Por Nito Arias (*).- Desde que asumió Milei, prácticamente no hay ningún índice que hable de mejoras sustanciales para el país y su población. Fuerte inflación, caída del producto bruto, aumento de la pobreza y la indigencia, caída del empleo registrado, caída en las ventas y en la producción, cierre de pymes, retroceso en inversiones científicas y tecnológicas, desplome del comercio exterior, retroceso de los salarios y las jubilaciones, mayor desocupación, aumento de la deuda externa e interna, entre otros indicadores.
Aparte desconoce los mecanismos y resortes democráticos, lo que llevó a que en medio año no consiguiera aprobar ninguna ley. Recién ahora parece que una recortada ley bases tendría un final feliz. Mientras tanto, el pacto de mayo no logra juntar a todo el arco político en una sola mesa.
Sin embargo, todavía una gran cantidad de la población tiene esperanza de que las cosas van a mejorar, a pesar de que muchas promesas de campaña no las pudo cumplir todavía.
Los continuos desaciertos, los errores no forzados, las metidas de pata permanentes que tiene la administración Milei nos está llevando a un caos que puede terminar en una explosión social sin precedentes
Había prometido cerrar el Banco Central, dolarizar la economía levantando el cepo, no crear más impuestos, eliminar las retenciones al agro, que el ajuste lo iba a pagar la casta -y lo terminaron pagando los asalariados y los jubilados-, que el ministerio de Capital Humano iba a tener la billetera abierta para los más necesitados y no repartió ni un litro de leche hasta que la justicia se lo exigió.
No obstante, sus votantes lo siguen apoyando en gran medida, aunque ya se le estén terminando los ahorros en dólares que juntaron durante el gobierno que odiaban, o hayan perdido su trabajo, o no puedan pagar la prepaga ni llegar a fin de mes.
¿Precipicio o callejón sin salida?
La indolencia, la incapacidad, la falta de gestión, la corrupción, la crueldad, la demencia, el dogmatismo, la ceguera, la soberbia, la mentira, el odio, la ignorancia, la desidia -entre otras cosas- de este gobierno pareciera llevarnos al precipicio o a un camino sin salida.
Ese estilo casi nos deja sin gas en medio de este frío, por no terminar una obra menor y tener que salir de apuro a comprar varios barcos que generosamente Brasil nos vendió. Íbamos a tener que salir con la motosierra nosotros, a hacer leña del árbol caído para tener algo de calor.
Los continuos desaciertos, los errores no forzados, las metidas de pata permanentes que tiene la administración Milei nos está llevando a un caos que puede terminar en una explosión social sin precedentes. La crisis de Misiones puede repetirse y extenderse como reguero de pólvora.
Cuando digo indolencia me refiero a la acepción de falta de esfuerzo o dedicación para la realización de las tareas necesarias o prescritas. Además, no lo conmueve nada. Esto queda reflejado en el hecho de que en los seis meses de gestión, el gobierno no repartió un solo kilo de comida de los millones que tenía acumulados en sus depósitos, muchos de ellos a punto de vencerse.
La corrupción
La falta de gestión está a la vista; no tiene cuadros que trabajen, cientos de direcciones y secretarías y otros puestos no han sido cubiertos, las partidas presupuestarias no han sido ejecutadas, el papelón por la falta de gas fue un capítulo muy triste que hizo perder al país mucha plata.
Tampoco le faltan a Milei los casos de corrupción. El escándalo de los sobresueldos (involucrando a rugbiers) en el ministerio de Capital Humano que conduce la reikista Petovello así lo demuestra. El affaire se llevó puestos como a 40 funcionarios que debieron renunciar. Lo peor es que no fueron denuncias de la oposición, sino de internas propias y de un canibalismo feroz.
Una soberbia basada en la ignorancia lo lleva a decir que es superior ética y estéticamente al resto, y a luchar contra el comunismo que ya no existe en ninguna parte del mundo
Otra característica de la administración del libertario es la crueldad. Cuando el presidente o su vocero anuncian despidos lo hacen con una total falta de empatía y lo exhiben como si fuera un logro. No se apiadan del drama que significa perder el laburo, ni siquiera dicen “no tenemos otra alternativa, pero ya estamos trabajando para que pronto lo recuperen”. Lo mismo ocurre cuando niegan los remedios oncológicos o quitan el subsidio al electrodependiente.
La demencia aparece como otro rasgo que preocupa. Si un hijo nuestro un día viene y nos dice que habla todo el tiempo con un perro muerto que murió hace tiempo y era su mascota, y que se cree que es Moisés, al menos lo llevamos a un profesional para que lo trate, porque puede ser peligroso para él y para los demás. Un día puede quemar al Banco Central como Nerón quemó Roma.
El presidente también se comporta como un místico en muchos casos. Él cree que las cosas se van a solucionar solas gracias a las fuerzas del cielo y la voluntad del mercado. Descree del estado, al que considera una sociedad criminal.
Una de las frases preferidas del titular del ejecutivo es decir “no la ven”, pero en realidad es su ceguera la que no le permite ver el mal que está causando al país, con sus peleas innecesarias con naciones como China, España, México, Chile, vitales socios comerciales, y su coqueteo con Israel, EEUU y Ucrania, que nos puede involucrar en una guerra muy ajena a nosotros, de consecuencias impredecibles. Estamos en serios problemas.
Una soberbia basada en la ignorancia lo lleva a decir que es superior ética y estéticamente al resto, y a luchar contra el comunismo que ya no existe en ninguna parte del mundo.
La mentira
Milei lleva adelante un gobierno basado en la mentira: no es cierto que no tenga déficit fiscal, a lo sumo se podría decir que no tiene déficit financiero. Sigue emitiendo, sigue tomando deuda en dólares, el recorte presupuestario lo pagan los jubilados, no le manda el dinero que le corresponde a las provincias, no le paga a los proveedores de gas y energía, cortó de raíz la obra pública, no repara caminos, no hace escuelas, no mantiene lo que está hecho, lo que puede provocar accidentes y catástrofes de proporciones.
Solamente el odio justifica el no reparto de alimentos a quienes más lo necesitan; solamente con ese odio puede atacar la figura de Raúl Alfonsín en forma tan despiadada. Solamente la ceguera o el desequilibrio pueden hacer que un presidente trate al poder legislativo de ratas inmundas, o de zurdos de mierdas. Sólo alguien que no está en sus cabales puede manchar su investidura con groserías escatológicas, o improperios con connotaciones sexuales misóginas, más propios de un barrabrava que de un primer mandatario que debe cuidar sus formas.
Una persona sin valores como la empatía, que no tiene amor por el prójimo ni solidaridad con los que menos tienen, no puede ser un líder. Los argentinos estamos en manos de un influencer más que de un estadista, y eso habla peor de nosotros como sociedad que del propio Milei
Hay una ignorancia supina sobre cómo se manejan los resortes del estado, una contradicción enorme de quien quiere conducirlo y al mismo tiempo destruirlo. Hay ignorancia cuando cree que las redes sociales son la panacea y la solución para todos los desafíos que tiene una nación.
Milei ha venido pregonando que no se pueden obtener resultados distintos haciendo lo mismo y con la misma gente. Sin embargo insiste con la receta de los dos fracasos más estrepitosos que tuvo la economía en las últimas décadas con graves consecuencias sociales: la del gobierno de De la Rúa, con Cavallo, Sturzenegger y Bullrich, y la del gobierno de Macri, con Dujovne, Sturzenegger, Caputo y Bullrich; y ahora creerá que la tercera es la vencida y apuesta con Caputo, Sturzenegger y Bullrich.
El futuro es muy incierto. ¿Podrá el gobierno estabilizar la macroeconomía? ¿Necesitará devaluar nuevamente? ¿Caputo conseguirá los dólares para salir del cepo? ¿El FMI le soltará la mano? ¿Podrá dominar la inflación, que aunque bajó un poco todavía es altísima? ¿Liquidará el campo su cosecha?
No se sabe. La realidad es que una persona sin valores como la empatía, que no tiene amor por el prójimo ni solidaridad con los que menos tienen, no puede ser un líder. Los argentinos estamos en manos de un influencer más que de un estadista, y eso habla peor de nosotros como sociedad que del propio Milei.
Como decía Gelman: “La cuestión no es irse ni quedarse, la cuestión es resistir”. Aunque seguramente habrá más penas y olvidos.
(*) Director del diario La Gran Capital