Horacio Guarany no tuvo una vida para nada fácil, más bien todo lo contrario, por eso en sus últimos años eligió terminar en la calma de Luján, ahí cerquita de la Basílica de los milagros, para alejarse de todo lo malo; él decía que la Virgen lo ayudaba.
El grueso de los argentinos lo identifica con las canciones de protesta, aquellas que apuntaban -también con puro amor y sin rencores- contra los dictadores que se adueñaron del país en 1976. Y como tantos otros tuvo que exiliarse. Sin embargo, de todo su repertorio, de las miles de canciones grabadas en decenas de discos, apenas un 5% tienen que ver con esa valiente protesta en épocas muy difíciles para decir lo que uno sentía. Pero claro, en la vida de los grandes como lo fue Horacio, es común que en la memoria del pueblo quede grabado a fuego lo que él cantó y cantó en canciones que hicieron abrir los ojos a millones de argentinos. Su legado entonces: amor, mucho amor, y sólo algunos años de valiente protesta…
Bloque romántico de Soledad y Horacio Guarany, «Nada Tengo de Ti»:
«Que sabrán, que sabrán del amor los que te tienen; amor…amor fue mi callar por tanto tiempo, amor fue mi sufrir siempre en silencio, y es amor aún cuando te pienso» (De la canción Nada Tengo de Ti)
Nació el 15 de mayo de 1925 en Las Garzas, un pequeño pueblo ubicado en la zona del chaco santafesino, y lo bautizaron con el nombre de Eraclio Catalín Rodríguez Cereijo. Hijo de padre hachero y madre trabajadora de la tierra, las penurias vividas por su familia bajo el dominio de La Forestal, una empresa inglesa dedicada a la explotación del quebracho, grabaron a fuego la memoria de Horacio quién, años más tarde, edificaría poesías sobre la base de aquel sufrimiento.

Foto: La izquierda diario
La vida de Guarany fue un torbellino de emociones que se convirtieron en su escuela. A los seis años, sus padres no podían alimentar a aquellos catorce hijos por lo que Horacio fue enviado a vivir y a trabajar con unos familiares que tenían un boliche. Allí conoció la farra, el desacato del vino, la ternura de las mujeres de la noche. Como en cada episodio de su vida y con una sensibilidad a flor de piel, esos recuerdos se plasmaron en canciones y en enseñanzas (de la página oficial del ministerio de Cultura de la Nación).
En una de las entrevistas que le hicieron a lo largo de su extensa carrera -a Guarany no le gustaba la exposición mediática ni hablar con periodistas- contó: «Salía a varear a los caballos, tenía que aguantar a los mamados, pero aprendí mucho. Ese sacrificio que fue criarme sin mi madre fue una universidad porque me prendía de todos los que hablaban, de los payadores, de los cantores, de las mujeres de la noche… A veces las camas no alcanzaban y me sacaban de la mía, pero esas muchachas de la noche me acariciaban y para mí eran como mi madre. Cuando me ponían la mano en la cabeza yo les decía mama”.
«No tener mi madre ha sido para mí el peor castigo de la vida y hasta ahora lo siento. Pero la vida es así, éramos muchos hermanos y no podíamos estar juntos y bueno… Me dolió tanto siempre (…) Yo nunca lloré, empecé a llorar a los 24, 25 años porque para qué iba a llorar si nadie me iba a consolar. El ser humano se defiende».
Canción dedicada a esas «muchachas de la noche» con las que se crío, «La villerita»:
Ya a sus 17 años viajó a Buenos Aires a probar suerte como cantor. Trabajó de cualquier labor que encontraba mientras cantaba en bares de La Boca tangos y boleros para sobrevivir. Cuando conoce a Herminio Jiménez y José Asunción Flores, músicos paraguayos exiliados en la Argentina, tiene su golpe de suerte y comienzan sus primeras presentaciones profesional. Ellos, además, lo acercaron al Partido Comunista, signo que marcó su identidad política y musical.
«A los 17 años vine a Buenos Aires. ¿De dónde viene? me preguntaban. De donde el tiempo se hace macho. De donde las manos se quedan ciegas de tanto hachar en vano en monte ajeno. Desde donde siempre se esta solo, de donde no queda ni un solo juez o comisario amigo. Desde donde la tierra mal parida solo da algodón que nunca abriga. Donde los niños quedan ciegos para no ver el llanto de la madre. Donde las hembras mal paren bajo un techo y se sacuden la sangre y nuevamente al yugo»
Su debut en Radio Nacional (1957) fue justamente interpretando el tema de Ramón Ayala El Mensu, que narra las penurias de la vida de un peón rural. Desde entonces, sus composiciones y su repertorio se llenaron de voces que reflejaban las historias de los pueblos explotados y el sufrimiento de los trabajadores, de los humildes. Esos combativos actos poéticos lo llevaron tanto a llenar teatros en Moscú como al exilio, la persecusión y las listas negras.
DOS IMPERDIBLES CANCIONES DE AMOR Y VIDA EN ESTE CASO INTERPRETADAS POR EL CHAQUEÑO PALAVECINO:
Decía el gran cantaautor: «A los militares que me persiguieron, que me rompieron tres veces la casa, nunca los odie, digo ‘pobres tipos que tienen que llegar a esa bajeza porque por discrepar ideológicamente con un compatriota lo hechan del país, que pobre tipo, que infeliz! Es un desgraciado ese tipo. No les tengo bronca, me dan lástima, porque es tan linda la vida’.»
Y agregaba: «Es una vergüenza muy grande que todavía el hombre use esos métodos cuando discrepa con el otro. Todo lo que sea arbitrario es injusto, no se puede echar de un país a un cantor, es muy triste, me da mucha vergüenza.»
«Yo sé que un día dejarás de quererme, pero olvidar no creo que puedas olvidar, busco en el vino tu boca ensangrentada y en cada madrugada te quiero mucho más…» (de la canción «Guitarras, vinos y rosas»)
UNA LEYENDA EN COSQUÍN
Horacio Guarany pisó el escenario del Festival de Cosquín el mismo año de su inauguración, 1961. Desde entonces y con las más diversas performances, su presencia en la plaza Próspero Molina se convirtió en una leyenda. Cuando entonaba sus canciones como ”Guitarra de medianoche», “Caballo que no galopa», «Puerto de Santa Cruz», «Piel morena”, «Milonga para mi perro», “La guerrillera”, “Regalito”, «Río San Javier», «Canción del adiós”, «Memorias de una vieja canción», el público emocionado acompañaba el ritual de su presencia y lo aplaudía de pie.
Horacio grabó unos 60 discos y más de mil temas, decía que las canciones se le presentaban de repente y las escribía de un tirón
«Las canciones siempre tiene un cometido, siempre tienen un destino. Es muy raro que el que compone de verdad haga una canción por hacerla. Siempre tiene un motivo», decía el poeta.
«Cuando estaban los tontos de turno, los enanos de la mente, me prohibían cada vez que yo hablaba. Mis amigos me decían ‘no hables mas, para que hablas, para que te metes, ya te prohibieron en Cosquín, te allanaron la casa, no hables mas!’ Y yo decía: ‘pero si el cantor que se siente portavoz del pueblo, que está apoyado por el pueblo, que el pueblo lo apoya comprando sus discos, sus localidades, aplaudiéndolo…si el pueblo te apoya y cree en vos cómo no vas a decir las cosas que crees que son injustas para el pueblo, si no la decís vos que tienes micrófono y hasta cierta inmunidad por tu nombre, qué quieres que diga el obrero, el luchador, el sindicalista…yo tengo que hablar, yo tengo que decirlo’. Y como tanto me acosaban que no hable más, fue cuando compuse Si se calla el cantor, calla la vida (1972).» (Entrevista en programa Ecos de Mi Tierra)
«El mundo esta tan mal porque ha dejado de lado los verdaderos valores por los valores materiales. La gente cree que teniendo plata ya es feliz , ya es rico, ya es sano y el dinero es la negación de la vida. El peor peligro del hombre es el dinero. El dinero corrompe, destruye al hombre porque destruye los verdaderos valores. Le hace creer que es poderoso porque tiene plata. El mundo (…) está mal en todas partes porque esta edificado sobre bases falsas. Hay que cambiarlo todo. Los comunistas lo quisieron hacer y les fue para la mierda, pero quisieron hacerlo, quisieron cambiar el mundo».
Famoso por su gusto por el vino, la bebida lo hizo trastabillar mas de una vez en los escenarios, pero «la gente me perdona hasta cuando me equivoco», decía con su humor irónico característico. La historia de que en su casa de Luján llamada Plumas Verdes, salía vino en vez de agua de las canillas, cierta o no, forma parte de una de las anécdotas más divertidas de la mitologia popular.
«Yo amo el vino pero no para la borrachera. Tengo mucho respeto por el vino. Amo el vino porque es la única alegría que tiene el pobre, el trabajador, el obrero, que viene cansado, no tiene Mar del Plata, Punta del Este, no tiene riqueza pero se toma un vinito»
Horacio Guaraní murió el 13 de enero del 2017, a los 91 años. Si bien filmó películas, grabó decenas de discos, centenares de canciones, obtuvo de los más diversos premios y reconocimientos en el mundo entero, su mayor satisfacción fue formar parte para siempre del cancionero popular argentino. Su repertorio fue de amor, no de protesta.
PARA CERRAR MEMORIAS DE UNA VIEJA CANCIÓN, CON LUCIANO PEREYRA: