Steve Hackett en Buenos Aires

Crédito imagen: Rolling Stone

Buenos días desde La Barra Beatles. Se dice que en el álbum Sgt Peppers, de 1967, Los Beatles abren una puerta llamada “Rock Progresivo”, esta teoría es para un posterior debate. Lo cierto es que a raíz de esa etapa comenzaron a surgir, primero en Inglaterra y luego en muchos países, una serie de músicos, solistas y bandas que bajo ese rótulo le dieron una vuelta de tuerca al movimiento. Una de las bandas más importantes en ese estilo es Genesis. El pasado viernes 25 de agosto se presentó en el estadio Luna Park el ex guitarrista de Genesis, Steve Hackett, junto a la banda local Genetics, grupo especialista en recrear el material de la descomunal banda inglesa que brillara en los setentas y ochentas. Se dieron cita muchos fantasmas que suele convocar la música de otro tiempo, a esta altura transformada en atemporal. Fueron llegando gente que no suele acudir a conciertos, amigos con un lindo argumento para volver a juntarse, pibes y pibas que cuando Genesis hacía de las suyas ni siquiera estaban planeados. Parejas con sus hijos e hijas tratando de reforzar aquello que siempre contaron mientras escuchaban esas canciones. El Club de la Melancolía otra vez organizaba un evento y allí estábamos sus socios tan vitalicios como felices. Se iba a rememorar el disco doble “Second out”, publicado en el lejanísimo 1977 y que fuera grabado durante una gira en la ciudad de París.

Jorge Garacotche*

Allá por el mes de marzo de 2023 me enteré por las redes -comentario moderno- de una nueva visita del gran Steve Hackett, esta vez no con su banda sino para sumarse a Genetics, grupo argentino que desde hace muchos años realiza tributos a Genesis; algunos los recordarán de su etapa bajo el nombre de Rael. Le comenté esto a mi hija Malena quien, de inmediato, ingresó en esas redes para averiguar fecha, precio de las entradas, horarios, como para ir preparando el asunto. A partir de aquellos días cada miércoles que nos reunimos a almorzar en algún momento pensábamos en eso de “cuánto falta para el recital”, incluso creyendo que los meses, al vernos tan ansiosos, corrían más lento que de costumbre.

Y llegó el día. En la esquina del Luna nos fuimos reuniendo varios amigos en estado de emoción, con algunos compartimos chats diarios y les aseguro que la manija a esa altura era fatal. Malena con sus 25 años era una excepción, nos ayudó a bajar el promedio de edad de esa banda que se reunía a esperar la hora de largada. Ella los miraba con admiración, tipos que venían de otra época escuchando esas canciones que ella también conocía; nosotros la mirábamos a ella como una prolongación de nuestros mejores deseos, soñando que esa música maravillosa persista.

En un momento tuve el primer llamado del espíritu de transmisión. Entonces di un paso hacia atrás para observar mejor el cuadro. Allí comenzaron a llover los pensamientos que acuden prolijamente para husmear, para ver qué hicimos, dónde estuvimos, qué nos hizo flashear, cuáles son los recuerdos que sobrevivieron a todo lo feo que vimos, a las tonterías que escuchamos, por esos nos dimos cita ahí, como frente a un templo que reúne amigos de lo eterno.

Cuando una mujer nos dice que está embarazada empiezan a llegar decenas de deseos, responsabilidades, sueños, miedos, una sincera necesidad de transmitir aquellas mejores cosas que tenemos, las que creemos importantes, básicas, los valores que llevamos como bandera. Y allí aparecen dos cosas que nos acompañan desde hace mucho: nuestro equipo de fútbol y la música. Que es como darles una identidad, una pasión, y, sobre todo, un lugar para compartir bien cerca nuestro.

Malena me recordaba las veces que íbamos en el auto y yo ponía cassettes o cds de Genesis, entonces yo subía el volumen y empezaban a ocupar un lugar en el coche las anécdotas, los recuerdos, mirar esas tapas maravillosas de los discos, las revistas de rock, las noches largas con amigos, amigas, novias, las horas en los parques con un radiograbador sonando como podía, con esos parlantes heroicos que se esforzaban a más no poder. Y en medio de los recuerdos, el auto parecía un colectivo lleno de pasajeros melómanos.

Se apagaron las luces, los gritos empezaron a hacerse oír y comenzó a sonar un tema de Hackett de su etapa solista, luego le siguieron dos más. Al rato se oyeron los cuatro golpes del conteo, como en “Second out”, y empezó la poderosa introducción de “Squonk”, un musicalizado relato acerca de ese bichito imaginario de una leyenda yankee, aquel que constantemente llora porque se sabe feo, esto lo hace fácil presa de los cazadores, quienes solo deben seguir la huella de esas lágrimas, pero al sentirse acorralado el Squonk se disolverá en lágrimas. ¿Verdadero o falso? Se preguntan en la info del disco.

¿Será verdadero o falso que estoy con mi hija en Buenos Aires escuchando esta canción? ¿Se sentará junto a nosotros el Squonk? ¿Le diremos que lo vamos a abrazar con mística argenta así llora junto a nosotros, pero de la emoción?. En un libro de Jorge Luis Borges se hace mención a la leyenda del Squonk.

En un momento escribí en un grupo de chat y lo compartí en varios otros: “Esto es increíble, escuchar en Argentina, por un Genesis, “The carpet crawllers”.

Una discusión vieja sobre la traducción: ¿Gateando sobre la alfombra o Los reptiles de la alfombra?. Una canción que admira mucha gente, dueña de una melodía de las más hermosas que conocí, aquella que en los estribillos repite, a modo de mantra, una frase filosófica: “Tenemos que entrar para poder salir”.

Llamativa la perfecta ejecución de los bellos arpegios del piano en las manos de Horacio Pozzo, enorme tecladista que cargó con una de las máximas responsabilidades de la noche. Escuchar en vivo esas notas largas que Steve suelta en los estribillos, que nos hace buscar en esa Gibson Less Paul la voz de esa corista que no está, o al menos no la vemos, pero la guitarra la invoca.

Durante algunos años pensaba que “Robbery, assault and battery” era el mejor tema del rock progresivo mundial. Está sonando y me cuesta creerlo, hago un esfuerzo, la miro a Malena y ella con la cabeza hace una señal de sorpresa, pero certifica que es cierto.

Impresionante la línea de batería que acá Daniel Rawsi toca a la perfección, los mismos dibujos, los fills que hicieron historia. El bajista Claudio Lafalce está ahí empoderando la base de la canción, empuja, pone ritmo, hace que todo camine por el estadio. Ya a esta altura de la jornada empiezo a buscar un sombrero para ponerme de pie y hacerle una reverencia a Genetics, un orgullo argentino. Al final Malena salta, se para y aplaude a rabiar, ella es otro orgullo argentino.

Suena el primer acorde de “Afterglow” y Malena estalla, lo reconoce y esto vuelve a hacerme sentir ancho, ya no entro en la butaca. Le confiesa a mi corazón exaltado que es una de sus canciones favoritas.

Llega el momento más fuerte de la noche, a mi criterio, es el summun: la canción “Firth of fifty”, de la que hemos escuchado algunas traducciones de ese título, la más conocida es “Quinto de quinto”, traducido por otros como “La ría de la quinta”, pero la discusión no tenía fin. La cuestión es que acá brilla uno de los mejores solos de guitarra de la historia, y no solo del rock mundial, esta sucesión de hermosas notas y figuras excede al rock. Estoy seguro que una gran parte de lo que pensamos sobre Hackett como guitarrista se debe precisamente al solo de este tema. Hay un motivo por el que pasan primero la flauta, luego el piano y por último la guitarra, antes y después Hackett se encargará de recorrer cada rincón de la campiña inglesa, y nosotros ahí para mirar.

Vuelvo a pensar en lo increíble de estar acá, a veces uno toma grandes decisiones y se decide a dar el presente cuando sucede algo maravilloso. Ahí debemos aplaudirnos.

Comienzo a pensar que el trabajo del cantante Tomás Price, acá sumando su flauta traversa, es verdaderamente extraordinario. Todas estas canciones son muy complejas, tanto esas notas que se van hilvanando de manera sublime como la interpretación de cada palabra, esa entonación extraña, distinta, nada convencional, pero que no es solo cuestión de escuchar mucho los temas, acá Tomás exhibe una carga sentimental que se suma al clima exquisito y navega como si todo eso fuera propio, algo muy complejo de representar.

En algunos temas el laburo del guitarrista Leo Fernández lo para al lado de Hackett, y ojo que no exagero ni lo digo llevado por un nacionalismo berreta, es notable lo que hace, seguramente es el más presionado. Te la encargo estar a unos metros de semejante monstruo y dar la batalla, este tipo sí que la tenía difícil, por esa razón todos lo aplaudimos con ganas, quizá sabiendo esto.

Malena vibra y yo, en la locura total, trato de acompañarla, es que Hackett anuncia: “este es un tema corto y fácil”, dando comienzo a “Supper´s ready”.

Por un momento pierdo contacto con todo lo que me rodea, quizá empujado por las luces que, alocadas, nos envuelven, se enredan y entorpecen el contacto con lo terrenal. Se me vienen a la cabeza tantas imágenes que no puedo ordenarlas, no respetan la cronología, saltan de acá para allá y yo corro detrás de lo imposible de alcanzar. Me resuena la voz de una novia que alguna vez me dijo:

-¿Te acordás cuando íbamos a la noche al parque Los Andes, llevabas tu radiograbador Toshiba y me hacías escuchar todos los días un disco en vivo de Genesis que habías comprado y me explicabas todo lo que sonaba ahí, lo que hacía la batería, las partes del bajo, lo que tocaban el tecladista y el violero y yo te escuchaba atenta como nunca? Tenía 16 años, no entendía nada, ni siquiera tocaba un instrumento, pero ¿sabés qué me pasaba? A mí nadie me explicaba nada, todos me enseñaban con un tono autoritario, como si amenazaran con retarme si no entendía, entonces yo me ponía mal y se me hacía todo más difícil. Pero esto era distinto, vos me contabas todo eso con pasión, yo me decía a mí misma “este me cuenta todo esto para que lo comparta con él, para que al meterme en sus pasiones yo lo quiera más, era un homenaje al amor, a la ternura, entonces me esforzaba tanto que al final me parece que entendía todo”.

La magia de la música no conoce imposibles, ignora fronteras, es un lenguaje que se habla en todo el universo, nos comunica con los demás, confiesa nuestros más profundos sentimientos poniéndonos al lado de las personas que nos van a querer, aunque sea por un tiempo corto.

Está sonando uno de mis temas favoritos: “Cinema show”. Enorme trabajo del cantante Tomás. Acá, como en otros temas, se suma un baterista invitado: nuestro conocido Jorge Araujo, otro capo total. Tan consustanciado con lo homenajeado como el resto de la banda. A todo esto lo veía a Hackett en un estado de felicidad contagioso, miraba hacia los costados como comprobando la presencia de los aliados, entonces regresaba a su guitarra y todo parecía sonar más convincente, bañado en el arroyo complaciente de lo colectivo. Lejos de su casa pero tan cerca de sus mejores cosas, esas que le dieron una vida más hermosa, que lo metieron en la Historia y como protagonista de lo bello.

En la despedida sonaron “Vuelo en un parabrisas”, de “El cordero se acuesta en Broadway” y “Los endos”, que significa “Los finales”, tal como me dijo alguna vez el enorme periodista Gustavo Bolasini, pero acá no había final, con Malena nos miramos expresando el mejor de los “Para siempre”.

Afuera el frío de Buenos Aires hacía lo suyo, la gente caminaba sin parar de hablar, de la tristeza no teníamos ni noción, nosotros íbamos eufóricos, sabiendo que estábamos ahora aún más cerca y esa fue la gran noticia de la noche. Uno hace muy bien en llevar a sus hijos e hijas a la cancha, a un recital, o sentarse a mirar un partido por la televisión, es como una lluvia de puentes, por si hicieran falta, pero uno los construye igual, los cruza, va y viene y en cada pasada es más feliz. Percibe que si transmite vivencias profundas, verdaderas, sentidas, será mejor persona, ayudará a ser mejor persona, y ese es el gran capital. Si conseguimos apilar en una mesa un fajo de sensaciones, una pila de emociones, sabremos que somos millonarios, se tendrá la gran noticia al comprobar que jamás iremos a la quiebra porque ese es un capital constante, el corazón es el mejor pagador de intereses.

Tendría que escribirle un mail a Steve Hackett y agradecerle por semejante música, por esa gira  mágica y misteriosa, pero, fundamentalmente, para darle las gracias por haberme puesto más cerca de Malena, sabiendo que ese es mi lugar en el mundo. ¿Te das cuenta, Steve, que vos tenés la posta?

Jorge Garacotche: músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15. CABA.

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