Mortal Kombat: ¿No sé qué esperaban?

La nueva adaptación del célebre videojuego dividió las aguas de críticos y fanáticos

Pareciera que una máxima del cine de las últimas tres décadas es que toda adaptación de videojuegos a la gran pantalla decantará en un bodrio infernal, y razones no les faltan, ya que ejemplos sobran. El 2021 fue el año donde se volvió a adaptar uno de los juegos de pelea por antonomasia en una película que para nada se toma en serio a sí misma pero que busca generar un producto satisfactorio.

La cinta está dirigida por Simon McQuoid, un total desconocido en el mundo del cine ya que siempre ha dirigido videoclips, con lo cual esta ha sido su opera prima. Quien es un personaje conocido es el hombre detrás del film, James Wan quien ha sido responsable de la saga de El juego del miedo, El conjuro y la reciente Aquaman. Sin dudas había expectativa por la obra a la cual  McQuoid declaró que soñaba en convertir en la mejor película de artes marciales de la historia.

Toda adaptación es un desafío, esta debe poder satisfacer a quienes conocen la historia original sin dejar fuera a quienes son nuevos en este universo. Una cinta se defiende por sí misma, y no debiera seguir a rajatabla al videojuego, aunque si se aparta demasiado corre el riesgo de que los fanáticos la odien. No creo que en este caso haya pasado ninguno de los dos escenarios.

De este modo, La cinta nos presenta a Cole Young un luchador profesional en el ocaso de su carrera que es convocado para participar en un torneo interdimencional para salvar al mundo. Hasta ahí la historia es similar al juego, salvo que el protagonista fue creado para la peli, pero cuando uno analiza una obra artística debe hacer la siguiente pregunta ¿Qué quisieron hacer?

Está claro que el objetivo de la cinta era hacer una obra de artes marciales, tomando el elemento célebre del juego que es la sangre y el gore ¿cumplió? Por supuesto que cumplió, hay peleas a toda hora, de hecho la escena inicial tiene todo el espíritu de las películas de Samurai japonesas. Obvio que no está a la altura de las grandes películas del género, y las coreografías no son tan geniales como las de Bruce Lee pero yo disfruté mucho viéndolas.

Hubo un sector de la crítica que analizó la obra como si fuera una nueva versión Macbeth, fanáticos y puristas del juego que buscaron diferencias que no afectan al guión como núcleos narrativos. Es una película sobre un ninja que tira hielo contra otro que tira fuego, claramente no tiene grandes actuaciones, ni grandes diálogos o una dirección excelsa, y el film no ofrece ni vende eso. Quienes quieran eso los invito a ver a Billiy Wilder o a Almodovar.

Finalmente, esta es una cinta que cumple lo que promete y hace que se pasen dos horas divertidas aunque no mucho más, incluso hace sentir deseos de una secuela. Pero a veces hay que pensar ¿qué estamos criticando? Exigirle a todas las películas lo mismo es como pedirle a Cambaceres el mismo nivel de juego que al Bayer Munich, y es no poder salir de un círculo cerrado y elitista como si todos los directores del mundo estuvieran obligados a copiar el estilo de Ingmar Bergman.

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