Si mal no recuerdo, justo el día antes de que leyera el trabajo de Alfredo Serrano Mancilla y Mariana Dondo, del Celag, donde recalculan el número de la pobreza en nuestro país y llegan a la durísima conclusión de que el 73,3% de las argentinas y argentinos ‘malviven’ en la República Argentina (el 55% es pobre y el 18,3% es ‘casi pobre’), mi nuera Florencia, madre de mis nietas, subió a su cuenta de Instagram un reel con el brevísimo y ma-ra-vi-llo-so cuento titulado “Por cuatro esquinitas de nada”.
Tan breve y tan maravilloso que me remitió a la popular máxima del sacerdote jesuita español Baltasar Gracián y Morales: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
El cuento es del escritor e ilustrador Jérôme Ruillier, nacido en Madagascar y residente francés, sobre quien el español Juan Carlos Piedrahita dice: “Con creaciones coloridas y construcciones sutiles, este escritor y dibujante nacido en Madagascar se quedó con el apetecido tesoro del gusto infantil. Papá, mamá, Anita y yo, Hombre de color y Por cuatro esquinitas de nada han sido sus trazos más populares” (El Magazín Cultural… con acento en la í).
Editorial Juventud añade que el autor “refleja de forma sorprendente y sugestiva los valores de la amistad y la multiculturalidad frente a los prejuicios y la xenofobia (…) La presencia de Anouk, su hija mayor con síndrome de Down, y el constante cuestionamiento de Mona, su segunda hija, influyen y enriquecen su trabajo diario. Juntamente con su mujer (Isabelle Carrier) realizan talleres de pintura en guarderías, escuelas, bibliotecas, con personas con discapacidad intelectual, así como otros proyectos colaborativos junto a personas con riesgo de exclusión social”.
La simplicidad
En una muy buena entrevista que le realizó el diario español 20 Minutos, Ruillier afirma que “la simplicidad es a veces lo mejor pagado: círculos, cuadrados, pocas palabras… y un tema universal: la diferencia, la atención que ponemos en los otros…”
Después confiesa: “Yo todavía me sorprendo del impacto que un cuento como ‘Por cuatro esquinitas de nada’ tiene sobre el público adulto (…) La simplicidad de las imágenes del cuento le permite ser más universal y, así, hablar tanto a niños como a adultos. Porque creo que importa poco si yo hablo de tal o cual persona, de la discapacidad o de otro tema, lo que me importa es que, aunque las circunstancias varíen de una historia a otra, los valores se queden”.
‘Militante’ de la integración y la igualdad, dice no ser muy optimista en estos tiempos de extremas derechas. “En 2017 escribí ‘Surfman’, una pequeña novela gráfica contra la extrema derecha, cuya idea es incitar al lector a salir a la calle para que cuelguen el bonito cartel que encuentran en la novela y tapar así el feo cartel de ‘La Vague’ (La Ola… referencia al movimiento de extrema derecha de Marine Le Pen)”.
¿Y usted se estará preguntando de qué va Por cuatro esquinitas de nada? Pues aquí va…
la puerta por cuatro esquinitas de nada
“Cuadradito juega con sus amigos (todos Redonditos). Suena un timbre: es hora de entrar en la casa grande. Pero Cuadradito no puede entrar. No es redondo como la puerta.
Cuadradito está triste. Le gustaría mucho entrar en la casa grande. Entonces, se alarga, se tuerce, se pone cabeza abajo, se dobla. Pero sigue sin poder entrar.
-Sé Redondo -le dicen los Redonditos.
Cuadradito lo intenta con todas sus fuerzas.
-Te lo tienes que creer -dicen los Redonditos.
Soy redondo, soy redondo, soy redondo… repite Cuadradito. Pero no hay nada que hacer.
la puerta por cuatro esquinitas de nada
-Pues le tendremos que cortar las esquinas -dicen los Redonditos.
Cuadradito se asusta: ¡No, me dolería mucho!
¿Qué podemos hacer? Cuadradito es diferente. Nunca será redondo.
Los Redonditos se reúnen en la sala grande. Hablan durante mucho, mucho tiempo. Hasta que comprenden que no es Cuadradito el que tiene que cambiar. ¡Es la puerta!
Entonces recortan cuatro esquinitas, cuatro esquinitas de nada… que permiten a Cuadradito entrar en la casa grande junta a todos los Redonditos”.
la puerta por cuatro esquinitas de nada
la puerta por cuatro esquinitas de nada
Mi irrefrenable tendencia -diría el gran Marcos Mundstock- a llevar todo al plano social, hizo que mientras leía el informe de Serrano Mancilla y Mariana Dondo y buscaba, por enésima vez en estos tiempos horrendos, una explicación sencilla para los problemas que se agigantan a diario en nuestra patria, exclamara por dentro como hacen los Redonditos en el cuento: ¡Es la puerta! El problema argentino es la puerta…
7 de cada 10…
En esta tierra rica repleta de pobres y ‘casi pobres’, donde 7 de cada 10 argentinas y argentinos no pueden entrar a la casa grande llamada Argentina, la puerta estuvo cerrada con mil llaves hasta 1916, cuando un tal Hipólito Yrigoyen abrió una pequeña rendija, que fue cerrada de un golpe en 1930.
En 1943 la puerta comenzó a abrirse muy lentamente, para hacerlo de par en par desde 1946. “Durante el primer gobierno peronista, el componente salarial del ingreso nacional superó, por primera vez en la historia, a la retribución obtenida en concepto de ganancias, intereses y renta de la tierra. En 1948, aquél ascendía a 53% contra 47% de éste, lo que se comparaba favorablemente con la situación imperante solo un lustro atrás (1943), cuando los trabajadores percibían 44,4% y los empresarios, capitalistas y rentistas recibían 55,6%” (Wikipedia sobre obra de Pablo Gerchunoff).
La puerta volvió a ser cerrada de golpe en 1955. Y tras años y años sin democracia, en 1974 el índice de Gini (1) fue el más bajo de la historia: 0,36 (el índice de Gini mide la desigualdad social: 0 equivale a igualdad total y 1 a desigualdad máxima).
Tras el eterno calvario neoliberal de la dictadura y la Segunda Década Infame (1989-2001), el índice de Gini se ubicó en 0,39 (a 0,03 del año 1974) en febrero de 2015, luego de las dos presidencias de Cristina Fernández de Kirchner.
Pero volvieron a cerrar la puerta de la casa grande. Primero la derecha macrista-radical y acto seguido el progresismo albertista.
Hoy no sólo han vuelto a sellar la puerta, sino que han puesto en venta la casa grande.
El problema es la puerta. Hay que abrirla de una vez y para siempre para que nadie se quede afuera. ¿Cómo? Como en el cuento: recortando “cuatro esquinitas, cuatro esquinitas de nada”. Que nadie de la cúspide de la pirámide se volverá pobre y todas y todos podremos vivir dignamente en nuestro país. Vamos… Que ya es hora de cambiar el camino.
(1) El índice de Gini representa la desigualdad máxima con un 1, en cuyo caso uno solo de los habitantes recibiría el total de los ingresos por salarios. El 0, sin embargo, significa la igualdad total de los ingresos salariales de todos los habitantes (Datosmacro.expansion.com)
la puerta por cuatro esquinitas de nada