Con Alberto hay que ser y parecer

Ginés González Garc

“La mujer del César no sólo debe ser honrada, sino además parecerlo.” La frase que el historiador, biógrafo y filósofo moralista griego nacionalizado romano Plutarco le atribuye a Julio César para justificar el divorcio de su esposa por haber concurrido como espectadora a una Saturnalia (orgía sexual que se permitían las damas romanas de la aristocracia) sin haber participado, explica de alguna manera la decisión de Alberto Fernández de desplazar a su querido ministro de Salud Ginés González García.

Una decisión dolorosa, más allá que la designación como sucesora de Carla Vizzotti no es ni más ni menos que la ratificación de una política sanitaria de la cual se enorgullece la Casa Rosada y muestra una amplia aprobación social.

Pero lo inexplicable es lo que en tenis se llaman “errores no forzados” y que algunos denominan tiros en los pies, cuando en plena época del marketing muchas veces es más importante no parecer que ser.

“Asumo sin excusas la parte que me toca y acepto todas las críticas recibidas, así como agradezco las tan numerosas comunicaciones de solidaridad y afecto. Si lo hice y, sobre todo, si luego lo conté sin que nadie me lo preguntara, es porque no advertí que fuera algo incorrecto, el ejercicio de un privilegio», escribió en la página web El Cohete a la Luna que dirige, el periodista Horacio Verbitsky.

Pero si resulta imperdonable haber ejercido ese privilegio, resulta insólito que haya apelado a su amistad con Ginés para adelantar su vacunación apenas unos días, dado que con su edad -79 años- era cuestión hasta de horas recibir “por derecha” la dosis correspondiente y además que lo haya expuesto en público con semejante crudeza.

Y amplió: “Habrá quienes duden, porque a lo largo de tantos años se fue estructurando un estereotipo sobre mí que excluye actos ingenuos o simplemente estúpidos” y a modo de justificación señaló que «alarmado ante el noveno contagio en mi familia, que abarcó desde septuagenarios hasta bebés de un año, y con una víctima fatal luego de semanas de sufrimiento», consultó al ahora exministro si «correspondía» que él se la aplicara. «Me dijo que sí y que debía hacerlo en el Hospital Posadas, uno de los tres nacionales, que depende del Ministerio. Días después obtuve el turno», apuntó el director del Cohete a la Luna, que después recibió la notificación de que «un equipo ambulante del hospital lo haría en el propio Ministerio».

Quienes ejercen la tarea periodística, más con los años de profesión de Verbitsky tienen contactos permanentes con el poder. Suelen saber a qué resortes apuntar para lograr ciertos objetivos, que van desde una primicia hasta, en algunos gobiernos, pingües ingresos, vía pauta o sobres aún más injustificados. Todos lo sabemos, no todos nos beneficiamos de estos privilegios.

Pero si estas influencias, que ahora serán investigadas como un posible delito, pueden ser nefastas, son peores para este Gobierno que busca demostrar honestidad y transparencia en sus actos para no ser apuntados, como lo fue durante su gestión Cristina por nunca comprobados actos de corrupción.

Lo más insólito fue la “confesión” en vivo de Verbitsky que terminó de “mandar debajo del tren” a su “amigo” Ginés a quien como ministro se le podrán cuestionar muchas cosas, pero a quien nunca se acusó de latrocinio y, por el contrario, encabezó una cruzada a favor de los genéricos que lo enfrentó con los laboratorios.

Las gestiones de González García al frente del Ministerio, tendieron a crear una política de Salud que se había debilitado a niveles inconcebibles con la gestión anterior. Por eso es lamentable su alejamiento del cargo, en especial en estas oscuras circunstancias y más allá de la indudable valía de su sucesora, que por otro lado cuenta con la dinámica, que los años suelen hacer perder aún a los más prestigiosos conductores.

Pero si es una lástima que se pierda un ministro de semejante trayectoria más lamentable aún es el daño que se le causó al Gobierno, otra vez en gran medida por falta de comunicación apropiada antes que por errores inmanejables.

Estela Carlotto admitió que también ella se vacunó contra el Covid-19, pero lo hizo por tener 90 años y luego de hacer la correspondiente cola en el San Juan de Dios. Es cierto, se realizó el procedimiento correcto en forma irreprochable, pero el tema es cómo se asignan los turnos, porque en definitiva el lugar de la vacunación, que parece ser uno de los componentes básicos del escandalete no debería indignar a nadie, más allá que debería estar abierto al escrutinio público.

NO PERDER EL EJE DE LOS DESAFÍOS DEL GOBIERNO

Alberto Fernández tiene dos fortalezas en su gestión que deberá convalidar en las elecciones de este año. Por un lado la esperanza en una recuperación de la economía que se haga notoria para buena parte de la población con un aumento de sus ingresos y, por el otro, la gestión de la pandemia de coronavirus, que luego de más de dos millones de contagios y 51.000 muertos sigue en la mira de toda la población.

La tramitación para obtener las vacunas, luego de la adecuación de los centros de salud para enfrentar al Covid-19, están a la vista de todos y es uno de los activos que por ahora puede exhibir ante una población exhausta luego de un año de luchar contra el mortífero virus.

El Presidente mostró un gesto de autoridad al buscar una salida a la crisis política que generó la bautizada por lo medios opositores «vacunación VIP».  Pero quedó expuesto uno de los ángulos más complejos que los promotores de la antipolítica buscan explotar, los beneficios de estar cerca del poder.

Quizás apenas fue una torpeza, que no fue dimensionada en todo su potencial destructivo, pero dejó a Alberto sin una de las figuras más prestigiosas de su gabinete y obligó a legisladores y funcionarios a dar explicaciones.

Y lo más grave, llevó al titular del Hospital Posadas  Alberto Maceira a pedir “no ensuciar el esfuerzo colectivo entre el personal de salud y la población” que conlleva “aplicar una vacuna cada minuto y medio».

Si alguien supuso que el inmenso esfuerzo de vacunar a la mayor parte de la población no provocaría errores, “avivadas” y situaciones enojosas, está lejos de conocer la genética misma del ser “argento”. Lo importante es minimizar estas situaciones, admitir que no todos están dispuestos a “hacer la cola” para recibir su correspondiente dosis y ponderar cada situación en su exacta dimensión.

Hay situaciones que son descalificadoras por sus efectos perniciosos y errores imperdonables, pero estúpidos. Son esos errores no forzados que pueden determinar el resultado de un partido de tenis.

Y que también pueden hacer que un gobierno que busque mostrar transparencia termine perdiendo al mismo ministro que hasta ahora le sirvió como escudo a las críticas generalizadas a su gestión.
Ahora la flamante ministra de Salud adelantó que presentará al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, una «propuesta de monitoreo y de información periódica» sobre cómo se establecen los mecanismos «escalonadamente» para vacunar contra el coronavirus a la población estratégica.
Es que Alberto ahora exige, como Julio César, no sólo ser sino también parecer, cuando perdió mucho más que un ministro, pero es importante que todos tengamos en claro que corremos el riesgo de perder con este lamentable episodio.
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