por lo tanto, se pudo haber contenido esa sangría. Tampoco se avanzó respecto a los jueces ni se endurecieron las condiciones para poder importar en el país a contramano de las decisiones oficiales, o lisa y llanamente se limitó a acatar las disposiciones sin cuestionar su validez judicial en instancias superiores.
Es claro que resulta muy difícil implementar cualquier política de Estado, si desde el Poder Judicial se privilegia los intereses particulares a las decisiones oficiales, pero al menos cabe preguntarse si se adoptaron todas las medidas posibles para que ese accionar judicial no tenga complicaciones legales o administrativas, como por ejemplo evitar la entrega a los importadores, hasta tanto no haya sentencia firme, que desalentaría la jugada judicial.
Algo similar ocurrió con la aplicación de una tasa adicional al dólar turista, que pasó del 35% al 45% como anticipo del impuesto a las ganancias. Los críticos destacaron que esa medida lejos de desalentar las compras de estos dólares potenció la espiralización de la disparada del dólar blue y los financieros. Tampoco resultó muy feliz la iniciativa de generar una cuenta para que los turistas que ingresan al país los vendan al valor de los financieros y queda poco claro que resulte eficaz la medida de permitir el cambio de hasta u$s 5.000 al valor del dólar Bolsa o MEP.
Mientras tanto no se exploró otras posibilidades, como por ejemplo obligar a los argentinos que paguen con tarjeta sus visitas o sus compras en el exterior mediante una cuenta nominada en moneda extranjera. Eso no procura evitar que ahorristas y turistas puedan acceder al dólar implementado con estos fines, que como se recordará además del 30% de impuestos ahora debe tributar 45% adicional a cuenta del impuesto a las ganancias, pero los obligará a depositarlos en una cuenta en dólares para cancelar sus gastos en moneda extranjera.
Este procedimiento traería un par de objetivos plausibles, como ser aumentaría las cuentas en moneda extranjera hasta el momento de cancelar la obligación, que pasan a engrosar las reservas, al mismo tiempo que obligará a los bancos a pensar dos veces antes de financiar compras o turismo en dólares, dado que más allá de su capacidad crediticia, los que utilicen las tarjetas deberán demostrar su capacidad de acceder a la compra de moneda extranjera para contraer obligaciones.
¿QUÉ HACER?
Hay pocas cosas en que el oficialismo y la oposición se ponen de acuerdo. Una de ellas es que Argentina tiene ante sí una oportunidad histórica de dejar atrás sus tradicionales dificultades económicas. Estas percepciones se basan en las enormes riquezas en recursos naturales, que comienzan a generar una ecuación que a mediano y largo plazo se presentan como excelentes. En ese sentido el gasoducto Néstor Kirchner que podría estar terminado antes del invierno próximo permitiría el ahorro de miles de millones de dólares en un plazo no muy alejado e incluso permitiría exportar energía.
Pero no se trata sólo de proyecciones futuras. El último indicador del Indec mostró que en mayo la economía creció 7,4% interanual y acumula una suba en lo que va del año del 6,2%, es decir el segundo registro más altos del año. Y no es todo, la actividad industrial aumentó un 11,9 por ciento interanual en mayo 2022; la Utilización de la Capacidad Instalada en idéntico mes se ubicó en 68,4 por ciento, unos 3,3 puntos porcentuales mayor a la de igual mes de 2018 (el mejor nivel para un mayo durante el macrismo). La Tasa de Empleo en el primer trimestre de este año llegó al 43,3 por ciento, un récord para idéntico período desde que se publica a partir de 2003.
Y las cuentas fiscales más allá de los posibles planteos del Fondo, en el primer semestre se alinearon a lo acordado con el organismo, gracias a que en términos reales, los ingresos totales aumentaron en el semestre un 5,1 por ciento, mientras que los gastos primarios lo hicieron en un 11,4 por ciento. Entre estos últimos, jubilaciones y PAMI aumentaron algo más del 4 por ciento, asignaciones familiares y otras pensiones en un 11,8 por ciento, y los subsidios a la energía un 31 por ciento. Es decir, más ingreso y más gasto, especialmente concentrado en las prestaciones sociales. Además en la última semana el Tesoro Nacional logró renovar todos los vencimientos de la segunda quincena de julio y consiguió financiamiento extra por más de $190.000 millones, ayudado por el estímulo de tasas reales positivas.
Por último pese a los flojos datos de junio con un déficit comercial de 115 millones de dólares, el intercambio de la Argentina trepó ese mes a un récord de 16.979 millones de dólares y un crecimiento interanual del 20,3%, y lo más importante en el año acumula también un récord histórico de 44.377 millones de dólares en exportaciones y de 41.284 millones de dólares de importaciones con un saldo positivo de 3.093 millones muy por debajo de los resultados del mismo período en los últimos tres años, pero fuertemente influenciados por la suba de los combustibles y la decisión de los exportadores de acumular soja para forzar una devaluación.
Es decir que más allá de las especulaciones sobre la marcha del segundo semestre, Argentina se había asegurado el desembolso correspondiente a la primera mitad de año, que debería tender a apaciguar la fiebre desbocada de la corrida hacia el dólar.
En este marco no resultó menor la negativa del BID a desembolsar créditos ya acordados a favor a la Argentina, de la mano de su titular Mauricio Claver-Carone que calificó al país de insolvente. Se trata del mismo personaje que gestionó con el respaldo del ex presidente Donald Trump el crédito extraordinario del FMI por u$s 57.000 millones, de los cuales alcanzó a desembolsar u$s 44.867, en un stand by de imposible cumplimiento y que terminó renegociando Martín Guzmán antes de ser eyectado como ministro.
UNA NUEVA ERA
Sin dudas el desembarco de Sergio Massa al frente del denominado superministerio de Economía, incorporando bajo su control a los ahora desaparecidos ministerios de Desarrollo Productivo y de Agricultura, pero también sumando poder en otras áreas sensibles, como ser en la estructura del Banco Central significó un drástico giro en la situación financiera y cambiaria del país.
La drástica reducción en las cotizaciones del dólar ilegal y en los financieros, la brusca suba en las tasas de interés que dieron previsibilidad y recursos al Estado para hacer frente a las obligaciones en pesos y un horizonte más despejado en el muy corto plazo en la necesidad de acumular dólares para la compra de energía, significó un cambio rotundo que mejoró las expectativas y las condiciones objetivas en que se mueve la macroeconomía.
Es claro que se esperan las medidas concretas que este mismo miércoles anunciará el flamante superministro de Alberto Fernández, pero su nombre al menos desalentó en parte la corrida cambiaria que puso en jaque a la administración luego de la abrupta salida de Martín Guzmán del Gobierno.
Pese a lo desprolijo de las acciones del último mes, quedó en claro que la crisis más que económica, fue política, financiera y cambiaria y que apenas se sumen algunas reservas las chances de repetir medidas especulativas, como las que agitaron el panorama nacional del último mes tendrán menos posibilidades de prosperar, más allá del constante bombardeo de los grupos económicos, los economistas que juegan a su favor y de los sectores mediáticos que también le son fieles. Es decir que los fundamentos de la economía real son sólidos.
Pero dicho esto, no es menos cierto que la llegada de Sergio Massa aparece como la última oportunidad del Frente de Todos para reordenar la gestión y mostrar logros concretos para llegar a 2023 con alguna chance de evitar el regreso al poder del macrismo y sus ya prometidas medidas de ajuste y caída en los ingresos de amplios sectores populares del país.
Y si se presenta como una última chance es que se cometieron errores enormes de gestión, que fueron desde la inacción a la disparidad de criterios de los distintos sectores a cargo de la administración nacional, como ser la ya mencionada falta de capacidad para aprovechar parte del inmenso superávit comercial de los últimos años, pero también en intentos personalistas, como los de Gustavo Béliz quien en su afán de pasar a presidir el Banco Interamericano de Desarrollo generó un conflicto con Claver-Carone, que impidió el desembolso de miles de millones de dólares de los organismos (no sólo del BID sino también del Banco Mundial), que logró destrabar durante su paso por Washington la desplazada Silvina Batakis. Pero no es todo, también Béliz para congraciarse con el gobierno de Biden petardeó inversiones acordadas de China para la represa Néstor Kirchner y la Central Atómica Atucha IV, justo en momentos que más necesidad de dólares tenía el gobierno nacional.
Lo cierto es que más allá de los esperados anuncios, Massa asume buena parte del último tramo del gobierno de Alberto Fernández con urgencias claras: en primer lugar dar señales inconfundibles que finalmente hay una orientación concreta en materia económica, que si bien puede dejar descontentos a amplios sectores del Frente de Todos, se presenta como la única opción posible para evitar males mayores, en el corto, pero también en el mediano y largo plazo.
En este contexto sumar dólares para las reservas e iniciar un exitoso plan antiinflacionario parecen objetivos innegociables en este momento, no sólo para modificar las expectativas que tan hábilmente degradaron desde la oposición política, económica y mediática.
Y en ese sentido también es claro que el nuevo jefe de la Economía pueda calmar, al menos por un tiempo, los reclamos sociales que pueden desbordarse en una población asfixiada por la pérdida de poder adquisitivo frente una desenfrenada remarcación de precios.
Por eso ahora también es imprescindible sumar apoyos, para profundizar la recuperación de la situación financiera y cambiaria, condición sine-qua non para reordenar la gestión. De nada servirá indexar salarios o planes sociales si a la semana quedan desactualizados por la corrida irrefrenable de los precios. Se trata de no repetir los mismos errores que debilitaron al Frente, convertido en el último dique de contención para evitar el desembarco al gobierno de una nueva experiencia neoliberal.
Y en ese sentido algunas medidas que ya se vislumbran se presentan como muy positivas, como ser el incremento en los controles para que contrabandear y fugar dólares en la Argentina deje de ser un deporte nacional. Objetivos si se quiere pequeños, pero imprescindibles luego de los errores y horrores propios obligan a jugar el tie break del quinto set con resultado incierto, cuando el partido estaba para ganarlo por triple seis a cero.