Salvatore Cernuzio (Ciudad del Vaticano)
El Papa Francisco fue el primero en muchas cosas.
- El primer Papa jesuita
- El primer Papa originario de América Latina
- El primero en elegir el nombre de Francisco sin un numeral
- El primero en ser elegido con su predecesor aún vivo
- El primero en residir fuera del Palacio Apostólico
- El primero en visitar tierras nunca antes tocadas por un Pontífice, desde Irak hasta Córcega
- El primero en firmar una Declaración de Fraternidad con una de las principales autoridades islámicas
- El primer Papa en dotarse de un Consejo de Cardenales para gobernar la Iglesia
- En asignar funciones de responsabilidad a las mujeres y a los laicos en la Curia
- En lanzar un Sínodo que implicaba por primera vez al Pueblo de Dios
- En abolir el secreto pontificio para los casos de abusos sexuales
- En suprimir la pena de muerte del Catecismo
Primero, una vez más, en dirigir la Iglesia mientras en el mundo no hace estragos “una” guerra, sino muchas guerras, pequeñas y grandes, libradas “a pedazos” en los distintos continentes. Una guerra que “siempre es una derrota”, como repitió en los más de 300 llamados, incluso cuando le faltaba la voz, que ocuparon todos los últimos pronunciamientos públicos desde el estallido de la violencia tanto en Ucrania como en Medio Oriente.
Procesos
Pero Francisco, de nombre secular Jorge Mario Bergoglio, probablemente no hubiera querido que el concepto de “primero” se asociara a su pontificado, que se proyectó en estos doce años no para alcanzar metas o ganar primados, sino para iniciar procesos. Procesos en curso, procesos concluidos o lejanos de serlo, procesos probablemente irreversibles, incluso para quien lo suceda en el trono de Pedro. Fueron acciones generadoras de “nuevos dinamismos” en la sociedad y en la Iglesia -como escribió en la hoja de ruta de su pontificado, la exhortación apostólica Evangelii gaudium– siempre en el horizonte del encuentro, del intercambio y de la colegialidad.
Desde el fin del mundo
“Comenzamos este camino, obispo y pueblo”, fueron las primeras palabras pronunciadas desde el Balcón de la Bendición, avanzada la tarde del 13 de marzo de 2013, ante una multitud que desde hacía un mes abarrotaba la Plaza de San Pedro, bajo la atención mundial tras la renuncia de Benedicto XVI. Ante esa multitud, el recién elegido Papa de 76 años, escogido “desde el fin del mundo” por sus hermanos cardenales, pidió una bendición. Rezó un Ave María con la gente, tropezando con un italiano que no había practicado asiduamente hasta entonces, dadas las escasas visitas a Roma del pastor de Buenos Aires, quien estaba listo para preparar sus maletas inmediatamente después del Cónclave. Y al pueblo, al día siguiente, quiso presentarle sus respetos cercanos mientras se dirigía a la parroquia de Santa Ana y luego a la basílica Santa María La Mayor, para agradecer a María “Salus Populi Romani”, protectora de su pontificado, a la que siguió rindiendo homenaje en cada momento fuerte. Y fue en esa basílica, llamada “liberiana”, donde Francisco expresó su deseo de ser sepultado.
En línea con su ministerio pastoral en Argentina, el Papa manifestó su cercanía a la gente en todos los años venideros de diversas maneras:
- Con las visitas a los empleados vaticanos en las oficinas
- Con los Viernes de la Misericordia en el Jubileo de 2016 en lugares de marginalidad y exclusión
- Con los Jueves Santos celebrados en cárceles, asilos y centros de acogida
- Con la larga gira por parroquias de la periferia romana
- Con visitas sorpresa y llamadas telefónicas
Y lo manifestó también en cada viaje apostólico, empezando por el primero, a Brasil en 2013, heredado del programa de Benedicto XVI, del que se recuerdan las imágenes del papamóvil atascado en medio de la multitud.
El primer Papa en Irak
47 peregrinaciones internacionales realizó el Pontífice argentino, y lo hizo en función de eventos, invitaciones de autoridades, misiones por cumplir o alguna “moción” interior, como él mismo reveló en el vuelo de regreso de Irak. Sí, Irak, donde estuvo durante tres días de marzo de 2021 entre Bagdad, Ur, Erbil, Mosul y Karakosh, tierras y pueblos con cicatrices aún evidentes de matriz terrorista, con sangre en las paredes y tiendas de desplazados a lo largo de las carreteras, en plena pandemia de Covid y con gran preocupación por la gestión de la seguridad. Fue un viaje desaconsejado por muchos a causa de la salud y el riesgo de atentados, pero un viaje deseado a toda costa. El viaje “más hermoso”, reconoció siempre el propio Francisco, el primer Papa en pisar la tierra de Abraham, donde Juan Pablo II no llegó, y donde se entrevistó con el líder chií Al-Sistani.

La Puerta Santa en Bangui y el viaje más largo al sudeste asiático y Oceanía
Una buena obstinación le llevó a Irak, la misma que en 2015 lo llevó a Bangui, la capital de la República Centroafricana, herida por una guerra civil que en los mismos días de la visita dejaba muertos en las calles.
En el país africano, al que dijo querer ir aún a costa de saltar “con paracaídas”, Francisco abrió la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia en una emotiva ceremonia que marca también el récord de un Año Santo abierto no en Roma, sino en una de las zonas más pobres del mundo. Y también puede definirse como buena obstinación la que animó su decisión de emprender en septiembre de 2024, a los 87 años, el viaje más largo del pontificado: Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. Fueron quince días, dos continentes, cuatro husos horarios y 32.814 kilómetros recorridos en avión. Cuatro universos diferentes, cada uno de ellos representando los principales temas de su Magisterio:
- Fraternidad y diálogo interreligioso
- Periferias y emergencia climática
- Reconciliación y fe
- Riqueza y desarrollo al servicio de la pobreza
De Lampedusa a Juba
Y no se puede olvidar, rememorando los viajes apostólicos y las visitas pastorales, el primer viaje fuera de Roma, a la pequeña isla de Lampedusa, escenario de grandes tragedias migratorias, donde Francisco arrojó una corona de flores en el “cementerio al aire libre” del Mediterráneo. Fue una denuncia que repitió en sus dos viajes a Lesbos (2016 y 2021) en medio de los contenedores y tiendas de campaña donde vivían refugiados y desplazados.
En la historia de este pontificado, también destacan los viajes a Tierra Santa (2014); a Suecia, a la ciudad de Lund (2016) para las celebraciones del 500 aniversario de la Reforma luterana; a Canadá (2022) con la petición de perdón a las poblaciones indígenas por los abusos sufridos por representantes de la Iglesia católica.
Y después, los viajes a la República Democrática del Congo y Sudán del Sur (2023), cuya última etapa fue compartida con el Arzobispo de Canterbury, el anglicano Justin Welby, y el Moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, Ian Greenshields, para subrayar la voluntad ecuménica de curar las heridas de un pueblo. Las mismas heridas que había implorado sanar a los líderes sudsudaneses, reunidos en 2019 durante dos días de retiro en la Casa Santa Marta del Vaticano, a quienes besó los pies en un impactante gesto al concluir el encuentro.

Además, estuvo el viaje a Cuba y Estados Unidos (2015), para sellar el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países. Se trató de un acontecimiento histórico por el que Francisco pasó meses enviando cartas a los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, instándoles a “iniciar una nueva etapa”. Fue el propio Obama quien dio las gracias públicamente al Pontífice. En La Habana también se reunió con el Patriarca ortodoxo de Moscú Kirill, con quien firmó una declaración conjunta para poner en práctica el “ecumenismo de la caridad”, el compromiso de los cristianos por una humanidad más fraterna. Un acuerdo que, años después, cobró trágica actualidad y cierto desprecio con el estallido de la guerra en el corazón de Europa.
El Documento sobre la Fraternidad Humana
Por último, pero no menos importante entre los viajes, figura aquel que lo llevó a Abu Dabi (2019), donde firmó el Documento sobre la Fraternidad Humana junto al Gran Imán al-Tayeb, coronando el deshielo con la universidad suní de Al-Azhar. Todo había comenzado con un abrazo en la Casa Santa Marta y terminó un texto que se convirtió inmediatamente en la piedra angular del diálogo islámico-cristiano, acogido también en varias Constituciones.
Fuente: Vatican News