4 años más de socialismo
Antes que nada, creemos necesario explicar brevemente el sistema político español y la forma de elegir presidente, pues difiere totalmente de la argentina.
España no es una república sino una monarquía parlamentaria. Es decir que el jefe de Estado, en rigor, es el rey Felipe VI. Aunque en la práctica, hace añares que el rey de España cumple funciones más protocolares que otra cosa, al tiempo que hace las veces de ‘embajador’ de los intereses del país ante el mundo.
¿Y cómo se elige presidente o presidenta? Bien, cuando los españoles y españolas van a las urnas, como lo hicieron el domingo 23 de julio de 2023, no votan candidato a presidente sino que votan una lista de diputados. Y si bien los electores saben perfectamente que el postulante a la presidencia es quien encabeza esa lista de diputados, luego ello debe quedar refrendado en el denominado, precisamente, Congreso de los Diputados.
Seguimos. El Congreso tiene 350 diputados, y para que el hombre o mujer que postula una fuerza política sea elegido debe contar con el apoyo de una ‘mayoría absoluta’, o sea, la mitad más uno, es decir, 176 diputados. En caso de que nadie llegue a ese número, 48 horas después se puede llamar a una segunda votación en el Congreso donde el postulante quedaría consagrado con ‘mayoría simple’, ergo, más votos positivos que negativos.
Como vimos, el actual presidente socialista Pedro Sánchez cuenta con el apoyo de 179 diputados de su partido y de otras fuerzas políticas.
¿El Partido Socialista salió primero en las elecciones de julio último? No. El que sacó más votos fue el derechista Partido Popular (muy ‘amigo’ del Pro argentino); el socialismo fue segundo; la coalición de izquierda Sumar, tercera, y el ultraderechista Vox (socio de La Libertad Avanza) ocupó un inesperado cuarto lugar: esperaban salir terceros y, sumando sus diputados a los del Partido Popular, llegar al gobierno. Intentaron formar gobierno, pero no pudieron. Y es que la derecha/ultraderecha solamente tenía diputados de esas dos fuerzas (PP y Vox) y la suma no les dio para mayoría absoluta ni simple.
Entonces, Pedro Sánchez empezó a tejer alianzas. Una se daba por hecha: con Sumar. Pero además obtuvo el apoyo de los diputados de Ezquerra (izquierda) Republicana de Catalunya, de Junts per Catalunya (independentistas catalanes), del Partido Nacionalista Vasco, del Bloque Nacionalista Gallego, de EH Bildu (independentistas vascos) y de Coalición Canaria. Total: 179 diputados, contando desde ya los del bloque socialista que es el mayoritario de esta flamante coalición.
La “jugada maestra” para derrotar a la derecha ultra
El pasado 28 de mayo hubo en España elecciones autonómicas (provinciales, en argentino) y municipales. O sea que se eligieron a los presidentes de las 17 Comunidades Autónomas (equivalentes a nuestros gobernadores) y a los alcaldes de todos los municipios del país. Y la izquierda, con los socialistas a la cabeza, sufrió una durísima derrota ante la derecha, representada principalmente por el Partido Popular pero también por el ultraderechista Vox, una fuerza que reivindica la dictadura de Francisco Franco y que mantiene fluidos contactos con Milei pero sobre todo con Victoria Villarruel.
Mientras aquel domingo de mayo los derechistas festejaban por todo lo alto, el presidente socialista Pedro Sánchez sacó ‘un conejo de la vieja chistera’, como canta Joan Manuel Serrat, y esa misma noche dijo que las elecciones presidenciales se adelantaban para el 23 de julio, es decir, menos de dos meses, cuando en el cronograma electoral original estaban pautadas para noviembre. Ergo: las anticipó ¡cuatro meses! y de manera sorpresiva. ¿Puede el presidente de España hacer eso? Sí. De lo contrario no lo hubiese hecho.
Al día siguiente, el lunes 29 de mayo, Sánchez salió con los tapones de punta a hacer campaña contra la posible entronización de un gobierno de derecha radical en España, producto de una eventual alianza entre el PP y los neofranquistas de Vox. ¿Jugada arriesgada? Mucho. Pero quien no arriesga, (dicen que) no gana.
Si bien en julio el PP hizo una gran elección, obtuvo 136 diputados cuando estaban convencidos de que llegarían a 150. Pero lo que terminó de desmoronar un gobierno español de derecha/ultraderecha fue la inesperada y tremenda caída de los extremistas de Vox, que pasaron de los 52 diputados obtenidos en 2019 a solamente 33.
Conclusión, los españoles y españolas le dijeron que no a la ultraderecha, y ahora tendrán durante cuatro años más un gobierno socialista y democrático.