Tapalqué.- En el campo, la pronta primavera va germinando muy lenta porque el clima es tardío. Y agosto trajo tormenta y bajas temperaturas que queman bastante las cosechas. Hacia el final de la tarde el sol rompe en colores amarillos, naranjas y rojos entre algunas nubes que aún hacen lo suyo. Garúa finito, pero a las ovejas no parece molestarles demasiado. Van y vienen por el campo mientras Facundo se sienta tranquilo a contarnos su historia.
La protagonista del relato es, sin dudas, la Tía Salamanca, una mujer de campo que hizo a la vez de madre y abuela familiar. Corta de palabras, simple y rústica, daba su corazón sin pedir nada a cambio. “Siempre acompañó a mi mamá cuando mi abuela materna se fue, se puso la camiseta para tenernos en su casa cuando fuimos a estudiar y nos acompañó en todo momento. En su honor le pusimos ‘La Salamanca’ a nuestro emprendimiento. La tía Elvira está siempre presente. Ella le decía a la salamandra ‘la salamanca’, y a mi tío y a mi mamá les hacía gracia; les quedó grabado y le pusieron ese apodo. Pasó ese nombre de generación en generación y a ella la hacía feliz”, relata Facundo.
Cuenta que “el aire es distinto en el campo. Vivir acá es llenarte de naturaleza, de la paz, de los silencios y los amaneceres. Aunque el frío y el calor son duros, todo depende de vos, de tu cuidado, de tu atención permanente”, dice y se centra en los animales: “Cuidarles la salud, verlos nacer; lo que más disfruto de la producción es ver los nacimientos, esa época de agosto y septiembre en que vienen los días más cálidos y ellas empiezan a parir, y estamos ahí para asistirlas. Cada mañana nos levantamos a ver los corderitos recién nacidos”.
“Me encanta estar con mis viejos, gente de campo desde siempre que conoce esta vida, y hoy podemos apasionarnos juntos. El abuelo materno empezó hace como 60 años con las ovejas en Tapalqué y poder continuar esa herencia es algo que me completa”, subraya.
“La Salamanca” es un emprendimiento familiar que comenzó en el año 2014. Todo arrancó cuando Facundo regresó de estudiar en La Plata.
“Nací y me crié en el campo La Esperanza, y cuando me vuelvo mi papá me propone iniciar la actividad ovina de la raza pampinta. Un día, mientras construíamos una infraestructura para eso, me cuenta que él junto a un veterinario hicieron un proyecto de ley ovina que era para la confección de una majada. Comenzamos con 120 ovejas y eso fue aprobado por ley. Fuimos a buscar las ovejas a Huanguelén. Elegimos esta raza en particular porque es triple propósito, es muy productiva para la carne, la leche y la lana”, describe.
Continúa: “Arrancamos faenando corderos y vendiendo de manera informal a campos en el pueblo, por encargo. Con el correr de los años la majada fue creciendo, era productivamente muy rentable y comenzamos a implementar genética trayendo animales de cabañas reconocidas, y llegó el momento en que quisimos darle un plus de valor. Acá el consumo de carne ovina no iba más allá de comer la carne al asador, y buscándole la vuelta empezamos a pensar en cómo vender carne más elaborada. Entonces yo conozco a mi socio a través de un curso de producción ovina”.
“Él se llama Juan Ponthot y también tiene un emprendimiento similar, “La Artura”. En ese momento me cuenta que él vende el cordero trozado y envasado al vacío. Iniciamos el trabajo juntos, él trajo su envasadora para el campo y arrancamos”, narra Facundo.
Hace dos años, la familia desarrolla un nuevo proyecto en el marco de la Ley Ovina con el nombre Proyecto de Agregado de Valor. “Lo presentamos y fue aprobado. Retenemos el 100% de los vientres como pedía la Ley para generar futuras madres y surge en ese momento la posibilidad de hacer salames con la carne. Yo nunca lo había visto, hice una serie de consultas y nadie había escuchado de eso porque los más comunes son los de cerdo. Adquirimos entonces las maquinarias necesarias: la embutidora, una picadora de carne y un secadero industrial. Así arrancamos”, recuerda.
Nació algo innovador
“Hicimos pruebas. Me capacité con Nicolás de Angelis, que es un licenciado en Alimentos de Tandil. Combinamos el cordero, en muchas recetas aparecía siempre el romero. Entonces comenzamos a producir con esta receta… Creo que es uno de los pocos salames de cordero del país. Avanzamos y él me dijo que cuando estuvieran secos empezáramos a probarlos en el paladar: regalarlos a amigos y conocidos y, sobre todo, que lo probara yo porque no se puede vender lo que a uno no le gusta. Nos encantó el sabor. Repartimos a gente con experiencia en gastronomía y nació algo innovador que a todos les llamó la atención”.
En la elaboración se utiliza la carne de los borregos, de animales gordos. “El producto tuvo mucho impacto y nació la marca ‘La Salamanca’, que está registrada y aprobada en la Provincia. Elaboramos en el mismo campo. En un sector de la casa tengo un espacio que acondicionamos como fábrica de salames, con todas las reglamentaciones. Y pronto saldrá la habilitación municipal. Ahora ya faenamos, gracias al Municipio, en el frigorífico municipal, lo cual hace el trabajo mucho más profesional y con el sello correspondiente”, enfatiza Facundo.
En el proceso participa toda la familia: el papá Daniel Balquinta; la madre, Josefa San Martín; los tíos –Fabián Balquinta y Marta Lafuente-, que son los que comercializan en La Plata los productos; las hermanas que apoyan, y la novia, María Emilia Alvarez, que acompaña.
Termas Tapalqué, ruralismo y relax
Las historias de los pequeños productores que viven en Tapalqué son un imán para los amantes del turismo rural, que en el caso de Tapalqué tienen un doble incentivo: mucho campo y un complejo termal modelo donde la vista es puro verde: cero edificios.
La ciudad tiene poco más de 9.000 habitantes, y el partido está ubicado a unos 270 km de la Capital Federal.
Impecable, su trazado cuadricular alrededor de la avenida principal, la 9 de julio, ofrece todo lo necesario para pasar un fin de semana espectacular. Comer bien, disfrutar del espectacular predio de Termas Tapalqué, respirar el aire libre más allá del balneario -sobre el arroyo- y conocer la cultura ancestral bonaerense son apenas algunos detalles que hacen de Tapalqué algo más que un pueblo de totorales, como lo conocían los pueblos originarios araucanos que lo habitaban antes de la llegada de los españoles.
Las piscinas de Termas Tapalqué, que descansan en un agradable ambiente climatizado, son una de las mejores opciones para recuperar el equilibrio del cuerpo y la mente en los días de frío, lo cual se combina a la perfección con la posibilidad de conocer la vida tradicional de los habitantes de la pampa húmeda bonaerense.
En invierno nos ponemos el traje de baño para relajarnos en las aguas calentitas de una de las termas más cercanas y accesibles que tenemos dentro de la provincia de Buenos Aires.
Las piscinas de aguas termales del Complejo Termas Tapalqué, con diferentes grados de temperatura, se encuentran en un moderno edificio sin barreras arquitectónicas y con todas las comodidades necesarias para descansar. Además, el edificio se encuentra mimetizado con el entorno natural que rodea al complejo, por lo que tenemos la sensación de estar siempre en contacto con la naturaleza.
En Termas Tapalqué se encuentra todo lo necesario para obtener ese merecido descanso de fin de semana sin mayores preocupaciones, como alquilar batas y toallones, comer una rica comida o relajarse con una amplia variedad de servicios como reflexología, tratamientos dermocosméticos, reiki, apertura de registros akáshicos, armonización chakras o sanación angelical.
Esta escapada perfecta de ruralidad y vitalidad termal es sólo posible en este verdadero pueblo mágico bonaerense, donde la primera visita es apenas un disparador que invita a volver y volver.