Por Jorge Garacotche *
Buenos días, en mi turno en La Barra Beatles irá un homenaje. Hace un par de semanas fui invitado a una peña que se organizó en el histórico Club Comunicaciones, en el porteño barrio de la Agronomía. Mucha gente, de distintas edades, mucha alegría sin disimular y ganas de juntarse alrededor de un fogón imaginario. Fue en uno de los salones cerrados del club, que en tiempos de aquellos carnavales de los 60 y 70’s se llenaba de pibes y pibas bailando junto a los grupos de moda y a precios económicos.
Acá me pasó que quedé cara a cara frente a una cosa bellísima que produce la música: una de esas canciones que suenan de golpe y toda la gente sale a bailar, como un viejo llamado de amor indio. Había un grupo por comenzar su actuación en el escenario, alguien del club los presentó y habló de la tragedia que vemos en Jujuy cada día y que solo pocos canales muestran. Docentes que ganan entre 30 y 50 lucas salieron a protestar y los herederos de la Dictadura Militar, los que firmaban los fusilamientos en 2001, resulta que ahora tienen soluciones, mientras reprimen salvajemente para avisar sobre sus futuros planes. Quizá lo que vemos es un ensayo en público de lo que vendrá, pero sin música y con muchas explosiones.
La gente aplaudió con solidaridad humanista, muchos y muchas estamos conmovidos por esta salvajada. La mujer terminó su arenga y el grupo arrancó con toda la polenta. Empezaba a sonar «Viva Jujuy», un temazo, de los grandes exitazos del histórico folclore argento. Pocas veces escuchamos una canción que desate tanta alegría, alegría que es multiplicada porque siempre vimos a quienes habitan una de las zonas más abandonadas del país bailar, saltar, sonreír al viento, de manera envidiable. Acá hay más de un gil que teniendo mucho más que aquellos, lo tenemos que ver jugando al sufrido, al deprimido que no puede consumir todo lo que los medios le exigen tener. Fue increíble como en cuestión de segundos la gente llenó la pista, ahí pensé «qué lujo tremendo componer una canción que levante a la gente de ese modo, provistos de una enorme alegría festiva». Qué privilegio, qué satisfacción, y qué suerte haber estado justo ahí para verlo.
Después tengo que soportar a la gilada porteña diciendo que el folclore acá no funciona, ¿y esto que me tocó ver? ¿y esa felicidad desparramada por tanta gente que ya no importa de dónde carajo es? ¿a quién le importa el lugar en donde está parado cuando la fiesta nos arranca y nos lleva a su mundo maravilloso? Y es mucho más sanador si dura poco, así cuando lo vivimos nos hace más felices y lo valoramos aún más.
Qué temazo «Viva Jujuy», ¿cómo no va a ser un clasicazo? Acá voy a recordar la versión que más me gusta, la de la tucumana Mercedes Sosa, que de esto algo conocía. Que fue una de las responsables de que el folclore argentino ignore las fronteras y sea universal; que salte del campo a las ciudades chicas o grandes, recorriendo fogones, lugares de trabajo, fábricas, talleres, clubes y cumpleaños, radios y televisores. Alguna vez habrá que dar cuenta de lo que significa la Cultura Argentina en el mundo. De los nombres de artistas nuestros que se metieron en lugares desconocidos para dar a conocer una historia mágica, una mitología distinta sin monstruos marinos ni animales fantásticos, con gente de carne hueso que también creaba mitos, fábulas, relatos sabios y enseñanzas simples que conectaron a generaciones entre sí sin el salvoconducto europeísta.
Claro que toda vez que uno deje crecer ese maldito prejuicio que encanta a los tilingos va a creer que está por fuera de esa mística, pero tiene cura y es sencilla: uno se acerca a los barrios y la historia se encarga de envolverlo. Se deja llevar por la majestuosidad de esos rostros desconocidos y de inmediato percibe que hace mucho que pertenece a estas tierras, quizá no lo pensó, o cuando se lo dijeron se sintió avergonzado. Grave error, no hay ningún motivo para sentir vergüenza cuando alguien es genuino, agradecido, se deja contagiar, o simplemente se deja caminar por las sensaciones que suben desde esa tierra que uno pisa sin escuchar su historia. Hay que oírla, permitirle cantar, puede ser triste o divertida, pero jamás va a ser careta, no está diseñada en ningún escritorio, ni se compra ni se vende.
Y volviendo a este verdadero temazo que me encantaría que vuelvan a visitar, les cuento que si no recuerdo mal el charango lo toca el eterno Jaime Torres. La intro de guitarra, que es sencillamente espectacular, levanta hasta a las llamas, seguro que es obra del compañero de aventuras de Mercedes: el capo Oscar Matus.
El homenaje más sincero y mi total solidaridad para con las trabajadoras y trabajadores de Jujuy. Se los dice un porteño que no es de esos boludos que se acalambra de tanto mirar para otro lado.
*Jorge Garacotche: músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15. Bs. As.