El Eternauta se ha convertido en el emblema de quienes cada día, en comunidad, por sobre el individualismo y el egoísmo que nos quieren inculcar a toda costa, luchan por una ciudad, un país y un mundo mejor para todos, para todas.
Cada cual desde su lugar. Cada cual, como dijo el Papa León XIV a los 5.000 periodistas con los que se reunió en el Vaticano, sin esquivar los duros momentos que se nos presentan: «Ante el reto de los tiempos difíciles que vive la humanidad, no debemos huir; al contrario, nos piden a cada uno de nosotros, en nuestras diferentes funciones y servicios, que no cedamos nunca a la mediocridad”.
La mediocridad dejémosla para los «ellos».
No por nada el Eternauta anduvo por el industrial Albert Thomas. Un colegio que supo ser de excelencia cuando el país caminaba -en ese momento, parecía que inexorablemente- hacia el desarrollo industrial integral. Con las empresas nacionales confeccionando los programas de estudio junto con las autoridades y los docentes de la institución, como le contó a 90lineas.com el histórico director del establecimiento Jorge Mattia.
Hoy, los «ellos» nos tienen amenazados. Esos que «tanto en el cómic como en la serie nunca aparecen ni sabemos qué forma tienen, como el poder real, al que solo conocemos a través de sus esbirros y por aquellos que fueron cooptados o comprados«, como describe magistralmente el colega Mauricio Vallejos en El día que El Eternauta volvió para pelear por el futuro, quieren quitarnos la educación pública, la salud pública, el trabajo cualificado, las pymes que fabrican «industria nacional», la Universidad argentina, la ciencia y la tecnología nativas, los recursos naturales, las ganas…
Pero no podrán. Pasaremos por momentos en que vamos a creer que todo está perdido. Que ganaron. Sin embargo, en esas aulas del Albert Thomas, como en millones de aulas de escuelas públicas de todo el país, cada día hay chicos y chicas que «no ceden a la mediocridad», como pidó León XIV.
Lo mismo ocurre en cada empresa, en cada taller, en cada cooperativa donde se fabrica, no se importa.
En cada aula universitaria donde se piensa un país soberano; en cada laboratorio e instituto de investigación donde se le da forma a un desarrollo «hecho en Argentina».
Como dice el ingeniero e investigador Guillermo Garaventta, creador de todas las baterías de litio que impulsaron todos y cada uno de los emprendimientos 100% ecológicos de la Facultad de Ingeniería de La Plata, desde la moto hasta el avión, pasando por el micro de línea que hace rato está listo para salir a las calles (¿qué anda faltando, señores gobernantes?), «todo lo que podemos fabricar acá, tenemos que hacerlo acá».
Para ello se requiere un sano patriotismo, gambetear el individualismo, trabajar en equipo, construir «mojones» de la comunidad organizada que vayan haciéndole un gran corte de mangas a la mediocridad, desde cada aula, desde cada salita u hospital público, desde cada empresa argentina, desde cada obrador, desde cada club de barrio, desde cada laboratorio o instituto de investigación, desde cada hectárea de los productores rurales con espíritu nacional, desde cada medio de comunicación que trabaja «con» y «para» la verdad, desde cada rincón del Estado donde se trabaja para la gente (porque es una enorme mentira que todo el Estado es corrupto; corruptos son los «ellos», al Estado hay que reformarlo para convertirlo en eficiente, todo lo contrario a ‘destruirlo desde adentro’), y un eterno etcétera.
El Eternauta es un emblema maravilloso en estos tiempos oscuros y de gente turbia. ¡Y ojo que ya anduvo por el Albert Thomas! Debe andar reuniendo voluntades para sacar al país del pozo en el que lo metieron los «ellos».
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