La Planta de Bartolo, un bálsamo en tiempos de sálvese quien pueda

El maravilloso cuento de Laura Devetach, más vigente que nunca

Crédito imagen: Infobae

la planta de bartolo y laura devetach

Bartolo era un niño que un día plantó un hermoso cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al sol y, tiempo después, se encontró con que había crecido una planta que en vez de hojas tenía cuadernos, muchos cuadernos, suficientes para todos los niños y niñas del pueblo. Como Bartolo era muy solidario, le regaló cuadernos a todos sus compañeros y compañeras de la escuela.

Las madres saltaban de alegría, porque los cuadernos eran tan pero tan caros que cada vez que sus hijos terminaban uno, en vez de ponerse contentas por todo lo que habían aprendido, se enojaban porque tenían que comprar otro.

¿A quién? Al único Vendedor de Cuadernos del pueblo, que al no tener competencia les ponía precios prácticamente imposibles.

Así las cosas, la Planta de Bartolo se convirtió en un quebradero de cabeza para el monopólico Vendedor de Cuadernos, quien trató de convencer al niño de que le vendiese la planta. Le ofreció todo lo que un niño puede querer en la vida, pero no hubo caso. Bartolo no cedió al chantaje.

¿Cómo sigue el cuento? Vale la pena leerlo y leérselo a los niños y niñas. Leerlo en las bibliotecas populares y en las escuelas. Sobre todo en estos tiempos de miserias y miserables que creen que todo se compra y se vende, hasta los sentimientos y la dignidad. (En este link dejamos el cuento completo).

Crédito imagen: Pinterest

El cuento forma parte del maravilloso libro infantil La Torre de Cubos, que nació en 1966 y -por supuesto- fue prohibido junto con toda la obra de su autora, Laura Devetach, durante la dictadura cívico-militar de 1976-1983 con argumentos propios de un borracho trasnochado.

A Dios gracias (o gracias a quien cada uno crea), entre primer y tercer grado de primaria tuve una maestra excelente que nos introdujo en la “ilimitada fantasía” de Laura Devetach. Claro que corrían otros tiempos… 1971, 72, 73…

Los “fundamentos” de la prohibición

El libro La Torre de Cubos, de Laura Devetach, fue censurado por la “ilimitada fantasía” de la autora. Sí, sí. No es chiste. Ello figura en los fundamentos de la resolución dictatorial.

Nos cuenta Josefina Oliva en Educación y Memoria, publicación de la Comisión Provincial por la Memoria, que “fue prohibido por primera vez en la provincia de Santa Fe, lugar del que es oriunda la escritora”.

la planta de bartolo y laura devetach

Crédito imagen: Donde viven los libros

En una entrevista que le realizaron en 2006, la también docente Laura Devetach contó: “Era la gente de adentro la que se encargaba de mandar la lista… y el señor de charreteras en el escritorio firmaba… listo. Es más, yo sé quienes dieron los fundamentos de la prohibición de La Torre de Cubos, y fueron dos colegas”. Tristísimo. No obstante, subrayó que muchos otros colegas se las rebuscaron para que La Torre de Cubos “siguiera rodando”.

Más tarde, la censura llegaría a la provincia de Buenos Aires, a Mendoza y a la zona sur del país. La resolución Nº 480 de la dictadura que prohibió el fantástico libro infantil -multipremiado a nivel internacional- con fecha 23 de mayo de 1979, dice textualmente: “Que del análisis de la obra se desprenden graves falencias, tales como simbología confusa, cuestionamientos ideológicos-sociales, objetivos no adecuados al hecho estético, ilimitada fantasía, carencia de estímulos espirituales y trascendentes…”.

“Que algunos de los cuentos -narraciones incluidas en el mencionado libro-, atentan directamente al hecho formativo que debe presidir todo intento de comunicación, centrando su temática en los aspectos sociales como crítica a la organización del trabajo, la propiedad privada y el principio de autoridad enfrentando grupos sociales, raciales o económicos con base completamente materialista, como también cuestionando la vida familiar, distorsas (SIC) y giros de mal gusto, la cual, en vez de construir, lleva a la destrucción de los valores tradicionales de nuestra cultura”.

“Que es el deber del Ministerio de Educación y Cultura, en sus actos y decisiones, velar por la protección y formación de una clara conciencia del niño. Que ello implica prevenir sobre el uso, como medio de formación, de cualquier instrumento que atente contra el fin y objetivos de la Educación Argentina, como asimismo velar por los bienes de transmisión de la cultura Nacional”.

Laura Devetach

Laura Devetach reflexionó: “Lo que les molestaba era que se pusieran en evidencia desde el texto mecanismos sociales y de la vida privada que no era bueno divulgar con su propio nombre en una obra para niños (y muchas otras, también prohibidas)… Nada de hablar de la brecha entre pobres y ricos, de los avatares cotidianos de la gente común y de alguna no tan común dentro de esta sociedad. Nada de usar un lenguaje más afín a la literatura que a la pedagogía parroquial y anacrónica ni de irrumpir con puntos de vista de niños y seres marginales que mencionan la realidad usando las palabras con amplitud y menos convencionalismos.

Cuando se le preguntó puntualmente “¿Por qué cree que fue prohibido el libro La Torre de Cubos?”, la escritora respondió:

– Y… porque por ahí desnuda algunos mecanismos sencillos del sistema capitalista. Como que contárselos a los chicos está mal. Pero los chicos viven eso todos los días” (Laura Devetach, Infobae, 7 de octubre de 2017).

No vaya a ser que los chicos y chicas que leímos La Planta de Bartolo y los demás cuentos de Laura Devetach a los 6, 7 u 8 años nos diésemos cuenta de que la existencia de un único vendedor de cuadernos en el pueblo implicaba una práctica monopólica, como hoy en día representa la de quienes les ponen los precios a los alimentos, ¿no?

O que a partir de la actitud de Bartolo de repartir cuadernos gratis de su planta a todos los niños y niñas nos ilusionáramos con un cierto Estado de Bienestar… Vade retro.

Crédito imagen: La Tercera

“Un golpe a los libros”

Como dicen Invernizzi y Gociol en Un golpe a los libros, el libro está compuesto por cuentos con gran imaginación y, a la vez, inmersos en un contexto de familias con padres que trabajan muchas horas y tienen que dejar solos a sus hijos, o en el que hay niños que no tienen dinero para comprarse un cuaderno, que se leen en momentos en los cuales plantear esa realidad parecía imposible. Un personaje como “el buen Bartolo”, que sembró un día un hermoso cuaderno en un macetón del que nacieron y crecieron muchos cuadernos para que aquellos chicos que no puedan comprarlos “trabajen tranquilos”.

Laura Devetach recordó que “había una especie de macartismo instalado en la sociedad, y hasta uno tenía que lidiar contra eso. Decía ¿podré decir?, ¿no podré decir?”.

A pesar de eso había una inquietud constante para hallar la forma de contar aquello que se quería, más allá de cualquier objeción. Un día, cuenta la escritora, en un congreso realizado en el exterior, una conocida le dijo que “muchos argentinos habíamos aprendido a hablar de alguna manera en doble sentido (…) Ella me decía que habíamos hecho una especie de trabajo en el lenguaje, y debe haber sido así. Es decir, así como uno hizo un trabajo con su propio tono, con su propio cuerpo, con su vida, supongo que aprendió a trabajar elípticamente y sin embargo diciendo cosas, ¿no?”.

la planta de bartolo y laura devetach

Crédito imagen: Educación 3.0

La hipocresía del «adoctrinamiento»

Con el tiempo se impuso el individualismo, incluso en sectores de la sociedad que se jactan de no ser individualistas. La solidaridad infinita y la intransigencia de Bartolo ante el poderoso Vendedor de Cuadernos del pueblo hoy se leería como “adoctrinamiento”, palabra nefasta que les encanta utilizar sin ton ni son a la derecha y a la extrema derecha.

Señores, si hubiese existido adoctrinamiento en las escuelas y universidades como ustedes afirman (a sabiendas de que no es así) tengan la plena seguridad que el 55/56% de la sociedad no hubiese votado a un neofascista que quiere rematar el país.

Adoctrinados fuimos nosotros, los que fuimos a aquella escuela que en teoría “era muy buena, la de antes”. A nosotros nos enseñaron que Rivadavia era un prócer, por ejemplo, y jamás nos contaron que los unitarios-liberales porteños le dieron la espalda a San Martín, entre tantísimas cosas. Sólo que muchos tuvimos la suerte de contar con excelentes maestras que a Dios gracias nos introdujeron en la “ilimitada fantasía” de La Planta de Bartolo, La Torre de Cubos, Laura Devetach y otras autoras y autores de esa talla.

Fuentes consultadas: Educación y Memoria (CPM), Loqueleo, Imaginaria

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