Son las 23:00 del domingo uno de junio de 2025. Esta noche tenía en mente escribir una nota titulada “Una Patria sin Dios”. Por Argentina. Pero quedará para dentro de unos días. Es que “algo ocurrió, una extraña sensación, un presentimiento…”, como decía Gustavo Cerati en 1983. El guitarrista, compositor y cantante añadía: “tuve que dejar de hacer el amor en el momento…” No, no fue mi caso. Solo tuve que cambiar el chip y ponerme a teclear para consumar lo que, por lo menos a la altura de ‘mi’ partido, me parece un acto de flagrante justicia. Y como en estas pampas se está perdiendo (casi) todo, pero el fútbol sigue siendo un ‘hecho cultural’, para alguien que bebió fútbol desde muy, muy pequeño, lo que ocurrió en Santiago del Estero es un ‘acto cultural’.
Hace unos días, un (enorme) amigo me preguntó:
-¿Quién querés que gane?
-Qué se yo… A Platense lo recuerdo siempre como el que nos mandó a la B en el ‘79, y Huracán siempre me cayó bien. Pero creo que lo voy a mirar sin preferencias. No hay ningún grande, así que me da igual.
Mi amigazo me confesó su preferencia por el Globo. Y yo llegué a la tarde del domingo como aquella noche; solo faltaba que dijera “que gane el mejor”. Sin embargo, ni bien empezó el doparti me asaltó “una extraña sensación”: me entusiasmaba con cada avance calamar y no así con las réplicas de Huracán.

Todo se tornó gris cuando en la empresa distribuidora de energía eléctrica, el operario de turno decidió cortar la luz, al menos en la zona de Berisso donde vivo. Y no la volvió a encender hasta media hora después de que terminó el encuentro.
Así las cosas, mientras la última luz natural también se iba apagando a través de la ventana, me tiré en la cama junto a Padme y Leia -mis dos gatas- y seguí las alternativas del partido a la vieja usanza: por radio. No era una Spika, pero el relato y el clima que genera es el mismo, se los puedo asegurar porque soy ‘muy de radio’.
Y, una vez más, me asaltaron los fantasmas del 79. Tenía entonces apenas 14 años y mi amado Gimnasia, el Lobo del Bosque platense, estaba jugando junto con Chacarita, Atlanta y Platense el “cuadrangular de la muerte”, como se lo conoció con el tiempo, con esa capacidad para sobredimensionar todo que tiene el periodismo deportivo argento.
Les dejo la muy buena nota del periodista (fana calamar) Alejandro Fabbri (aquí) sobre ese petit torneo, aunque les adelantó, en pocas palabras, que se trató de un cuadrangular a dos ruedas (6 partidos por cabeza), en el que solamente se salvaba de descender a la B (en ese momento la B Metropolitana, pues no existía la Primera Nacional) el ganador del mini torneo. El candidato a zafar era Gimnasia, pero se salvó Platense.

Mi memoria, desde hace años ‘muy selectiva’, guarda una tarde en el Bosque como si hubiese ocurrido ayer: “Cuarta fecha -primera de las revanchas, escribió Fabbri en 2019, al cumplirse 40 años del famoso cuadrangular-. En La Plata y con un estadio repleto, Platense se dio el gustazo de ganarle 2-0 a Gimnasia”. Y como había público visitante (ahora, cuando se supone que los métodos de seguridad son infinitamente superiores a los de entonces, no hay…), la hinchada calamar estaba ubicada en la ochava que daba la espalda a 60 y 115. Y nos cantaba: “Seeee van a la B, seee van a la B”. Y un enorme dolor nos invadía porque sabíamos que era cierto, a pesar de que faltaban dos partidos. El amado Lobo era un equipo sin rumbo, que deambulaba por la cancha sin ton ni son.
Fue el punto de partida de nuestra mayor temporada en la B: cinco años. Hasta que hombres de la talla de Héctor Delmar (el “Cacho” de aquellos años, no el que malamente muchos y muchas utilizaron bastante tiempo después), René Favaloro, Hugo Barros Schelotto y otros tomaron la manija del club e iniciaron una etapa de oro que se coronó a partir de 1995 con la llegada a la institución de un gigante: Carlos Timoteo Griguol. (¿Casualidad? El primer ciclo de Griguol al frente de Gimnasia comenzó, el 29 de octubre de 1994, con una victoria por 2-0 sobre Platense en el Bosque).

Hasta que volvieron a calle 4 las aves rapaces y casi tuvimos que vender el predio del Bosque, Estancia Chica y toda nuestra historia, la más larga del fútbol de América.
El tiempo pasa, nos vamos volviendo ‘viejos y sabios’, como le gusta decir a un amigo no tripero pero simpatizante del Lobo en La Plata. Y el tiempo me enseñó que nada tuvo que ver Platense con nuestro peor descenso. Cuando un equipo, un club, anda mal un año, dos, tres, cuatro y más, quienes no comprendemos que el problema no pasa por un DT ni por los jugadores, sino por decisiones que corren exclusivamente por la CD, es como aquel que no quiere comprender que Argentina está a medio paso de descender por responsabilidad de los mamarrachos que pueblan la Rosada, el Congreso y la Justicia: la culpa no es de la ‘mala suerte’, la culpa no es de una serie de malas decisiones encadenadas, la culpa no es del que cobraba un plan…¡giles! El pescado, siempre, siempre, siempre…se pudre por la cabeza.
Corría 1984, primavera democrática en Argentina, y con mi amigazo “el Negro” fuimos a Obras Sanitarias a ver a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Yo era rockero desde la cuna, pero en esos años había letras de compositores y cantantes que llegaban al cuore. Una de tantas de Silvio Rodríguez me quedó grabada a fuego; decía así: “El tiempo está a favor de los pequeños / De los desnudos, de los olvidados…”
La canto hasta el día de hoy, a sabiendas de que, al menos en esta tierra, eso no solo nunca se cumple sino que, a medida que ese tiempo pasa, todo va a peor.

Pero de tanto en tanto… ¡Minga! El uno de junio de 2025, en el interior profundo de este país herido, un pequeño con mucha historia, con hinchas maravillosos como el Polaco Goyeneche y mi admirado Alejandro Fabbri -buque insignia de los periodistas que no se venden-, les hizo pito catalán a los multimillonarios planteles de todos los grandes. ¿Qué diferencia hay entre el presupuesto que manejó Racing y el de Platense? ¿Qué diferencia entre el presupuesto que manejaron Boca y River y el Calamar? Uffffff… ¡Cuántos ceros de diferencia!!!
Pero bajo las consignas “Nadie se salva solo”, todos tiramos para el mismo lado, y a un club chico hay que manejarlo cuidando el mango pero respetando, con mucho amor, a sus hinchas… “Tense”, como cariñosamente lo llamamos algunos, se manducó a Racing en el Cilindro de Avellaneda; a River en el Monumental a pesar de un árbitro que hizo todo lo posible y más también para dejarlo fuera de carrera; a San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, y en Santiago, merecidamente, levantó la ansiada copa tras haber cumplido, el último 25 de mayo, 120 años.
Y Platense le ganó, por goleada, a los privatizadores del fútbol, de la mismísima República Argentina y de la vida: Sí sí señores, una asociación civil sin fines de lucro se alzó con uno de los campeonatos más prestigiosos del mundo, porque en el mundo -y doy fe- siempre se tiene muy en cuenta quién sale campeón en Argentina, país de Diego y Messi, país que hoy ocupa el puesto 1 en el ranking FIFA y que ganó el último mundial y las dos últimas Copas de América.
En nombre de todos los pequeños; en honor al Polaco que -dicen- ayer se estaba tomando un buen vino sentado sobre una nube blanca con una franja marrón que la cruzaba; en honor a ese maestro de periodistas llamado Alejandro Fabbri, y a miles y miles de hinchas calamares que están -y que no están- y que saben lo que es ser chico -como uno- y que, por tanto, conocen de injusticias, de dolor, de sufrimiento, de angustias varias y demás… ¡Salud Platense! ¡Felicitaciones de corazón de un sexagenario que con el tiempo aprendió que si otro pequeño gana, ganamos todos en algún punto!
PD1.- Cuando Fabbri escribió el artículo titulado “La historia del ‘cuadrangular de la muerte’” corría el año 2019 y Platense estaba en la B Nacional; ascendió en 2021, hace 4 años, y en los últimos dos llegó a sendas finales: en 2023 por la Copa de la Liga (0-1 vs. Central) y ahora por el Campeonato Argentino de Primera División. (Algo estarán haciendo muy bien en Vicente López).