¿Conviene eliminar las patentes de las vacunas para covid?

¿Es posible y se justifica aplazar las patentes de las vacunas para COVID? ¿Se trata de una utopía?

El mundo requiere de aproximadamente 11 billones de dosis para vacunar al 70% de la población mundial, y además, hacerlo en tiempo récord ya que actualmente, de mantenerse estos niveles de transmisión y dispersión viral en el mundo, la carrera es vacunas vs nuevas variantes virales. Lo inédito de las vacunas para COVID son los tiempos en que se generaron, y que por primera vez se está vacunando durante la pandemia.

A la semana de identificarse el virus y secuenciarse el ARN (11 de enero 2020) ya se había diseñado una vacuna y se iniciaron enseguida los ensayos en fase pre-clínica empleando diferentes animales de experimentación. En menos de 60 días (marzo 2020) se iniciaron los estudios en humanos (fase 1). Lo mismo se produjo luego para otras vacunas y en noviembre se autorizó la primera vacuna durante estudios en fase 3. En diciembre 2020 había 6 vacunas autorizadas y actualmente (mayo 2021) hay 14  que se están empleando en los 5 continentes. En este momento, y luego de superado el billón de dosis administradas, la pregunta que uno se hace es la siguiente: ¿es conveniente eliminar las patentes de las vacunas para COVID-19?

Para iniciar el análisis debemos considerar que las vacunas para COVID se han podido generar en estos tiempos récord justamente porque existen las patentes. Si se anula la protección de propiedad intelectual corremos el riesgo que desaparezcan las nuevas vacunas para ésta y futuras emergencias sanitarias. Es entendible que el primer objetivo en la eliminación de las patentes es agilizar la producción de vacunas y que haya cantidad suficiente en lo inmediato. Pero además de la producción un problema adicional es la distribución desigual que estamos observando en esta y en las anteriores pandemias, como la de la gripe en 2009. En los últimos meses se recibieron pedidos por un total de 8 billones de dosis de vacunas, de los cuales 6 billones son para países desarrollados y de ingresos medios. Esto se debe principalmente a que en estos países se han realizado las mayores inversiones, disponen de los recursos para comprarlas, las compañías que las producen están en estos países ricos y son muy pocas. Sin embargo, las naciones pobres concentran el 80% de la población mundial a la cual les llevará años estar inmunizados. A estas dos variables, producción y distribución, le debemos sumar la posibilidad cierta que las nuevas variantes virales puedan tornarse ineficaces a las vacunas ya desarrolladas. Por lo tanto, también deben incluirse en la ecuación la circulación viral y el tiempo.

Las innovaciones y logros biotecnológicos han sido posibles porque hay mucha inversión, enfocada a un único objetivo, y porque existe la protección de la propiedad intelectual. Por lo tanto, intentar quitarle a un inventor la posibilidad de identificar a su producto con su invención propia, cuando planificó y realizó una inversión de tiempo y recursos, sería intentar “matar a la gallina de los huevos de oro”.

En este momento India y Sudáfrica lideran un grupo de casi 100 países que han pedido el aplazamiento de las patentes y forzar a los titulares de las vacunas a transferir la tecnología, propiedad intelectual y el conocimiento del know-how de sus vacunas a las naciones pobres para que puedan disponer de ellas. Europa, UK y Japón se oponen a esta iniciativa, y Estados Unidos se encuentra en un momento de presión interna.

Debemos considerar que la liberación de las patentes no asegura la aceleración en su manufactura y distribución, ya que en estos países no centrales nada asegura niveles de producción, provisión de materiales (más de 100 componentes) y de recursos humanos adecuados. Por lo tanto, frente a la ilusión, o utopía, de la liberación de patentes seguida de una producción masiva de vacunas y distribución equitativa en el planeta se encuentra la posibilidad que ocurra todo lo contrario y que se detenga el desarrollo de tecnologías de avanzada.

Es importante resaltar que la protección de la propiedad intelectual posibilita la interacción entre la academia, compañías públicas o privadas, fundaciones, etc y que los riesgos en investigación y desarrollo se repartan en los diferentes actores de estos consorcios. Dicho en otras palabras, las patentes permiten a los inventores asumir riesgos para compartir sus desarrollos o hallazgos y protegerlos de futuras inversiones y ganancias. Para el caso de las vacunas para COVID estos consorcios se generaron mucho tiempo antes, con la creación de polos científicos entre pequeñas empresas que idearon nuevas plataformas tecnológicas, asociados a grandes inversores y productores. Como ejemplos podemos citar AstraZeneca y Universidad de Oxford, o Pfizer y BioNtech, que comenzaron hace más de 12 años con tratamientos para cáncer y otras enfermedades infecciosas (gripe).

El aplazamiento de las patentes además crea incertidumbre sobre los destinos que se le dará a estas nuevas tecnologías más allá de la pandemia, y esto pone en riesgo cierto la realización de nuevas invenciones e inversiones de los titulares originales, o de organismos gubernamentales y no gubernamentales en futuras crisis sanitarias. Estas inversiones, la experiencia adquirida en las últimas pandemias y la adecuación regulatoria aceleraron los tiempos de desarrollo de estas nuevas vacunas para la actual pandemia. Sin la existencia de las patentes esto no hubiera sido posible.

Por lo tanto, la propiedad intelectual es el hilo transparente que transforma una idea en un producto, y asegura las condiciones legales de protección para las colaboraciones. De esta manera es posible plantear la optimización, producción, logística y distribución de vacunas en tiempos reducidos.

En conclusión, debemos tener cuidado al pensar que la liberación de las patentes va a allanar el camino para una mayor producción de vacunas y acceso a los países en desarrollo o subdesarrollados. Estas condiciones las debería explorar la Organización Mundial de la Salud, a través por ejemplo de COVAX, en lugar de plantear la baja de las patentes.

La pandemia generada por este virus emergente dio lugar a una crisis sanitaria mundial sin precedentes, y no estamos en una competencia entre compañías, sino en una carrera entre la humanidad y el virus, algo que ha ocurrido durante toda la evolución. Por lo tanto, es momento de fomentar la cooperación entre países y entre compañías biotecnológicas para poder poner fin a esta situación de emergencia.

Hay momentos en que la competencia genera avances en el conocimiento y se generan nuevas tecnologías y productos, pero también hay momentos en que la competencia debe dejarse de lado y dar lugar a la cooperación por el bien de la humanidad. Liberar las patentes va a socavar las colaboraciones e inversiones globales.

(*) Guillermo Docena es inmunólogo e investigador del Conicet

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