la asunción de javier milei
Por Carlos Altavista.-
Esta nota, o una similar, iba a publicarse originalmente el domingo 10 de diciembre. Pero a fin de evitar el calificativo de agoreros (“que anuncian o predicen males o desgracias”, según la RAE) preferimos esperar al discurso de asunción de Javier Milei. Y como el nuevo presidente ya anunció y predijo todos los males y desgracias posibles y más también, intentaremos abordar dos aspectos que escapan a la vorágine de las noticias diarias, las cuales hoy en día, para peor, circulan mayormente por redes sociales, o sea, un millón de veces más incompletas y sesgadas que en la TV. Uno de esos dos aspectos tiene que ver con el gigantesco retroceso que experimentará el país en materia económica y social a partir de ahora; el otro, con la flagrante mentira de una supuesta “Argentina potencia” antes de que se instaure la democracia en 1916.
Lamentablemente, el día que deberíamos haber visto o protagonizado una manifestación multitudinaria en el microcentro porteño y en las principales ciudades del país para festejar 40 años ininterrumpidos de democracia en la Patria, nos enteramos de que llevamos “100 años de fracasos”, que para empezar a solucionarlos se viene un feroz ajuste en formato shock porque “todos los programas de gradualismo terminaron mal, mientras que todos los programas de shock, salvo el de 1959, fueron exitosos”, y que ese ajuste en modo shock “naturalmente impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes” y que, por ende, “habrá estanflación”.
Desde este medio nunca juzgamos, ni siquiera nos aventuramos a analizar, el voto a un partido de extrema derecha que ganó el balotaje prometiendo un brutal ajuste sobre una sociedad con un 44% de pobreza (62%, niños, niñas y adolescentes) y casi la mitad de la población económicamente activa (PEA) en situación de informalidad laboral. Y no por aquello de que “el pueblo nunca se equivoca” al votar, pues sobran ejemplos en la historia no sólo argentina sino mundial de que hubo pueblos que se autoinmolaron en las urnas, sino porque somos demócratas y respetamos la voluntad popular, más allá de que no coincidamos en absoluto con la eventual decisión de una mayoría. Me inclino por la sabiduría simple y directa de un gran amigo ingeniero (aclaro su profesión porque quizás sea tan simple y directo precisamente por ser ingeniero): “La gente protesta con lo que tiene a mano. Y la gente está muy enojada”. Veremos.
A lo que sí dedicaremos unas líneas, aunque ya lo hemos hecho en otras notas, es a tratar de comprender ese enojo. Cuatro años nefastos de la mano del macrismo, más cuatro años de debilidad absoluta ante el poder real para torcer el rumbo heredado en 2019 por parte del albertismo, arroja como resultado casi una década de penurias. En nuestra opinión, de estas penurias se salía tomando el camino exactamente opuesto al que se va a tomar. Pero una mayoría decidió que no. Es lo que hay, dirían los españoles.
2 de abril de 1976
El 2 de abril es una fecha muy cara para los verdaderos argentinos de bien, y el año 1976, el más aciago de la historia. Pero en fin, fue un 2 de abril de 1976 cuando José Alfredo Martínez de Hoz, miembro de una familia de terratenientes que en 1806 apoyó las invasiones inglesas, mucho después cofundó la Sociedad Rural Argentina, y tras la conquista del desierto se benefició con 2.500.000 hectáreas robadas a los indígenas, anunció el programa económico de la dictadura cívico-militar instaurada el 24 de marzo de aquel año.
Escuchando el siguiente informe de poquito más de 6 minutos que realizó Radio Perfil es posible trazar numerosos paralelismos entre los postulados de Martínez de Hoz y los de Milei. Vale la pena repasarlo. Y quien quiera “deleitarse” con las dos horas durante las cuales el ministro de Economía de la dictadura detalló los lineamientos del plan de desguace de la industria nacional y el trabajo argentino que se avecinaba, no tiene más que buscarlo en Google.
Los parecidos son tan claros que ponen la piel de gallina. “Naturalmente (el shock) impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes. Habrá estanflación”, sentenció Milei, como si no hubiese otro camino a seguir (claro, para los objetivos del poder económico que él representa, quizás no lo haya).
Por ello el título que elegimos para este artículo reza “cuatro décadas de democracia para retroceder 47 años”, porque son los años que, en reversa, nos sitúan en 1976. No por nada, un exhaustivo análisis que realizó antes de las elecciones el subdirector del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), Guillermo Oglietti, concluyó que el programa económico que Milei presentó ante la Junta Nacional Electoral tiene “un 68% de similitudes con el que puso en funcionamiento Martínez de Hoz en la Dictadura” y “un 70% con la política económica impulsada por Cavallo, Menem y De la Rúa” entre 1989 y 2001. (Ver El 90% del Plan Milei es igual al de la Dictadura, Cavallo y Macri).
Un artículo del diario Clarín afirma que “con el golpe militar, en poco más de un mes el nivel del salario real bajó drásticamente en más de 40%”. Es decir que en apenas 30 días desde que la entente cívico-militar se instaló en la Casa Rosada, los sueldos de los trabajadores y trabajadoras perdieron un 40% de poder adquisitivo. ¿Cómo? Los haberes se congelaron (se anularon las hoy conocidas como paritarias) y los precios se liberaron, alcanzando en ese primer año un incremento promedio del 450%.
Argumentos, ni memes ni TikTok: “En 1976, los aumentos, deudores todavía del ‘shock’ de precios del Rodrigazo, se acercaron al 450%. Hasta la caída de la dictadura, en 1983, la tasa de inflación anual promedió un 200%. Es decir que cada año las cosas salían en promedio tres veces más que el anterior. Todo el plan económico fue diseñado por José Martínez de Hoz, empresario y ministro de Economía desde marzo de 1976 hasta marzo de 1981. Dio por terminada la sustitución de importaciones, cambió el eje de la economía de la producción industrial a la especulación financiera, alimentada por las variaciones del tipo de cambio y la velocidad de los aumentos. A eso se sumó el congelamiento de los salarios (sostenido mediante la prohibición del derecho a huelga y la intervención de todos los sindicatos). Y el hecho de que, además, se estaba generando un endeudamiento externo brutal, que pasó de menos de 8 mil millones de dólares al finalizar 1975 a más de 45 mil millones en 1983” (Historia de la inflación en Argentina: tercera parte – Luis Paz, 29 de junio de 2023).
El anunciado plan económico-social de la ultraderecha, como el de 1976, es un “plan de clase”. Al hueso: se busca terminar de transferir recursos desde las clases trabajadoras a la clase alta hasta lograr una pobreza estructural en torno al 60/65% e instalar una desigualdad social perenne, es decir, el modelo mexicano de los 70 años previos a la llegada de Andrés Manuel López Obrador al gobierno.
Un plan clasista
Vale reiterarlo una y mil veces: es un plan socioeconómico de clase, clasista. Si no comprendemos eso nos confundirán desde las pantallas (de TV o de computadoras y celulares) y no podremos comprender quiénes nos hacen daño y con qué objetivo, algo que ocurrió incontables veces en la historia argentina.
Respecto del plan clasista, hubo una muestra en Brasil con el también ultraderechista Jair Bolsonaro (quien vino a la asunción de Milei, mientras que el presidente de la principal economía latinoamericana, Lula da Silva, no lo hizo). En sus presidencias 2003-2007 y 2007- 2011, Lula sacó a 60 millones de brasileños y brasileñas de la pobreza, mientras que en apenas cuatro años (2018-2022) Bolsonaro sumergió a casi 20 millones directamente en la indigencia (El número de pobres en Brasil se dispara – SWI, 2 de diciembre de 2022).
Ese modelo de país, que existió hasta 1916 y que tanto añoran Milei, Macri y Cía, requiere de una clase todopoderosa y de una sociedad mayoritariamente empobrecida que le sirve a la anterior como mano de obra barata. Es por ello que la irrupción del peronismo, que en 1954 revirtió el histórico reparto de ganancias sobre el PBI a favor del Trabajo en desmedro del Capital, fue, es y será -si es que se reestructura fuertemente y sigue siendo una fuerza política potente- el enemigo público número 1, 2, 3 y más también de la clase dominante argentina.
Como tras el golpe del ‘55 no murió la rabia (el peronismo) aunque exiliaron al perro (Juan D. Perón) durante casi 20 años, el movimiento obrero organizado (por el peronismo entre 1945 y 1955) resistió todos los embates de destruir las conquistas sociales y laborales y la industria nacional. Fue así que en 1974, merced al Pacto Social que promovió el ministro de Economía de Héctor J. Cámpora, José Ber Gelbard, la inflación se mantuvo por debajo del 24%, el índice de industrialización alcanzó su pico histórico (Héctor Méndez, ex titular de la UIA, 2 de septiembre de 2015), la desocupación fue del 2,7% (técnicamente, pleno empleo), la pobreza del 8% y la informalidad laboral del 10% (Chequeado, 29 de abril de 2015).
Ese año, así como en 1954 y en un muy posterior 2015, en la distribución del PBI el Trabajo volvió a superar al Capital. Por ello, 1954, 1974 y 2015 representan tres puntos negros-negrísimos para los liberales argentinos (ver gráfico). No son casuales los golpes de 1955 y 1976 y la furibunda guerra mediático-judicial que le declararon a Cristina Fernández de Kirchner.
Después de aquel 1974 con índices industriales, socioeconómicos, educativos y culturales que “superaban incluso a los de algunos países europeos” (Felipe Pigna – El País, 7 de julio de 2016), vino la dictadura con su plan de clase. Para 1982, la participación de los trabajadores y trabajadoras en el PBI había pasado del 51% a menos del 25%. Eso se denomina transferencia de recursos, que es lo que comenzará a suceder ahora, pero con una enorme diferencia: si bien la desocupación actual es baja (6,2%), la pobreza ya no es del 8% como en 1974 sino del 44% (según la UCA) y del 62% en niños, niñas y adolescentes, y la informalidad laboral ya no es del 10% como en aquel año sino del 47,6%.
Además, se da un nuevo fenómeno como el de trabajadores registrados (formales) por debajo de la línea de la pobreza. Eso es consecuencia de que el gobierno albertista, autopercibido peronista, no hizo peronismo y no se plantó ante el poder real, el cual acrecentó ganancias desde la pandemia de una forma pornográfica:
-En 2021, el 10% de la población argentina concentró el 58% de la riqueza total de los hogares.
–De las 16 familias más ricas del país, 12 tienen empresas en paraísos fiscales. De esta forma, ocultan sus fortunas y evaden impuestos.
–Entre 2015 y 2019, durante la presidencia de Mauricio Macri, se fugaron más de 86 mil millones de dólares. La cifra equivale a dos veces la deuda externa de 44 mil millones de dólares que el país tiene con el FMI.
-En 2020, la fortuna de las familias más ricas del país se incrementó en un 6,3%, mientras que en 2021 el promedio fue del 22,4%. El patrimonio comercial declarado de estos asciende a más de 36 mil millones de dólares. Pese a este crecimiento, varios de ellos se negaron a pagar el impuesto a las grandes fortunas.
-Con ese dinero se podrían duplicar la cantidad de hospitales del país o construir un tercio del total de escuelas que existen actualmente (Radiografía de la riqueza – IP Noticias en base al Informe sobre la Desigualdad Mundial de la Cepal).
20 empresas dominan el 74% del mercado de bienes de primera necesidad en el país
De 70 a 100 años
Año más, año menos, mientras Mauricio Macri -quien dijo que no le cambiaría ni una coma al discurso de asunción de Milei- situaba todos los males del país en el punto de partida del peronismo (asumió en 2015 y hablaba de “70 años”), el líder ultraderechista se remonta a épocas previas a la instauración de la democracia en el país: “A principios del siglo XX éramos el faro de luz de Occidente. Lamentablemente nuestra dirigencia decidió abandonar el modelo que nos había hecho ricos y abrazó las ideas empobrecedoras del colectivismo”. Falso.
Hemos escrito numerosos artículos en 90 Líneas acerca del modelo agroexportador que Argentina mantuvo hasta 1930, cuando la clase dominante se vio obligada a cambiar algunas cosillas contra su voluntad a raíz del crack mundial de 1929. Fue un modelo que le hubiese permitido a la Nación industrializarse, como promovió sin suerte alguna Carlos Pellegrini (Carlos Pellegrini, el hombre que marcó el camino hace 150 años); tener un desarrollo integral al estilo de los EEUU como pretendió también sin suerte Ezequiel Ramos Mexía (Argentina pudo ser una nación industrial hace más de un siglo. ¿Quiénes y por qué lo impidieron?).
Escribió el liberal británico Alan Beattie, editorialista del Financial Times: “Las economías rara vez se hacen ricas sólo con agricultura. Gran Bretaña había mostrado el camino: industrialización. Pero las élites argentinas rechazaron la industrialización para seguir mamando de la teta de la explotación agropecuaria latifundista” (Falsa Economía, 2009).
No fuimos ningún faro. La burguesía terrateniente fue riquísima merced a la exportación de cereales y carnes y vivió igual o mejor que los nobles europeos hasta que la economía mundial cambió y, además, la súper empobrecida población se empezó a rebelar dando origen primero al radicalismo y luego al peronismo. Como le dijo Discepolín a Mordisquito: “Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón ni a su doctrina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado en un largo camino de miseria. Nacieron de vos, por vos y para vos. Esa es la verdad” (ver Perón nació en la Sociedad Rural).
Pero el peronismo 2019-2023, salvo excepciones, no hizo peronismo. Y así se inicia la cuarta era liberal argentina: 1976-1983; 1989-2001; 2015-2019; 2023… Quién lo sabe. Lo que se sabe es lo que predijo el presidente electo: se estancará o caerá la actividad económica (estan…), aumentarán fuertemente los precios (…flación), crecerá el desempleo, perderán poder adquisitivo los salarios, se incrementarán los pobres e indigentes. Por lo menos por dos años. Luego vendría “la luz al final del túnel”. ¿Aguantará una sociedad que viene de 8 años de deterioro? No nos vamos a anticipar, a fin de evitar el calificativo de agoreros.