Nunca entendí al antiperonista irracional, al antiperonista “dérmico” -como suelo llamarlo-, al antiperonista totalmente irreflexivo. (Es muy probable que las tres expresiones sean sinónimos). Me planteaba: Bueno, pueden no gustarse o hasta provocarte rechazo cuestiones inherentes al peronismo o, mejor dicho, a la cultura peronista, pero podremos coincidir, y a partir de allí avanzar, en que vos y yo queremos un país industrial, con empleo cualificado y bien pago y con todo lo que ello trae consigo.
Pero en estos días descubrí que estaba totalmente equivocado.
Y fue gracias a la diputada nacional Julia Strada (UxP), en mi opinión, una de las más promisorias apariciones en la vida política nacional desde 2023 a esta parte, más aún teniendo en cuenta que el Congreso de la Nación se llenó de youtubers, jóvenes que (supuestamente) no conocen a Astiz ni el Nunca Más, de gente que no puede hilar dos conceptos, de otra que no logra hablar un minuto sin agraviar o agredir a quien piensa distinto, y un largo etcétera.
¿Y qué dijo Julia Strada? Que eso que yo siempre pensé que era una matriz de pensamiento común con el resto de los argentinos y argentinas más allá de ideas político-partidarias, o sea, un país industrial, en realidad no lo fue ni lo es.
A ver, no soy inocente: siempre supe, y le dediqué muchas notas al tema, que la burguesía terrateniente argentina jamás quiso un país industrial. “Las economías rara vez se hacen ricas solo con agricultura. Gran Bretaña había mostrado el camino: industrialización. Pero las élites argentinas rechazaron la industrialización para seguir mamando de la teta de la explotación agropecuaria latifundista (…) Estados Unidos repartió la tierra en parcelas pequeñas, Argentina se la dio a unas pocas familias. Estados Unidos favoreció a colonos usurpadores, Argentina a terratenientes. (Y) el resultado inmediato fue que mientras en Estados Unidos la poca tierra obligaba a la innovación para optimizar y mejorar las ganancias, al latifundio argentino le alcanzaba con vacas, ovejas y alambre de púa” (Alan Beattie, editorialista del Financial Times, ex director del Bank of England y autor del libro Falsa Economía).
“(La Argentina industrial) no es una discusión ganada. Y el país que nosotros queremos construir se define en si ganamos en la cabeza de la gente que Argentina tiene que ser un país industrial. Porque si perdemos esa pelea perdemos todas las demás, (ya que) también perdemos la pelea sobre qué puestos de trabajo queremos y qué nivel salarial, porque la industria paga los mejores salarios”
El mismísimo Carlos Pellegrini, de cuna aristocrática pero pionero del industrialismo vernáculo, se los dijo en la cara, en el Congreso de la Nación, en 1875: “Una nación, en el concepto moderno, no puede apoyarse exclusivamente en la ganadería y en la agricultura, cuyos productos no dependen sólo de la actividad o de la habilidad del hombre, sino, y en gran parte, de la acción caprichosa de la naturaleza. No existe hoy, ni puede haber gran nación, si no es una nación industrial, que sepa transformar la inteligencia y actividad de su población en valores y en riqueza por medio de las artes mecánicas (…) La República Argentina debe aspirar a ser algo más que la inmensa granja de Europa, y su verdadero poder no consiste ni consistirá en el número de sus cañones ni de sus corazas, sino en su poder económico”.
Artículos relacionados:
- Carlos Pellegrini, el hombre que marcó el camino hace 150 años
- Argentina pudo ser una nación industrial hace más de un siglo. ¿Quiénes y por qué lo impidieron?
Ahora bien, siempre creí (erróneamente, por lo visto) que de ahí para abajo -y de ahí para abajo estaríamos todas y todos menos los ricos- el país industrial tenía consenso absoluto. ¿Y los grandes industriales?, preguntará alguno con razón. Bueno, la gran burguesía empresaria que se consolidó entre 1976 y 1983, se enriqueció con la deuda externa y se benefició de la estatización de la deuda privada decretada por el gobierno militar, al igual que la burguesía terrateniente nunca tuvo un proyecto de nación sino de clase: toda la riqueza concentrada en unos pocos y el resto a sobrevivir y brindar mano de obra barata… a finales del siglo XIX y principios del XX, durante las dictaduras y en “democracia 2024” también.
Artículos relacionados:
- Estatización de la deuda privada: un crimen atroz
- 57 segundos que anunciaron el industricidio argentino

En apenas 20 minutos y con la claridad meridiana que la caracteriza, Strada habló en el “5º Congreso Industrial del Consenso Nacional del Trabajo y la Producción”, donde expuso sobre “Competitividad de las cadenas productivas”. Y en un momento de su exposición, dijo: “(La Argentina industrial) no es una discusión ganada, por eso vine acá hoy y cada vez que me invitan estoy, porque el país que nosotros queremos construir se define en si ganamos en la cabeza de la gente que Argentina tiene que ser un país industrial. Porque si perdemos esa pelea perdemos todas las demás; también perdemos la pelea sobre qué puestos de trabajo queremos y qué nivel salarial, porque la industria paga los mejores salarios”.
Y ahí, entendí. Entendí el porqué del péndulo electoral. ¿Cómo puede ser que tanta gente que votó a Cristina Fernández de Kirchner en 2011 haya votado a Macri en 2015?, me pregunté miles de veces. Peor aún: ¿Cómo puede ser que tanta gente que votó a Cristina Fernández de Kirchner (cabeza de un proyecto de nación industrial) en 2011 haya votado a Milei (cabeza de un proyecto de país sin industria, sin ciencia, con una economía totalmente primarizada y un 70% de pobreza estructural) en 2023?
Lo dijo Julia Strada: Que Argentina tiene que ser un país industrial, con trabajo de calidad y altos salarios no es una discusión ganada.
Entonces, la pregunta que titula esta nota: ¿Los argentinos queremos ser un país industrial? Y los que a esa pregunta responden que no sin ser parte del 20% de la parte alta de la pirámide social, ¿qué tipo de país quieren ser/tener? ¿Uno sin industria, sin ciencia, con trabajos precarios y mal pagos y universidades para quienes puedan pagar un alto arancel?
No tengo la respuesta, pero el debate está servido.

Por lo pronto, comparto algunos datos y conceptos tomados de la excelente, corta y amena charla de la diputada nacional Julia Strada, que se puede ver y escuchar completa en el video que está al final de esta nota.
- Ganadores y perdedores de la economía argentina. Comparación entre el 1º semestre 2023 versus el 1º semestre 2024 (INDEC): tomando como testigo el nivel de la variación promedio de la economía (242% con altísima inflación incluida), la intermediación financiera creció un 575%; la minería, un 322%, y las empresas asociadas a electricidad, gas y agua, es decir, a los servicios públicos, un 368%. En cambio, la construcción creció 162% (80 puntos porcentuales por debajo de la media); la industria manufacturera, 232 (-10%), y el comercio, 238% (-4%).
…………………………………………….
- Si las que ganan son las actividades (de especulación financiera) y las extractivistas que ya tienen ventajas comparativas naturales (minería, petróleo, gas, agro), la pregunta es: ¿Cuánta gente puede trabajar en esos sectores? Bien, en 2009 estos sectores tenían 397.335 trabajadores y en 2023 tenían 423.193 trabajadores. Es decir que en 15 años crearon 25.000 empleos directos para una PEA (población económicamente activa) de 20 millones (N. de la R. Eso y nada es exactamente lo mismo).
…………………………………………….
- Ergo, “esas actividades no resuelven que Argentina sea un país con trabajo e ingreso para todos. Ahí es donde tenemos que lograr ponernos de acuerdo, porque no es blanco o negro, esto sí y esto no, esto está bien y esto está mal… Necesitamos de todos los sectores, y los extractivistas son fundamentales para, entre otras cosas, resolver el frente externo, porque se habla poco del préstamo del FMI, y hasta muchos creen que se pagó, pero, mala noticia, hay que devolver 45 mil millones de dólares”.
…………………………………………….
- Pregunta: “¿Por qué no aprovechamos estas actividades para traccionar la industria nacional? Esa es la discusión de fondo. Tenemos minería, genial, que las pymes argentinas acompañen a la minería en Cuyo; tenemos petróleo y gas, genial, que las pymes argentinas acompañen la extracción de petróleo y gas en el sur; en el agro hay sectores testigo que ya se han desarrollado, por ejemplo, la metalmecánica; la maquinaria agrícola y toda la industria asociada al agro, donde participan fuertemente las pymes, es un ejemplo de industria nacional que acompaña a un sector eminentemente extractivista como es el agro. Ejemplos hay. Falta caminar en ese sentido”.

- Oil-gas: “La discusión es cómo agregamos valor, porque eso se traslada por gasoductos, y si queremos exportarlo tenemos que licuarlo y subirlo a un barco. Y el principal proyecto de agregado de valor en este rubro lo perdió este gobierno -en realidad, lo perdimos todos- por una hiperideologización de algo que no se debe ideologizar, como la industria. Iba a ser en Bahía Blanca y el gobierno nacional decidió llevarlo a Río Negro, entonces la empresa malaya que iba a licuar este gas dijo ‘esto no es serio’. Y se fue”.
…………………………………………….
- “No puedo dejar de hablar del RIGI. La Argentina y el peronismo tienen que dar el debate sobre el régimen de grandes inversiones. ¿Por qué? Primera pregunta: ¿Necesitamos un régimen para promover inversiones en Argentina? La respuesta es sí. ¿Ese régimen tiene que ser igual para todas las actividades y para todas las empresas sin importar su tamaño ni origen? La respuesta es no. ¿Ese régimen tiene que tener contraprestación? La respuesta es sí. Y lo dice hasta el FMI en el documento ‘Cómo debe hacerse política industrial’. Dice ‘con contraprestación’. Es decir, yo te doy y vos me das. ¿Qué me das? Empleo, exportaciones y tecnología. Es lo que hicieron los famosos tigres asiáticos, que se industrializaron mucho más tarde que Europa y EEUU. Dijeron a los capitales: vení, pero me enseñás”.
…………………………………………….
- “Pero el RIGI plantea una inversión mínima de 200 millones de dólares y está acotado a las actividades extractivas (menos el agro). Ahora, si vos sos una pyme que hace bienes de capital estás en el régimen general, es decir, con cero incentivos. ¿Impuesto a las ganancias?, te cabe el más alto; IVA, te cabe el 21%; ni hablar de ingresos brutos; el impuesto País ahora bajó a 10,5 pero las pymes lo venían pagando sin distinción para los insumos; derechos de importación, 13%; derechos de exportación, hasta 16%; estabilidad fiscal, no tiene para pymes y tiene hasta 30 años para actividades extractivas” (VER GRÁFICO 1).
“Estas son las cosas que tenemos que discutir”, cerró Julia Strada.
GRÁFICO 1
