gobierno contra los clubes
Por Gonzalo Mainoldi *
Desde chico soy parte del Club Sud América de Tolosa. No llegué buscando más que un lugar donde sentirme parte, donde poder jugar, compartir y crecer. Y terminé encontrando algo mucho más grande que una cancha o una sede: me encontré con una red de afectos, con una comunidad organizada, con un lugar donde se enseña, se contiene y se cuida. Ese legado me marcó para siempre, y con el tiempo, ya de grande, sentí que era momento de devolver algo de todo lo que recibí. Por decisión de mis compañeros de Comisión Directiva y con el apoyo de socios y socias en asamblea, hoy tengo el orgullo de ocupar el lugar de presidente del club.
Como presidente del club, me siento en la obligación de hablar en este momento tan delicado que estamos atravesando muchos clubes de barrio. Lo que está ocurriendo con algunas resoluciones judiciales no puede dejarnos indiferentes. Embargos, intimaciones y amenazas de responder con nuestro patrimonio personal están poniendo en jaque a quienes simplemente decidimos colaborar con nuestra comunidad.

Lo que más me alarma es la lógica perversa que se esconde detrás de estas resoluciones judiciales: como la ley protege los bienes de los clubes y los declara inembargables —con buen criterio— ahora se intenta avanzar directamente sobre los dirigentes, responsabilizándonos en forma personal por deudas institucionales. No se trata de una cuestión administrativa aislada. Es el actual gobierno nacional el que, en lugar de acompañar, traslada el peso de sus propias políticas de ajuste sobre quienes decidimos involucrarnos y sostener espacios comunitarios. Lo hace incluso en situaciones donde las deudas son antiguas, donde los clubes hoy están funcionando y cumpliendo, pero se pretende que una persona física —un vecino, un voluntario, alguien que asumió un compromiso social— pague con su casa, su sueldo o su tranquilidad lo que la institución no pudo afrontar en contextos económicos sumamente adversos.
Es el actual gobierno nacional el que, en lugar de acompañar, traslada el peso de sus propias políticas de ajuste sobre quienes decidimos involucrarnos y sostener espacios comunitarios
Hoy, muchos dirigentes de clubes de barrio están atravesando situaciones gravísimas: embargos, intimaciones, causas judiciales. No por mala gestión ni por falta de compromiso, sino por haber sostenido —muchas veces en condiciones adversas— una institución social cuando nadie más se hacía cargo. ¿Es justo que el precio de involucrarse sea arriesgar el propio patrimonio? ¿Esa es la forma en que una sociedad trata a quienes asumen responsabilidades colectivas?
Estas medidas apuntan de lleno contra la voluntad de los actuales y nuevos dirigentes. Y eso es grave. Porque si algo son los clubes de barrio, es una cuna de dirigentes sociales. Espacios donde aprendemos a organizar, a empatizar, a defender causas colectivas. Si desalientan ese compromiso, ¿qué queda?
No aflojemos. Lo que hacemos tiene valor. Y aunque nos quieran desalentar, los clubes de barrio vamos a seguir siendo el corazón de nuestras comunidades
No me pienso correr. No nos van a correr del lugar que construimos con otros, con trabajo, con errores y con muchísima pasión. Este club me enseñó el valor de la comunidad, y es desde ahí que voy a seguir parado.
Agradezco el acompañamiento de la Municipalidad de La Plata, que en más de una ocasión ha sabido estar cerca de nuestras necesidades. Sé que aún hay mucho por hacer, y confío en que este momento sirva también para pensar políticas que protejan, alivien y potencien el trabajo de los clubes.
Estas medidas apuntan de lleno contra la voluntad de los actuales y nuevos dirigentes (…) Los clubes de barrio son una cuna de dirigentes sociales. Espacios donde aprendemos a organizar, a empatizar, a defender causas colectivas. Si desalientan ese compromiso, ¿qué queda?
También valoro el rol de los medios de comunicación, que en este caso nos están ayudando a poner luz sobre un problema que muchos prefieren callar. La visibilidad es fundamental para que la sociedad entienda que detrás de cada club hay historias, hay futuro y, sobre todo, hay personas que siguen creyendo que se puede hacer algo por los demás.
A quienes hoy están atravesando este tipo de situaciones, les mando mi abrazo y mi total solidaridad. No aflojemos. Lo que hacemos tiene valor. Y aunque nos quieran desalentar, los clubes de barrio vamos a seguir siendo el corazón de nuestras comunidades.
* Presidente del Club Sud América de Tolosa
