“Cuando era chica, un día iba caminando y vi unos pájaros que volaban y quedé extasiada por los movimientos. Y me dije, ‘tengo que pintar’. Yo siento algo internamente que me indica que tengo que dejar mi recuerdo en una hoja o un lienzo. Toda mi vida está alrededor de la pintura. Sacando a mi familia, es lo más importante que tengo”.
Dueña de un espíritu inquebrantable, Elena Sommi celebra sus 100 años con una muestra de tintas en la Pequeña Sala del Museo Beato Angélico de la Universidad Católica de La Plata, que se podrá disfrutar durante todo abril en el recientemente renovado edificio de diagonal 73 esquina 16.
En su vida artística, que comenzó cuando tenía 35 años, pintó de todo: con óleo, acrílico, lápiz y lapicera, eligiendo expresiones abstractas, árboles y figuras humanas, con homenajes a escenarios, actores y músicos que la interpelaban. “Lo más difícil de pintar son los ojos y la boca. Te tienen que salir a la perfección, porque si te llegás a equivocar, la obra pierde algo muy importante”, marca con seriedad.
De carácter muy firme, en su juventud tuvo que rebelarse a su familia, que la incitaba a formarse como pianista. Para eludir los mandatos, se alejó de su Chascomús natal y se radicó en La Plata, donde vivió en la zona del Barrio Hipódromo. Allí, disfrutaba de largas caminatas por el Bosque y los parques platenses, fuentes de inspiración para sus producciones.
Sus referentes fueron los artistas plásticos Enrique Crosatto y Mario Stratoitis, con quienes realizó cursos y talleres para perfeccionar su técnica. A Mario lo define como “el maestro de todos mis maestros”, ya que ejerció con ella una pedagogía práctica, muy enfocada en el sentir del arte y la repetición constante. “Él me ayudó en mi desarrollo como artista. En esa época, estaba llena de dudas e incertidumbre y me apoyó a que me preocupe solo por pintar, por el hacer. Ese consejo tan sencillo me sirvió mucho. Me salía todo de adentro y cada día pintaba mejor”.
elena sommi
La inspiración y su vínculo con el Museo
Con 65 años de trayectoria, reconoce que con el paso del tiempo soltó ciertas estructuras y que, en la actualidad, vive felizmente presa de su inspiración. “Yo no pienso sobre qué voy a pintar. No veo televisión, pero pienso y medito mucho. A veces, estoy dormida, me despierto y estoy pensando en una imagen, en algo para expresar”, mencionó.
“Si Dios me lo permite, voy a seguir pintando unos años más. Y sé que Él me va a dejar pintar incluso después de que me vaya”
Una amiga suya, María del Carmen López Osornio, la acercó al Museo Beato Angélico de la UCALP para que le presente sus obras al por entonces director, Oscar Dulcis Roth. Con algo de temor, al conocer los estándares de calidad que desde siempre caracterizaron al museo, intuyó que su labor no sería apreciada. “Vio alguno de mis trabajos y sacó de un cajón un libro para anotar mi nombre y contacto. Ese día me dijo que en dos meses podía tener mi primera muestra allí y, desde entonces, me he presentado en el museo”.
Siempre para adelante
El festejo por su centenario no evidencia señales de cansancio, ni la posibilidad de desacelerar en su producción artística. Con una lucidez envidiable, Elena contó que su plan es continuar pintando con lapicera, cuyo trazo le favorece para mitigar algunos dolores en la mano, con su conjunto de colores y formas sobre papel. Sin embargo, su tenacidad la obliga a ir más allá: “Ya estoy pensando lo que voy a pintar el año que viene y el que le sigue”.
Su lema para vivir la vida es “adelante, siempre adelante”, que la mantuvo motivada y activa en todos estos años. La pasión por el arte, ese motor inalterable que la definió cuando niña y la marcó en cada paso de su existencia, la lleva a esbozar una reflexión sobre su futuro: “Si Dios me lo permite, voy a seguir pintando unos años más. Y sé que Él me va a dejar pintar incluso después de que me vaya”.
Fuente: Prensa UCALP