Hace poco más de un año falleció Roberto “Tito” Cossa (30 de noviembre de 1934 – 6 de junio de 2024), uno de los más destacados dramaturgos de la historia argentina, a los 89 años de edad.
También se dedicó al periodismo, con un estilo de escritura breve y contundente. El mismo que utilizó en sus columnas publicadas en el portal El Cohete a la Luna, donde, durante el fallido gobierno del Frente de Todos y según nuestro humilde entender, describió mejor que los más renombrados analistas políticos la crisis de identidad que atravesaba (y sigue atravesando) el peronismo, el mayor movimiento sociopolítico de la historia de América Latina.
En su homenaje, y también como un aporte para seguir pensando sin tantos rodeos lo que le ocurre al peronismo, transcribimos aquí dos columnas de “Tito” Cossa. La primera la publicó el 21 de noviembre de 2021, una semana después de las elecciones legislativas de aquel año, donde el peronismo fue claramente derrotado en la provincia de Buenos Aires. Se tituló “Garchar no garpa”, en referencia a la expresión “en el peronismo siempre se garchó”, que la primera candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires del entonces oficialismo, Victoria Tolosa Paz, pronunció en un programa de TV. Allí, Cossa habla en primera persona para describir que quizás el peronismo del siglo XXI había captado a la clase media “progre” pero, al mismo tiempo, estaba perdiendo su razón de ser, o sea, la clase trabajadora.
El otro lleva el título de esta nota (“El peronismo dócil no es peronismo”) y, ya en 2022, refiere a la pérdida del carácter plebeyo y directo que siempre caracterizó al peronismo, algo que en la actualidad no pocos dicen que encarna el presidente Milei, aunque, claro está, enarbolando un proyecto antagónico al del justicialismo, basado en la consolidación de un país económicamente dependiente y socialmente empobrecido.
Garchar no garpa
(El resultado electoral y sus causas, en la reflexión de un progre de clase media)
Por Roberto “Tito” Cossa – 21 de noviembre de 2021 – El Cohete a la Luna
Las PASO de septiembre fueron un duro golpe para el gobierno, para los militantes peronistas y para sus simpatizantes. Políticos oficialistas, politicólogos y periodistas se rompieron los sesos en un intento por explicar tamaño sacudón. ¿Causas? La inflación, la falta de trabajo, el mal manejo de la epidemia, la inseguridad, la desilusión.
Desde de mi atalaya -la mesa de un bar- escucho a los parroquianos y miro pasar a la gente por la calle. También me pregunto qué pasó. ¿Solo esas son las causas? Sin duda las principales, pero presumo que hay otras menos visibles a las que podríamos llamar culturales, esas que vienen de la historia personal difíciles de racionalizar. El subconsciente, que le llaman.
Las bases peronistas siempre fueron coherentes en el plano político, pero bastante conservadoras en lo cultural. Hasta la llegada de los Kirchner y su avance en materia de derechos: aborto, matrimonio igualitario, reconocimiento de las diferencias sexuales. El avance del feminismo. Estas decisiones acercaron a muchos progresistas e izquierdistas a estos nuevos dirigentes del peronismo. ¿Pero qué pasó con los peronistas tradicionales? Las cosas han cambiado, es cierto, ¿pero para tanto? Hasta hace no mucho tiempo se escuchaba decir “lo peor que me puede pasar es tener un hijo puto”. Cuando Cristina apareció como candidata a Presidenta escuché decir a más de un desconfiado “pero es una mujer…”
Es evidente que a la candidata a la provincia de Buenos Aires le dijeron que apelara a un lenguaje menos formal para llegar a los jóvenes. Y así desempolvó, divertida, la palabra más grosera para referirse al acto sexual.
¿Es así como se llega a los jóvenes? No lo sé, es posible. Pero los veinteañeros viven con sus padres cincuentones y con sus abuelos octogenarios.
En fin… Me temo que mientras nosotros, los progresistas de clase media, finalmente, nos acercamos al peronismo, los que se van yendo son los trabajadores.
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El peronismo dócil no es peronismo
(Nadie puede asegurar qué va a pasar en 2023, pero este peronismo lleva las de perder)
Por Roberto “Tito” Cossa – 29 de mayo de 2022 – El Cohete a la Luna
El peronismo es provocador. Desde el 17 de octubre de 1945. Está en su ADN. A veces se le va la mano.
Cuando en 1952 se produjo un brote inflacionario -calificado “agio y especulación”-, Perón les aconsejó a los trabajadores “dar leña” y amenazó a los “agiotistas” con colgarlos en la Plaza.
Carlos Menem arrastró al peronismo a la derecha, pero no abandonó el estilo. “Ramal que para, ramal que cierra”.
Los Kirchner devolvieron el peronismo al pueblo, y aumentaron el volumen.
Pero llegó Alberto Fernández, un conciliador. Por primera vez un peronismo dócil. Saludó al capo de Clarín, dijo que Rodríguez Larreta era su amigo y compartió una misa con Macri.
Desconozco si es su línea de pensamiento o producto de nuevos duranbarba.
A medida que el peronismo se apichonó, la derecha sacó pecho y se sinceró. Ya no oculta sus verdaderas intenciones: la debilidad del sindicalismo, la reforma del sistema jubilatorio y hasta entrar a los tiros en la provincia de Buenos Aires. El chanta de Milei promete “destruir el marxismo cultural”. Eso es lo que quisieron hacer los milicos del siglo XX. Pero fracasaron.
Los políticos lanzaron la carrera hacia el 2023. Desde ya que nadie puede asegurar qué va a pasar. Lo cierto es que este peronismo lleva las de perder. Lo primero que hay que saber es que un 40% de los argentinos y argentinas no votan al peronismo. Unos por gorilas y otros por temor. El peronismo es quilombero.
En los comienzos de los ’70 el país vivía otro tembladeral. El Poder Real llegó a la conclusión de que había una sola salida: la vuelta de Perón. Y así fue. Perón aparecía como una especie de general San Martín, de salvador. El único que podía enderezar al país. Sacó el 62% de los votos.
Macri, el peor presidente de la democracia, llegó al 40% cuando quiso renovar su mandato. Tenía enfrente la “amenaza” peronista.
El peronismo tiene que recuperar su esencia. A la barriada no le gustan los dóciles, por lo menos en política. Tiene que volver a ser la herramienta para terminar con la pobreza y mejorar la vida del trabajador.
El peronismo dócil no es peronismo.