El presidente de España, Pedro Sánchez, viene subiendo desde hace un tiempo el tono de sus discursos contra el avance de la ultraderecha en su país y en el mundo. Hace poco, en un tramo de una intervención pública, hizo especial mención al intento golpista en Brasil contra el gobierno de Lula da Silva -hecho que definió casi como una copia del ocurrido en EEUU cuando Donald Trump perdió las elecciones-, para luego explicar en 40 segundos el modo de reconocer a un ultraderechista.
“Si querés reconocer a un ultraderechista, hay un método que no falla: siempre se opone a cualquier avance social; se opone a la subida del salario mínimo, se opone a la subida de las pensiones (jubilaciones), se opone a reducir la precariedad laboral, se opone al ingreso mínimo vital, se opone a la fiscalidad justa, se opone a las políticas de igualdad entre hombres y mujeres, niega la evidencia científica de que estamos ante una emergencia climática, y cuando no consiguen bloquear esos avances por vías democráticas porque la ciudadanía les da la espalda, lo que hacen es oponerse a la democracia y recurrir al asalto de las instituciones democráticas”, sentenció el líder socialista.
En España se ha registrado un peligroso avance del partido Vox, una fuerza que no oculta su fuerte simpatía por la dictadura que encabezó Francisco Franco desde 1936 hasta 1975, al punto que en su programa de gobierno hay proyectos inspirados en aquel “eterno” y sanguinario régimen dictatorial. Pero además, Vox es junto con Steve Bannon, el ideólogo de Donald Trump, una de las principales organizaciones que promueven la internacionalización de la ultraderecha.
De hecho, en 90 Líneas hemos dado cuenta del gran congreso ultraderechista que se llevó a cabo en Colombia el año pasado organizado por Vox y Bannon, del cual participaron el argentino Javier Milei, el pinochetista chileno José Antonio Kast, Eduardo Bolsonaro -tercer hijo del ex mandatario neofascista brasileño Jair Bolsonaro-, las huestes del ex presidente colombiano Álvaro Uribe, hombres muy cercanos al ex dictador peruano Alberto Fujimori, entre muchos otros.

Es un dato insoslayable que la ultraderecha ha crecido exponencialmente en el mundo. Y lo ha hecho reproduciendo las desigualdades que marcaron las relaciones internacionales norte-sur desde los años 60 en adelante: en Europa y en EEUU son filoproteccionistas y/o nacionalistas, mientras que en Latinoamérica son ultraliberales. Un solo ejemplo: en EEUU Donald Trump defendió a los trabajadores estadounidenses (mientras que deportó a los inmigrantes, claro); en nuestro país, desde Milei hasta Macri-Bullrich proponen ajustes brutales y reformas previsionales y laborales que condenarían a obreros y jubilados al mismísimo infierno.
Son antidemócratas que usan la democracia
Las palabras de Pedro Sánchez son durísimas, aunque el presidente español las haya pronunciado con su característico tono tranquilo. “Si los ultraderechistas no consiguen acabar con los avances sociales por vías democráticas, atacarán a la democracia”, subrayó, como ya se vio en EEUU y en Brasil, solo por poner los dos ejemplos más bizarros (en Perú tumbaron al presidente de izquierda, en Bolivia dieron un golpe al estilo de los 70, en Argentina intentaron matar a la vicepresidenta para luego inhabilitarla políticamente, etc).
Un ultraderechista, ante todo, no es democrático. Utiliza la democracia para llegar a sitios de poder, pero luego, desde allí, arremete contra los derechos sociales y laborales de los ciudadanos.
Y ojo, porque la ultraderecha argentina no es solo Milei o Espert, en absoluto. Hay un vasto sector de JxC que impulsa las mismas ideas y métodos, con Patricia Bullrich -el alfil de Mauricio Macri- a la cabeza; pero no es la única.
Siempre proponen lo mismo: mano dura, militares en las calles (valdría recordar que dos países latinoamericanos que lo hicieron, como Colombia y México, entraron en una espiral de violencia extrema de la cual no pueden salir), privatizar o hasta eliminar todo lo que esté en manos del Estado (incluyendo, desde ya, el régimen previsional), licuar las leyes laborales (su ideal es la reforma de Bolsonaro, que posibilitaba hacer contratos de trabajo por una hora), suprimir todas las redes de contención social, consolidar un 50-60% de pobreza estructural para terminar de liquidar la idea de la movilidad social, pauperizar definitivamente la educación y la salud públicas, etc.
ultraderecha

¿Cómo crean el clima para atacar a la democracia? “En primer lugar, comienzan con mentiras tratando de ilegítimo al gobierno democrático elegido por los ciudadanos; se continúa con una escalada de violencia verbal, de insultos, de crispación y de intento de polarización, y se acaba en el asalto a las instituciones democráticas”, enumeró Pedro Sánchez en otro pasaje.
¿Demasiados parecidos con lo que viene ocurriendo en estas pampas? No es casualidad. Viene pasando. Está pasando. “Nos están avisando”. Si miramos para otro lado, la responsabilidad corre únicamente por nuestra cuenta.