Por Mauricio Vallejos
Si el pueblo argentino supo destacar a nivel mundial en un arte en particular, sin dudas que sería la literatura. En gran medida, lo que Estados Unidos logró con el género cinematográfico de vaqueros aquí se logró con la gauchesca. Además, nuestro país es cuna de grandes nombres como Borges, Cortázar, Marechal o José Hernández, pero por avatares del destino, una de las más grandes historias argentinas llegó a través de la novela gráfica, y su escritor fue el guionista Héctor Germán Oesterheld, la cual, muchas décadas después, llegó a Netflix.
El presente desde el futuro
Durante la década de los 50, Hollywood vivió el auge del cine de serie B, el cual constaba de cintas de bajo presupuesto realizadas por grandes estudios, que fueron semillero de enormes talentos y que dieron paso a la era de oro de la ciencia ficción. Además, recordemos que EEUU estaba en plena guerra fría, por lo cual la metáfora era clara: había que defenderse de una invasión que quería esclavizar, y todos debían unirse.
Sin dudas que la ciencia ficción es el género ficticio progresista por excelencia. Se muestran futuros distópicos o amenazas interplanetarias pero nunca se habla realmente del futuro, siempre el tema central es el presente. En ese escenario, en 1957, Oesterheld publicó su obra maestra, El Eternauta.

La nevada de la muerte
La serie realizada por Bruno Stagnaro, mismo realizador de Okupas, toma sus grandes libertades frente a la adaptación y actualiza al 2025 muchos conceptos. No obstante, ambas historias tienen un comienzo que resulta altamente reconfortante, puesto que todos los argentinos sabemos que cuatro amigos jugando al truco es una imagen muy común de nuestro pueblo.
El conflicto central de la historia se desarrolla cuando en pleno Buenos Aires comienza a caer una nevada que mata a la mínima exposición. Hasta El Eternauta, todas las historias de ciencia ficción ocurrían en los países centrales, pero Oesterheld tuvo la visión de contar una invasión alienígena desde Argentina, y desde la más profunda argentinidad. Algo que la serie logra capturar muy bien.

Siempre hubo múltiples interpretaciones de lo que representa la nevada de la muerte, y a medida que pasaron los años tuvo distintos significados. Pero en esencia es lo que dispara el conflicto, y es lo que obliga a los sobrevivientes a unirse, puesto que, como dice el lema de la serie (y también el Papa Francisco), nadie se salva solo.
En las propias palabras de Oesterheld: “Único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo”. El mensaje de la obra es muy significativo, en el sentido de que ante una amenaza mayúscula no habrá salvadores, sino un pueblo que deberá poner el hombro a la adversidad y a los enemigos.
Los ellos
Ahora bien, desde mi humilde opinión, lo más genial que tiene El Eternauta como obra es la representación de los villanos. Los primeros que el lector y el televidente ven son los recordados “cascarudos”, unos insectos gigantes que atacan a los protagonistas. Luego hay unas criaturas temibles que la serie no adaptó, los “gurbos”, probablemente por cuestiones de presupuesto.
De todas las especies de marcianos que Juan Salvo, el protagonista, y los demás sobrevivientes enfrentan, quizás la más mítica son “los manos”, unos seres muy inteligentes, con una apariencia luciferina. Pero, ¿qué es lo que hace genial a estos villanos?
Ninguno de estos seres son realmente los enemigos; solo son razas extraterrestres que fueron colonizadas y esclavizadas por los “ellos”, los que realmente buscan conquistar la Tierra. Pero tanto en el cómic como en la serie nunca aparecen ni sabemos qué forma tienen, como el poder real, a quien solo conocemos a través de sus esbirros y por aquellos que fueron cooptados o comprados por ellos.
Lo realmente bueno de la adaptación de Netflix es que se haya podido hacer desde Argentina, y que no caiga en manos de Hollywood. Siento que la esencia de la obra se respetó, a pesar de haber grandes cambios (me encantó que hicieran a Juan Salvo un ex combatiente de Malvinas). Es una mega producción que pocas veces se verá en nuestro país, pero valió la pena, puesto que en estos tiempos donde parece que los “ellos” se quedaron una vez más con el país, era necesario que Juan Salvo vuelva a ponerse su traje para salir a dar una nueva batalla, y que millones de jóvenes puedan encontrar el legendario cómic que marcó, y marca, a generaciones de argentinos.