-Tomá Luis, mañana es Navidad… Un pan dulce y un poco de vino, ya que no podés comprar -le dijo al niño su empleadora, quien, al ver que Luis no agarraba la bolsa, se la acercó y le insistió: Tomá Luis, llevalo a tu casa para poder festejar la Navidad con tu padre.
-Mañana no vengas a trabajar -siguió la mujer, aún con el pan dulce y el vino en sus manos-. El pueblo estará de fiesta. Y no habrá tristezas -le aseguró, con una sonrisa.
Luis, tímido y respetuoso, la sorprendió con su respuesta cargada de convicción.
-Señora, gracias por lo que me da, pero yo no puedo llevar esto, porque mi vida no es de Navidad… Señora… ¿Cree que mi pobreza se acabará comiendo pan en Navidad? -preguntó Luis.
La mujer quedó estupefacta, sin saber qué decir ni qué hacer. Pero Luis, con una leve sonrisa, se despidió:
-Mi padre me dará algo mejor. Me dirá que Jesús es como yo, y entonces podré seguir viviendo.
Un enorme, gigante amigo, arquitecto platense que vivía en una provincia del interior, una vez que fui a visitarlo, allá por los años ‘90, me contó indignadísimo lo que hacía un primo de su esposa.
“Le estoy haciendo la casa. Entonces, un par de veces a la semana me pasa a buscar bien temprano y vamos hasta la obra, le explico cómo va todo, coordinamos el tema de los materiales, y a la vuelta, de pasada, me deja en el trabajo”, comenzó. Él trabajaba en el actual Conicet Mendoza.
Continuó: “En cada semáforo se acerca algún chico a pedirle un peso, y el tipo ni siquiera les contesta. Incluso a veces les cierra la ventanilla en la cara. Así, un día, dos, tres… Hasta que me puso tan mal que le dije ‘che, no seas pijotero, ¿qué te cuesta darle un peso a los pibes?’ … Y ahora viene lo peor –me anticipó-. ¿Sabés qué me dijo el muy turro? Que por cada viaje contaba cuántos pesos le habían pedido, es decir que sumaba los semáforos, y que antes de bajarse en el laburo ponía esa plata en la guantera. Yo ya tenía ganas de embocarlo, cuando me tiró: ‘Comprobé que con esa guita le cargo un tanque de nafta por semana al auto’. ¡Cómo se puede ser tan hijo de puta!”, disparó mi amigo. (Vale aclarar que lo de ‘un peso’ es literal y que la cuenta de la nafta tiene que ver con valores de esa época).
¿Qué festejarán en Navidad la empleadora de Luis, el mendocino en cuestión, y tantos y tantas a lo largo y a lo ancho del país y del mundo?
Hace añares que el dios Dinero arrasó con el espíritu navideño, como arrasó, arrasa y seguirá arrasando con todo lo que se ponga en su camino. Pero ayer, hoy y siempre, la Navidad significa y significará una sola cosa, porque no se puede servir a dos señores, no se puede servir a la vez a Dios y al dinero (Mateo 6:24). Y esa sola cosa la sintetizó como nadie León Gieco (cuándo no), en una bellísima canción de 3 minutos: La Navidad de Luis (1).
Y es que la Navidad es la fiesta de los Luises, a quienes Jesucristo, nada más y nada menos que el hijo de Dios, hace unos 2.025 años les dijo ¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! (Lucas 6, 20-26).
A muchos y a muchas no les gusta el mensaje de Jesucristo. Es muy duro, es cierto. Durísimo. Quizás por ello es que el Padre Carlos Mugica dijo que la sociedad no soporta el mensaje del evangelio cuando se transmite con toda su fuerza.
La época que nos toca vivir está a años luz de ese mensaje. Hay quienes les dicen públicamente a los ricos que son “héroes”. En fin… Sólo diré que es el mensaje más anticristiano que existe, pues el mismísimo Jesucristo les advirtió a los ricos que era mucho más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que uno de ellos entrara al Reino de los Cielos (Mateo 19:23), el cual, como ya vimos, les pertenece a los pobres.
No hay dobles mensajes en los evangelios: Jesucristo nació pobre, vivió como pobre y murió pobre. Al que le gusta bien y al que no también.
“Mi padre me dirá algo mejor, señora, me dirá que Jesús es como yo, y entonces podré seguir viviendo”. Así de simple es, y así de simple lo dijo León Gieco. Porque no hay dobles mensajes, menos aún dobles interpretaciones: primero los pobres, segundo los pobres, tercero los pobres.
El mundo cada vez marcha más a contramano de los Luises, entonces los Luises molestan cada vez más
Juan Grabois, el argentino no religioso más cercano a Francisco, confió hace un par de días: “No saben cómo tuve que contenerme para no decir un exabrupto por la violencia que me generó el ofensivo sketch del pesebre”, en referencia a algo que hicieron en un programa de streaming. Y, en cambio, subió un fragmento de una entrevista que le hicieron donde se refirió al pesebre, a su significado más profundo.
“El pesebre es un mensaje contracultural, es un símbolo que molesta porque plantea la sacralidad de los pobres. Es donde fue Jesús, que era un bebé, nació ahí, con su madre jovencita, excluida, con su papá obrero, José, y terminó en un establo porque no había lugar en el hotel, en la posada. Y nació entre campesinos, entre descartados… La defensa de los pobres no es simplemente un deber moral y político, sino, para los cristianos, es una obligación religiosa. No podemos sustraernos de la centralidad de los pobres en el Evangelio porque Jesús nació pobre, y José era un obrero, y María era una piba. Entonces, defender a las pibas, defender a los obreros y defender a los pobres es un mandamiento para nosotros. No es joda. Ese es el humanismo básico que planteamos (…) En esta Navidad recuperemos el mensaje del pesebre…”
No por nada, en el mundo actual, el mundo del 1%, los cristianos se convirtieron en el grupo religioso más perseguido del mundo (declaración oficial de la Unión Europea). En una suerte de remake de lo que ocurrió con las primeras comunidades cristianas, en Medio Oriente, resto de Asia, África, y cada vez más en países latinoamericanos, los cristianos pobres y fieles hasta el tuétano, como los discípulos de Jesucristo, son perseguidos, encarcelados, torturados, desterrados, humillados, amenazados, y hasta asesinados.
Es que el mundo cada vez marcha más a contramano de los Luises, entonces los Luises molestan cada vez más.
En Occidente, por ahora, se ignora el asunto, porque en Occidente se vive -salvo muchas y honrosas excepciones- un cristianismo que va a contramano del Evangelio. Por ahora, sólo por ahora…
La Navidad de Luis (León Gieco – 1973)
Crédito: Zaxon Karaokes
(1) La Navidad de Luis es una canción del cantautor argentino León Gieco, compuesta en 1973 e incluida en su álbum Siete años de 1980. Durante la dictadura cívico-militar (1976-1983) se la intentó censurar aduciendo que contenía mensajes satánicos. En 1994, fue reeditada en el álbum Desenchufado, mientras que en 2003 se incluyó una versión en vivo en el álbum El vivo de León.