hipocresía
Cuéntame cómo pasó es una exitosísima y excelente serie de la televisión estatal española (TVE) que comenzó a emitirse el 13 de septiembre de 2001, y el 29 de noviembre del año pasado culminó su temporada 23, convirtiéndose así en la serie más longeva de la TV española y en la sexta más extensa del mundo. Narra el día a día de los Alcántara, una tradicional familia de clase media española de los años ‘60 -cuando comienza la historia-, que va pasando por las diferentes épocas del país ibérico: finales de los ‘60; los ‘70, que incluyen la muerte del dictador Francisco Franco en 1975; la transición democrática; la incorporación de España a la Unión Europea y su consecuente modernización, hasta nuestros días.
En la segunda mitad del 2017, la TV Pública puso al aire la versión argentina de Cuéntame cómo pasó. También retrataba a una familia de clase media, particularmente porteña, y la historia arrancaba a mediados de 1974. La serie implicaba una inversión económica importante que no tuvo el retorno esperado en materia de audiencia, por lo que hubo una sola temporada.
Un crítico de espectáculos podría decir, no sin razón, que la copia de un producto artístico extranjero que contiene elementos culturalmente muy ligados a un país (la familia Alcántara era “muy española”) está condenada de antemano. Basta ver lo que pasó con la versión estadounidense de Nueve Reinas, por poner un solo ejemplo entre miles.
Otra lectura posible es la siguiente: los Alcántara representan cabalmente a la familia de clase media española promedio, y la serie va contando su evolución y la de cada uno de sus integrantes desde finales de los ‘60, en el marco de una sociedad que no paró de crecer hasta hoy en día, por lo cual se infiere que la inmensa mayoría de los españoles se vieron y se ven -más o menos- reflejados en la pantalla. Y es que España, durante el franquismo, atravesaba una suerte de remake de la edad media, con un atraso socioeconómico y sobre todo educativo-cultural galopante; luego, sobrevino el despegue.
La familia Martínez de la versión argentina arranca sus andanzas, como dijimos, en 1974, es decir, el mejor año de nuestro país en materia socioeconómica y cultural, con los mayores niveles históricos de industrialización, pleno empleo, altos salarios, menos de 8% de pobreza -y en baja-, más del 90% de chicos y chicas en la escuela pública… La Argentina del 65% de clase media-media y un nivel cultural que la convirtió en el faro de América Latina y en el referente subcontinental para los europeos. Ni hablar de los españoles, que aún tenían a Franco vivo y nos envidiaban en todo sentido.
Pero muy poco después de que comenzara la historia en la versión argenta de Cuéntame cómo pasó llegaría la peor dictadura de todos los tiempos para, precisamente, empezar a romper ese país que supimos tener en la primera mitad de los ‘70. A partir de allí, la frustrada primavera democrática de los ‘80, la segunda década infame (1989-2001), la resurrección de la mano del peronismo patagónico… Macrismo, peronismo progre, y lo de hoy en día.
¿No será que la clase media argentina, cuando se estrenó la serie en agosto de 2017, no se sintió representada en esa familia Martínez? Los españoles Alcántara descubrieron, tras la dictadura, la movilidad social ascendente, el acceso a la universidad para todos, la modernización permanente, el crecimiento económico casi sin baches. Aquí, luego del año de oro (1974, que, demás está decirlo, fue el corolario de un proceso muy complejo que inició en 1945), todo fue declive hasta nada menos que 30 años después. Y luego de la primavera peronista, todo se desmoronó a la velocidad de la luz nuevamente.
Un dato no menor: la serie argentina se estrenó en agosto de 2017, cuatro meses después de la megadevaluación y colapso del gobierno de Cambiemos, y el mismo mes en que se registró un coletazo de aquella estampida que hizo estragos.
Dime por qué…
¿Por qué seguimos hablando de un país de clase media cuando tres cuartas partes de la sociedad argentina malviven?, se preguntaron los investigadores Alfredo Serrano Mancilla y Mariana Dondo en el trabajo titulado 73,3%: el verdadero número de la pobreza en Argentina, que 90 Líneas publicó el 17 de agosto de este año.
Tras un exhaustivo análisis, concluyen: “La pobreza en Argentina afecta al 55% de la sociedad. Pero este número es insuficiente para dimensionar la pobreza real, debido a que este tipo de medidas ignoran a los hogares que cuentan con ingresos muy próximos al umbral. Es decir: si un hogar posee 100 pesos más que el valor de la canasta básica total (CBT), solo 100 pesos más, dejaría de ser considerado pobre según los cálculos habituales. Sin embargo, ¿sería correcto afirmar que un hogar con un ingreso per cápita de 222.332 pesos mensuales es pobre, pero un hogar con un ingreso per cápita de 222.352 pesos mensuales no lo es? La respuesta debe exigir sentido común: no es correcto. Por tanto, resulta fundamental en lo político saber cuántos hogares están justo por encima de ese umbral, con unos pesos más, pero no demasiado más. Porque esos hogares son ‘casi pobres’: están justo en el límite, son vulnerables, y de ninguna manera son clase media”.
Más claro, imposible. Luego determinan que el 18,3% de la población es “casi pobre”, de manera tal que si se la añade al 55% de pobres, se llega al 73,3% de “pobres y casi pobres” que dan título al estudio. Y subrayan: “Si realmente nos preocupa la pobreza en serio, deberíamos contemplar la suma de los unos y los otros, los ‘pobres’ más los ‘casi pobres’. O sea: un 73,3%. Tres cuartas partes de la sociedad argentina ‘malviven’, pero aún seguimos hablando de un país de clase media. Si no asumimos este diagnóstico, esto es, que la Argentina de hoy vive mayoritariamente en condiciones de pobreza, seguiremos insistiendo en el error de proponer un proyecto político, social y económico sin anclaje en la realidad”.
Por si algo faltara…
En los últimos días se conocieron dos trabajos: uno del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP) sobre infancias y adolescencias, y otro del Centro para la Recuperación Argentina (Centro RA) de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA sobre indigencia.
El primero nos dice que casi 7 de cada 10 niños, niñas y adolescentes argentinos (9 millones) son pobres y que casi 3 de cada 10 (3.600.000) son indigentes (pobreza extrema/personas que no comen todos los días), y que en más de la mitad de los hogares argentinos ya no se consume ni carne ni leche.
Además:
- Más del 53% de los adultos en hogares con niños, niñas y adolescentes se encuentra en situación de empleo precario o desempleo.
- La pobreza entre los ocupados trepó al 44,7%, afectando incluso a trabajadores formales, cuya tasa de pobreza se duplicó al 29,4% (en comparación con la primera mitad de 2023).
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Privaciones estructurales:
- Casi el 30% de los niños, niñas y adolescentes viven en viviendas inadecuadas en términos de calidad de materiales y saneamiento.
- Un 41,9% de los niños, niñas y adolescentes sólo tienen acceso a la salud pública, enfrentando recortes presupuestarios significativos en el sistema sanitario.
Crisis alimentaria:
- El 52% de los hogares con niños, niñas y adolescentes -como se dijo- dejó de comprar algún alimento esencial, siendo la leche y la carne los más recortados.
- Un 7,4% de los niños y niñas debió saltearse una comida diaria debido a la insuficiencia de ingresos.
Impacto de las políticas públicas:
- Las medidas de ajuste fiscal han reducido significativamente el gasto público en programas dirigidos a la infancia. Por ejemplo, las partidas destinadas a infraestructura educativa y acceso a tecnología sufrieron recortes de hasta el 70%.
- La proporción del gasto público en niñez cayó al 1,6% del PBI, el nivel más bajo en los últimos años.
La indigencia crece a un ritmo más acelerado que la pobreza
En tanto, el estudio de la UBA afirma que el aumento de indigentes es significativamente superior al aumento de los pobres no indigentes. Esto sugiere un empeoramiento generalizado de las condiciones económicas.
Este aumento implica que un 11.4% del total de la población pasó de la situación de pobreza a un escalón aún peor, convirtiéndose en indigentes durante el último año. La indigencia se denomina técnicamente como la situación de las personas que no cuentan con los ingresos necesarios para comer todos los días. Al comparar los ingresos de los hogares contra el costo de la Canasta Básica Alimentaria se obtiene esta cifra, de los más pobres entre los pobres.
La pobreza en nuestro país se refiere a personas que no alcanzan a solventar una Canasta Básica Total, que incluye alimentos y gastos para solventar vestimenta, transporte, educación y salud.
Si se realiza una comparación interanual, primer trimestre de 2023 y 2024, se registra un aumento del 43,3% en la población bajo la línea de la pobreza en general (de 11.352.905 a 16.269.174), pero con un incremento muy pronunciado del 131% en la población indigente (de 2.602.472 a 6.012.772).
El segundo trimestre de 2024 registró un aumento sin precedentes en el periodo registrado en la pobreza, alcanzando un 55%, y en la indigencia, llegando a un 20,3%.
De acuerdo con los datos de la EPH hay 6.012.772 personas que viven en hogares indigentes, con un pico de individuos en el segundo trimestre de 2024, y 16.269.174 personas que viven en hogares pobres. Son los valores más altos registrados desde 2016.
Entonces, ¿por qué seguimos hablando de un país de clase media? ¿No sería hora de asumir hasta dónde caímos, aparcar la hipocresía y empezar a pensar un proyecto de nación anclado en la realidad como proponen Serrano Mancilla y Mariana Dondo?