En poco más de doce horas, el pasado 7 de marzo cayeron cerca de 300 mm en Bahía Blanca y alrededores, lo que provocó la inundación de las calles y accesos, con pérdidas humanas y materiales de extrema gravedad. Por ello, la ciudad se encuentra afrontando un largo proceso para reconstruir su infraestructura y recuperar su fisonomía. Se podría decir que esta historia, con muchas similitudes, se vivió en La Plata en el 2013, y por supuesto que aún quedan heridas abiertas de esa catástrofe.
Para analizar el impacto ambiental que posee este tipo de evento meteorológico, que repercutió en la sede de Bahía de la UCALP, se entrevistó a Rodrigo Osorio, ingeniero ambiental y docente en la carrera de Higiene y Seguridad en el Trabajo de la UCALP, y con Federico Santos Berisso, profesor y coordinador en la facultad de Ciencias Exactas e Ingeniería.
“Lo primero que hay que atender es la salud de las personas. Cuando ocurre una inundación, hay un montón de agua residual que se libera al ambiente, al lugar donde la gente come y duerme”, explicó Rodrigo y aclaró: “Con las intensas lluvias, suelen aparecer patógenos, como la leptospirosis, que se generan por la contaminación del agua y producen fiebre, diarrea y vómitos”. Sobre este punto, resaltó que es fundamental la limpieza posterior en los hogares, con barbijo y lavandina, para eliminar cualquier tipo de bacteria emergente.

En el caso de las locaciones de extracción minera, las abundantes precipitaciones provocan que los materiales pesados como el zinc, plomo o mercurio se mezclen con el agua potable y afecten a todas las personas que entran en contacto con ella. En el caso de intoxicación, puede afectar al embarazo o desarrollar cáncer, tal como precisó el ingeniero.
“La raza humana cree que tiene que alfombrar el planeta con asfalto, si no, parece que es imposible desplazarse” (profesor Federico Santos Berisso)
Una de las áreas importantes a monitorear son las zonas agrarias, por los pesticidas y fertilizantes que se utilizan en los cultivos: “Si diluvia de golpe, todo eso pasa al agua que, de hecho, proviene de napas subterráneas que se usan para regar. Entonces, pondría la atención en esas napas, para ver qué tanto de estos materiales se infiltró”, relató Osorio.
La protección del suelo
A la hora de pensar en posibles soluciones, Federico Santos Berisso hizo hincapié en el cuidado de los suelos y, fundamentalmente, reflexionó sobre el exceso en la pavimentación: “La raza humana cree que tiene que alfombrar el planeta con asfalto, si no, parece que es imposible desplazarse”.
Siguiendo esta línea, el profesor de Seguridad e Higiene resaltó que es una práctica común impermeabilizar el suelo asfaltado para que no absorba líquido. “Yo recomendaría lo contrario: que los suelos sean buenos infiltradores de agua, para que no escurra arriba con tanta violencia y que traspase hacia la napa subterránea”, planteó.
La protección de nuestro suelo se convierte en una de las claves. En especial, ese colchón de materia orgánica (con hojas en descomposición, lombrices y bichos) que posee naturalmente, que es lo que permite que el agua escurra y evita que se produzcan las anegaciones.
“Si se explota el suelo y no se realiza nada para restituir esos nutrientes, va a quedar erosionado, transformándose en una tierra arcillosa, sin oxígeno, con una corteza dura que es perfecta para que se den las inundaciones” (profesor Federico Santos Berisso)
Para concluir, el director de la Licenciatura en Ingeniería Ambiental elevó un mensaje de conciencia: “Tenemos que plantearnos qué pasa con la planificación urbana y con la constante edificación, sin tener cuidado de salvaguardar los espacios verdes, que tan importantes son para la absorción del agua. La prioridad tiene que ser el resguardo de la gente que está viviendo allí y, para eso, tenemos que cuidar el suelo verde para que nos proteja a nosotros”.
Fuente: Prensa UCALP