Los apresurados en acordar con el FMI

Martín Guzmán durante su participación en el encuentro virtual del Departamento Occidental del FMI de la que también participó la actual titular del organismo, Kristalina Georgieva

El mediático economista Carlos Melconian acaba de acuñar un nuevo término: berretolandia o berretalandia, algo así como una tierra o un país berreta, es decir de mala calidad.

A qué iba el expresidente del Banco Nación durante poco más de un año en el primer tramo del macrismo con su flamante argentinismo, un verdadero barbarismo.

Afirma que al Gobierno “le falta liderazgo político”, que se actúa con “gran irresponsabilidad” y que “Argentina no está preparada para el mundo que viene porque no cuenta con financiamiento para encarar los próximos años”, además de cuestionar a los senadores del oficialismo por una carta en duros términos enviada al Fondo Monetario Internacional.

Este exgerente de Investigaciones Económicas y ex subgerente del Área Externa del Banco Central que en 1986 firmó y envió al directorio del organismo un informe donde se pedía anular la investigación de la deuda privada estatizada y contraída en el exterior a fines de la última dictadura cívico-militar coincide con otros economistas del establishment en un tema clave.

Todos salen al cruce de la estrategia oficial y piden un rápido acuerdo con el FMI, como camino para acceder a financiamiento externo que no estaría ingresando al país por la falta de “confianza” en la administración “devaluada” de “berretolandia”.

Es cierto que la Argentina sufre por la falta de dólares, pese al superávit comercial que en los dos primeros meses del año le permitió acumular ingresos por U$S 2.131 aunque sólo sumó reservas por U$S 387 millones llegando a U$S 39.797 millones el viernes pasado.

Así se extiende el severo cepo y se administra a cuentagotas el ingreso de importaciones en algunos casos de insumos necesarios para la producción industrial, poniendo un freno a la reactivación económica. Y no es menos cierto que se debe acordar con el Fondo para evitar males mayores.

Lo que no siempre se entiende es que cualquier administración, también la económica, atiende prioridades. No se pueden resolver todos los temas al mismo tiempo y en muchos casos la prudencia es la mejor aliada en la toma de decisiones.

Por estas horas el ministro Martín Guzmán viaja a Europa para lograr un refinanciamiento de la deuda por U$S 2.400 millones contraída con el Club de París que vencen este año y para conseguir el apoyo de los gobiernos europeos en la negociación de la deuda con el Fondo, especialmente de G7 y del G20 con un objetivo central: “concretar un programa que le sirva a la Argentina».

También Guzmán acaba de señalar en una reunión virtual del Departamento Occidental del organismo que existe «una situación más sólida en el frente fiscal» y logró alcanzar «siete meses consecutivos de ingresos creciendo en términos reales». Además puntualizó que “también estamos en una situación más sólida en el frente externo: una acumulación positiva de reservas de divisas, una disminución de la brecha entre el tipo de cambio oficial y paralelo», al tiempo que elogió el “trabajo de manera constructiva con el personal técnico del FMI para lograr un nuevo programa que reemplace el acuerdo stand by anterior, para poder refinanciar los 45.000 millones de dólares que Argentina tomó prestados en 2018″.

Pero es claro que por ahí pasan las diferencias.

SIN APUROS

Mientras desde el Gobierno se insiste en que no tiene apuro en lograr “el mejor acuerdo posible” con el FMI, desde los sectores más críticos se lo acusa de demorar la negociaciones para llevarlas hasta después de las elecciones. Afirman que ahora beneficiados por el anuncio del nuevo auxilio por U$S 650.000 creado por el organismo y que, de aprobarse, significaría ingresos adicionales y sin cargo para la Argentina de unos U$S 4.350 millones quiere postergar el acuerdo para no pagar costos políticos en este año electoral.

El propio Melconian es clarísimo respecto a su visión: “Argentina se tiene que anclar en la negociación con el FMI y no esperar siete meses. El Gobierno quiere no pagar el capital que vence en el segundo semestre de 2021. Ya limpió a los bonistas y ahora quiere limpiar esto. Llama plata fresca, aunque después va a pedir más, a la renovación o a la capitalización de los intereses, entonces quiere no pagar. Por eso, más allá del tono, creo que el Gobierno y el ministro -Martín Guzmán- quieren eso. Somos grandes, somos muy pelotudos para eso».

“El acuerdo puede dilatarse, está clarisimo. No sé qué estará pensando el FMI, pero vienen por un acuerdo por resignación. El mayor dilema que tiene la Argentina que es la tasa de inversión en un acuerdo por resignación no se corrige».

Es decir, una vez más el archiconocido concepto de la “confianza” para atraer inversiones externas, esas que nunca llegan a menos que tengan garantizadas tasas de ganancias exorbitantes y que están en la génesis de la crisis económica del 2018 que precipitó las derrota electoral de Juntos por el Cambio en diciembre de 2019.

El propio Alberto Fernández pidió al Fondo «revisar» las tasas y los «tiempos» de los créditos, en medio de la crisis por el coronavirus, al señalar que Argentina no tiene ninguna posibilidad de pagar la deuda con ese organismo en las condiciones en que se otorgó el stand by al macrismo.

Por su parte Guzmán explicó que «las economías de ingresos medios concentran alrededor del 65% de la población del mundo que se encuentra en situación de pobreza y, por lo tanto, las economías de ingresos medios también necesitan urgentemente más liquidez», agregó.

“Hoy nos enfrentamos a una situación de sobrecargos que con el argumento de atender la preocupación por el riesgo moral, está penalizando a los países que se encuentran en circunstancias más adversas y tendrá un efecto en los países de ingresos medios que necesitarán un mayor acceso a los recursos del FMI».

De esta forma, desde el Gobierno se vuelve a apuntar al otorgamiento de los U$S 45.000 millones de dólares a la gestión anterior, cuando el tandem de Donald Trump-Christine Lagarde hizo caso omiso a los estatutos del organismo para respaldar la reelección de Macri.

Así, demanda ahora que se deje de lado la sobretasa de interés que cobra la entidad a los países más endeudados, que en el caso de la Argentina significaría un ahorro de más de U$S 1.000 anuales en intereses. Además también se busca extender los plazos de los pagos y lograr una gracia en las amortizaciones, dejando de lado, al menos en parte, el esquema de diez años de los Programas de Facilidades Extendidas que ahora negocia el país.
Por último, también busca que una mayor parte de los U$S 650.000 millones de dólares que distribuirá el FMI se canalice con un nuevo criterio, que no se base ya en las cuotas de los aportes de cada nación, sino en sus necesidades, como ya aprobó Europa cuando creó un fideicomiso por 750.000 millones de euros que otorgará subsidios y créditos a los países más afectados por la pandemia, tomando como parámetros la cantidad de la población y caída del PBI antes que los fondos aportados por cada estado.

Así las cosas, las diferencias son notorias, mientras quienes quieren que “berretolandia” acuerde como sea, pero en forma rápida, desde el Gobierno prefieren el “paso a paso” y lograr las mejores condiciones posibles con un FMI a quien casi siempre es imposible torcerle el brazo.  

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