maría aurora carrasco
El martes 15 de octubre, unos minutos antes de las 11 y 30 de la mañana, del otro lado del teléfono escuché una voz que transmitía entusiasmo, alegría, dos cosas que escasean y mucho en estos días oscuros.
-¡Buen día! ¿Cómo le va Carlos? Disculpe si estoy un poco afónica, pero es que me pongo nerviosa -confió María Aurora Carrasco, una auténtica peronista de “casi” 104 años; sin dudas, una de las más longevas de toda la República Argentina.
Lo que Aurora no sabía era que el que estaba nervioso era yo. No todos los días se puede hablar con una peronista de pura cepa que creció a la par de Evita, que esperó durante dos largos días y dos largas noches que su marido volviese a casa después de protagonizar el 17 de octubre de 1945, que fue una de las primeras afiliadas al Partido Peronista Femenino -una experiencia sin parangón a nivel mundial- y capaz de describir al peronismo con una simpleza majestuosa: “Cuando Perón se tuvo que ir (tras el golpe de 1955), todos en mi familia habían comprado su casa, tenían un buen trabajo, no les faltaban los alimentos, los hijos estudiaban, las escuelas y hospitales funcionaban muy bien, todo era progreso. Y eso que éramos muchos, porque mi marido tenía seis hermanas casadas. Eso sí, estábamos muy, muy tristes por la gran pérdida que aquello significaba para la Patria”.
“Toda la familia fue muy feliz en esos años. Todo era progreso -reiteró Aurora-. ¿Sabe una cosa? Yo tengo (siete) nietos, (diez) bisnietos y (cinco) tataranietos. ¡Lo que daría porque puedan vivir lo mismo que nosotros! Sueño con que salgamos de este pozo, donde hay niños que sufren, donde falta el pan y el trabajo”, contó María Aurora desde su casa en Bariloche, en la provincia de Río Negro, donde vive junto a su hija Alba.
maría aurora carrasco

Nació en el Hospital Rawson de la Capital Federal el 3 de enero de 1921, a las siete y media de la mañana. Para entonces, Evita aún no había cumplido dos años.
“Mi mamá me contó que la atención en el hospital fue excelente. Lamentablemente, sólo tuve un hermano que murió a los tres años por tos convulsa. La medicina no estaba tan avanzada como ahora”, hizo notar, para agregar que quedó como hija única.
La vitalidad y la lucidez de Aurora hace que uno se olvide de su edad mientras charla con ella. Y su alegría es realmente contagiosa.
Describió una infancia “linda”, durante la cual sus padres “trabajaban para la casa propia, no para alquilar”. Entonces le buscaron “un buen lugar, un buen colegio para hacer la primaria, el Colegio del Carmen. Me pasaba a buscar mi papá los viernes a la tarde y me llevaba de nuevo los domingos a la tarde”, puntualizó, para contar un hecho que le cambió la vida.
“Mi papá era guardiacárcel en un centro que quedaba cerca del Hospital Muñiz, en (el barrio porteño de) Parque Patricios. Un día, a la hora de la cena, hubo un motín. Él estaba en la terraza y bajó cuando escuchó el tumulto. Era grandote, lo tiraron, su cabeza pegó contra un escalón y falleció”.
Como el colegio al que iba Aurora era pago, al no estar su padre tuvo que abandonarlo; tampoco pudo seguir estudiando “como soñaba mi papá”. Aunque resaltó que terminó temprano el primario, a los 11 años. “Como me habían enseñado en casa muchas cosas, entré directamente a primer grado superior”, especificó.
Aurora dijo que su madre no quiso que trabajara siendo niña. Pero se casó muy pronto. “Conocí un buen hombre y a los 15 años tuve mi primera hija”; en total fueron tres.
Para entonces, Argentina sufría la Década Infame. Eran tiempos duros que Aurora y su marido sobrellevaron a la par. “Tuvimos momentos malos y otros no tanto. Pero siempre tiramos para adelante juntos. En ese tiempo nos surgió la posibilidad de comprar una casita en Lanús (Oeste). Era una zona que no tenía nada. Pero vimos la oportunidad y nos instalamos allí, siempre con la idea de ir mejorando de a poco… Hoy vive ahí uno de mis hijos. ¡Mire si tendrá años la casa!”, casi exclamó con una sonrisa.
maría aurora carrasco
Pero los buenos tiempos no vinieron así nomás. Hubo que pelear. Y lo hicieron.
“Mi marido era sereno. Tenía todo lo que tiene un policía. Aunque nunca usó uniforme. Patrullaba las calles en bicicleta”, rememoró. “Un día nos enteramos de que Perón estaba preso en la Isla Martín García. Y vino a buscarlo Cipriano, el esposo de una de sus seis hermanas, que al igual que él era un ferviente admirador de Perón, con una mesa y un colchón, y se fueron para el Riachuelo. Había muchos, muchos compañeros. Cipriano puso la mesa patas para arriba y la usó para cruzar, ya que habían levantado el puente para que la gente no pudiese pasar, mientras que mi esposo se tiró arriba del colchón y empezó a nadar rápido con las manos, porque a medida que el colchón se mojaba, se iba hundiendo”, narró Aurora entre risas.
Luego sobrevino una larga espera. “Yo estaba muy, muy nerviosa, porque esa noche (la del 17) no vino, y a la siguiente tampoco. Hasta que apareció con un montón de compañeros en una camionetita. Estaba todo embarrado, pero por suerte no estaba lastimado. Y muy feliz. Estábamos todos muy felices por el gran logro que se había conseguido, que era la libertad de Perón”, subrayó María Aurora.
Así las cosas, Aurora y su marido, sus hijos, sus cuñadas y esposos, vecinos y vecinas, habían protagonizado, sin saberlo entonces, el evento que marcó un antes y un después definitivo en la historia argentina; un antes y un después que llega hasta hoy y que María Aurora definió como “este pozo donde estamos metidos”.
maría aurora carrasco
“Lo más singular del 17 de octubre fue la violenta y desnuda presentación de una nueva realidad humana… Caras, voces, coros, tonos desconocidos: la ciudad los vio con la misma aprensión con la que vería a los marcianos desembarcando en nuestro planeta”, describió Félix Luna en “El 45. Crónica de un año decisivo”. Uno de esos “marcianos” fue el marido de Aurora, otro fue su cuñado Cipriano, más todos los vecinos y vecinas del barrio de Lanús Oeste que se jugaron la piel por la libertad de Perón.
“Me asustó realmente no entender lo que estaba pasando…todo Barrio Norte había cerrado sus persianas. Vienen para acá. Acá es este barrio, mi casa. Esta vida sin sobresaltos. Y no hay nada más inquietante para un chico que no saber demasiado qué es lo que viene de allá”. Así lo vivió Magdalena Ruiz Guiñazú, quien lo contó en “Apuntes de una niña burguesa”.
Lo que venía “de allá” era una multitud de trabajadores, de gente humilde que temía perder al hombre que empezaba a darles lo que les correspondía, cosas con las cuales quizás ni habían soñado. Para millones empezaban los días más felices; para otros, un calvario autoinfligido por su miopía, su codicia, su incapacidad de comprender a “los otros” y de convivir todos juntos, en paz, en una comunidad organizada.
“Paz” es una palabra que Aurora repite una y mil veces, al igual que “unión”, al igual que “comprensión” y que “hermandad”. Pero, lamentablemente, quienes el 17 de octubre de 1945 cerraron las persianas porque no entendían lo que pasaba, porque no sabían que “esa gente existía” -como describió cierta vez Mariano Grondona– no tienen esos valores.
¿Y cómo fueron los años peronistas?
Tras la pregunta, María Aurora literalmente se ilumina, por fuera y por dentro. “Ahhhh, fueron épocas muy pero muy lindas”, exclamó. “Yo empecé a trabajar a la par de mi esposo, porque pude comprarme una máquina de zurcir. Y mi marido tuvo otro trabajo. Nuestra vida cambió muchísimo, muchísimo”, subrayó.
“Los niños iban a la escuela, todos podían estudiar. Teníamos salud porque hacían hospitales. Vivíamos tranquilamente. En paz. Todas éramos familias humildes, pero todas progresábamos. A nadie le faltaba el trabajo ni el pan, y cuando Perón se tuvo que ir (por el golpe del ‘55) todos en la familia estaban en una buena posición, con casa, trabajo y los chicos estudiando. Eso sí, con mucha tristeza por la gran pérdida que estaba viviendo la Argentina”, apuntó.
“Oposición hubo siempre”, dijo su hija Alba, quien apuntó que “mamá me contó que en la época de Perón a veces también subían los precios, pero entonces el gobierno enviaba un camión enorme a cada barrio con productos de excelente calidad a precios populares, por lo que la gente tenía una vía de escape”.
E insistió en que “oposición hubo siempre, pero no como ahora, que hasta quisieron matar a Cristina”.
Conocer a Perón. Y volver a la normalidad con Cristina
Aurora comentó que su esposo dejó de ser sereno y entró a trabajar en el Frigorífico La Negra, donde era delegado. “Una vez se cometió un acto de gran injusticia, cuando echaron al Polaco. Mi marido fue con otros compañeros a verlo a Perón, quien los recibió…no recuerdo bien dónde. Y yo no sé qué hicieron, pero lo cierto es que al Polaco lo reincorporaron. Y no se imagina cómo estaba mi esposo…tener a Perón ahí, delante suyo, se le vinieron los recuerdos del día que cruzó el Riachuelo para pedir por su libertad”, relató Aurora, quien se fue a vivir a Bariloche con su hija Alba a los 97 años “para cuidar la salud, porque mi cuerpo no soportaba el calor de allá”.
Luego, Aurora pegó un gran salto. Pasó del exilio de Perón al momento en que “volvimos a la normalidad con Cristina”. Así lo definió, sin rodeos. Y entonces amplió la época de los años felices: “Toda la familia fue muy feliz mientras estuvieron Perón, Cristina y Néstor”, dijo.
Aunque Cristina es su debilidad. “A Evita yo la quise mucho, mucho. Fue una gran compañera para Perón. Y tengo el honor de ser una de las primeras mujeres que se afilió para ella (al Partido Peronista Femenino). El carnet de afiliada lo guarda mi hija mayor. ¿Cristina? Cristina es especial. Con ella volvieron los tiempos felices, el trabajo, el pan, el estudio para los jóvenes, el colegio para los chicos, la unión, la paz”.
maría aurora carrasco

“La gran ilusión mía sería volver a disfrutar de esos tiempos. Perón y Cristina fueron excelentes conductores de la República. Yo sería feliz… Aunque hoy me parece imposible. Deseo y sueño con una solución, no sólo para el país, sino para el mundo, que no sufran más los niños, los ancianos, los enfermos. Que no haya más guerras. Ahora hay guerras. Y lo que necesitamos es unión y hermandad”, sostuvo María Aurora.
No obstante, no cree que todo esté perdido. “Hay que rezar, hay que soñar, y no hay que aflojar para que Argentina se vuelva a levantar, vuelva a resucitar y a salir de este pozo tremendo en el que estamos. Los peronistas somos fuertes y vamos a lograrlo, para que haya de nuevo trabajo y progreso, por nuestros nietos y bisnietos”, lanzó con convicción, antes de entonar, sin una coma de más ni una de menos, la marcha peronista.
maría aurora carrasco