Una maldición histórica

Otra vez las retenciones a la producción agropecuaria se suman a las tensiones políticas

Mientras la soja no alcanza un techo en sus precios internacionales

Suele decirse que Argentina tiene una maldición: exporta lo mismo que consume.

De esta forma cada vez que los precios internacionales de los principales productos de exportación suben, de inmediato se trasladan a los valores que se pagan en el mercado interno.

Es decir que cuando se conoce una buena noticia en el frente externo, mejorando los ingresos del país y aliviando la carga financiera que asfixia toda posibilidad de desarrollo, de inmediato la disputa se vuelve interna por el deterioro de los ingresos de la población.

De esta forma como señala Mario Rapoport en el libro  “El ojo de de la tormenta” las «elevadas tasas de rentabilidad que ha conseguido el conjunto de las actividades productivas agropecuarias no puede disociarse de la política de tipo de cambio competitivo, cuya contracara significa menor nivel adquisitivo del conjunto de los asalariados”. Y explica que “las retenciones actúan como contrapeso para limitar este costo y eliminarlas o reducirlas implicaría deprimir aún más el poder de compra del salario en relación con los alimentos, lo cual afectaría especialmente a los sectores más pobres y deterioraría la distribución del ingreso”.

De esta forma se explica uno de los principales objetivos de esta medida que generó la crisis más profunda entre el gobierno de Cristina Kirchner con el sector agropecuario en marzo del 2008, cuando por iniciativa del ahora férreo opositor Martín Lousteau, se propuso establecer un sistema de retenciones móviles con la conflictiva resolución 125.

En rigor ya en esa explosiva Semana Santa del 2008 regía un régimen de retenciones. Lo que se hacía era subir la alícuota automáticamente si los valores internacionales se disparaban (como sucede ahora) y bajarla, si los valores caían.

A esta altura conviene recordar que las retenciones a las exportaciones agropecuarias forman parte de nuestra historia y el primero en implementarlas, aunque a algunos les parezca impensable, fue el primer presidente de la Argentina unificada: Bartolomé Mitre.

Como recuerda Adrián Murano en el libro «El Agitador» que rememora y explica los pormenores de la crisis con los productores agropecuarios del 2008 y de su emblemático referente, el ahora senador Alfredo De Ángeli: “Casi diez años después en los que Buenos Aires funcionó segregada del resto de la Confederación, el general Barlolomé Mitre, de nítidas convicciones centralistas, asumió como presidente constitucional de la Argentina luego de vencer a Urquiza en la batalla de Pavón. Su triunfo militar fue también la consolidación definitiva del puerto de Buenos Aires como cabeza de la economía nacional. No fue casual que una de las primeras medidas de Mitre fuera la imposición de retenciones aduaneras por derechos de exportación. Un tributo que, desde entonces, marcaría el pulso de la relación entre los intereses del campo, la Nación o del interior con la capital porteña”.

También Murano, como Rapoport, señala que: “En su versión actualizada, las retenciones actúan como una contrapartida del dólar alto -que encarece el costo de las importaciones, presiona al alza de los precios internos y determina sueldos reales bajos- al tiempo que nivela los costos de las materias primas para favorecer al consumo”. Pero destaca que “no fue por estas virtudes distributivas que Mitre las impulsó sino por una cuestión menos sofisticada: la necesidad de hacer caja para fortalecer al Estado como tesorero exclusivo de la Nación. Un objetivo que perdura hasta nuestros días”.

Es decir desde el inicio mismo de nuestra organización como país, las retenciones vienen acompañando la vida política nacional, e incluso tanto con gobiernos democráticos, como con feroces dictaduras que pese a tener miembros de la Sociedad Rural como integrantes civiles de distintos ministerios, no se animaron a derogarlas.

Por estos días la disparada en los precios de los commodities agropecuarios, con la soja y el maíz superando en el mercado de referencia de Chicago los U$S 576 y U$S 267 la tonelada, respectivamente, alcanzaron los valores más altos en casi ocho años, en medio de una creciente demanda de China, en franca recuperación económica.

“Estamos ante una semana histórica en la Argentina, porque vemos los máximos precios del año comercial actual y de varios años atrás también”, dijo Pablo Andreani, titular de la consultora Agripac, “Indudablemente que los astros se alinearon y la suba tiene un componente externo muy fuerte”, se congratuló.

En base a estos precios, la Bolsa de Comercio de Rosario estimó que las principales complejos agroindustriales, con el sojero a la cabeza, podrían realizar exportaciones por U$S 33.613 millones, U$S 10.000 millones más que en 2020.

La secretaria de Comercio Interior, Paula Español advirtió sobre un incremento en las retenciones

Al mismo tiempo las exportaciones de carne bovina argentina subieron 8,3% interanual en marzo último, al alcanzar los U$S 225,8 millones, informó el Instituto Promotor de Carne Vacuna Argentina (IPCVA), aunque con precios menores, pero 4,3% superiores a los de febrero pasado y con China como el principal destino en volumen para la carne vacuna argentina durante los primeros tres meses del 2021. En tanto los valores de la hacienda siguen hacia arriba: el novillo ya muestra operaciones a $200 el kilo, y los terneros con tratos de más de $260 el kilo y con un mercado activo y demandado.

Pese a la bonanza por la actual coyuntura internacional, desde esos mismos sectores productivos se advierte que los nuevos controles aplicados por el Gobierno a las exportaciones de carnes provocarán «trabas y permisos arbitrarios», luego de que se dispuso que esas ventas deberán ser informadas e inscriptas a través de una Declaración Jurada de Exportaciones de Carnes (DJEC), en el Registro Único de Operadores de la Cadena Agroindustrial (RUCA) que funciona en la órbita del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.
MEDIDAS

Así, desde la Secretaría de Comercio Interior y el Ministerio de Desarrollo Productivo, se están adoptando nuevas medidas para que la maldición argentina no vuelva a atentar contra una de las bases explícitas de la propuesta económica con la cual Alberto Fernández llegó a la presidencia: la premisa peronista de fortalecer el mercado interno para promover la actividad económica y el empleo.

Esa misma premisa que la pandemia jaquea una y otra vez y que hace que a pesar del incremento a $21.600 que se aplicó en marzo, la cobertura del salario mínimo cayera al 35,48% de la Canasta Básica Total (que mide la pobreza), el nivel más bajo de por lo menos los últimos cinco años, según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).

Una necesidad en la que no todos coinciden, en particular los beneficiarios de los precios internacionales de los commodities, ya que los dirigentes de entidades agropecuarias no dudaron en calificar de «disparatadas» las declaraciones de la Secretaria de Comercio Interior, Paula Español, luego de que advirtiera que el Gobierno tiene «en análisis»  y que “no le va a temblar el pulso” para aplicar un aumento de retenciones con el fin de «cuidar los precios» en el mercado interno.

Así, otra vez, los mayores beneficiados de la suba en el precios de los productos alimenticios no dudan en desenterrar el hacha de la guerra, precisamente en el momento en que la pandemia hace estragos en el tejido social y productivo del país.

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