Bendito accidente: así nació el heavy metal

Hace poco más de 50 años, un joven guitarrista inglés tuvo un duro percance en la fábrica donde trabajaba. Sus médicos le dijeron que se olvidara de la música. Pero se inventó una particular forma de seguir tocando. Sin saberlo, estaba creando el sonido de una de las más influyentes corrientes de la música contemporánea

Heavy Metal

(El Desconcierto)

En la segunda mitad de los 60, la juventud inglesa empezaba a transitar el principio del fin de la época dorada de la industria manufacturera. Entre finales de esa década y mediados de la siguiente, la inmensa mayoría de los chicos y chicas dejaban la escuela a los 16 años, cuando finalizaba la etapa obligatoria, y se empleaban en fábricas que ya no eran como las que conocieron sus abuelos y padres. Sólo un 5% (de clase alta o media-alta) iba a la universidad. El resto empezó a convivir con condiciones de vida deprimentes, un futuro más que incierto, en barrios de gentes duras y paisajes grises, pintados por fábricas de metal y carbón y viviendas estatales.

La música, así, apareció para muchos como una sana vía de escape a esa realidad que sólo les auguraba estancamiento. Y en las ciudades básicamente industriales, como Birmingham, situada en el conurbano de West Midlands (tierras medias occidentales), era más que improbable que surgieran melodías pop como las de The Beatles o The Bee Gees.

“Locomotora de la Revolución Industrial”, “El taller del mundo”, “Ciudad de los mil oficios”, fueron algunos de los apodos que recibió Birmingham en la edad de oro del industrialismo. Pero estaba a punto, sin que nadie lo supiese, de ganarse un nuevo lugar en la historia: “Cuna del heavy metal”.

Resulta que cuatro jóvenes amigos hacían música, pero nada serio hasta entonces. El que más practicaba con su “guitarra inversa”, por su condición de zurdo, era un chico de 17 años llamado Anthony Frank Iommi -para todos, Tony-, quien ocho horas al día trabajaba en una fábrica de metales.

Era muy bueno, por lo que un día fue invitado por una banda estable local a realizar una gira por el país. Tony sintió que tocaba el cielo con las manos. Ya con la maleta preparada, decidió no ir al trabajo el último día. Pero su madre no se lo permitió: debía cumplir hasta el final.

Así lo hizo. Y ese día, su jefe le pidió que reemplazara al operador de la máquina que cortaba el metal, quien había faltado. Tony, pese a no conocer bien su funcionamiento, se puso a trabajar contando los minutos para decir adiós. Pero el destino tenía otros planes. En un momento, la cuchilla cortó parte de los dedos medio y anular de su mano derecha, la cual, como zurdo que era, utilizaba en el mástil de la guitarra eléctrica.

Los médicos le dijeron que se olvidara de la música. Cayó en una profunda depresión. Pensó que ya nada tenía sentido. Sus amigos y compañeros de ensayos, que se habían alegrado tanto como él por la oportunidad que se le había presentado, no podían consolarlo.

“Tocábamos en clubes y garajes para poca gente. En sus caras se notaba el temor por nuestro sonido y nuestras letras. Pero cada día venían más. Hasta que empezaron a agotarse las entradas. Entonces le dije a Ozzy: ‘si pagan por asustarse en el cine, no está mal que lo hagan por asustarse acá’. Sigamos adelante (Tony Iommi)

Una tarde lo fue a visitar su capataz. Y llevó con él un disco de Django Reinhardt, un músico gitano que tras perder toda sensibilidad en sus dedos meñique y anular de la mano izquierda, ideó un modo de tocar con los otros dos dedos sobre el mástil acelerando los movimientos de la mano derecha: terminó convirtiéndose en uno de los guitarristas más influyentes del jazz.

Tony no salía de su estado. Pero el jefe insistió y le dejó el vinilo. Días después, en la misma fábrica, el joven músico se fabricó dos prótesis de plástico. No fue fácil. Pero comenzó a adaptar el instrumento. Como las cuerdas eran muy duras y les lastimaban los dedos, las cambió por unas de banjo. Además cambió la afinación (las aflojó). Demás está decir que los dedos de plástico, las cuerdas de banjo y una afinación muy grave, casi oscura, cambiaron por completo su sonido y su forma de componer.

Tony Iommi volvió a ensayar con sus amigos Ozzy Osbourne (voz), Geezer Butler (bajo) y Bill Ward (batería). Y, entre otros temas, compuso uno que se denominó Black Sabbath. ¿Por qué? Por una película de terror que estaban dando en ese momento, cuya traducción al italiano era “I tre volti della paura” (Las tres caras del miedo).

El bajista Geezer Butler tuvo un sueño en esos días. Más bien una pesadilla. Se despertó horrorizado y le contó a Ozzy Osbourne que había visto una figura tenebrosa a los pies de su cama. Ozzy ya tenía la letra de la canción.

Como si algo faltara, Iommi contó en su biografía: “toqué dom-dom-dommm. Y fue como ¡eso es! Construimos la canción desde ahí. Tan rápido como sonó el riff dijimos: ‘¡Uy, Dios! Eso está muy bueno. ¿Pero qué es? ¡No lo sé!’. No era algo complicado, pero tenía sentimiento. Después me enteré de que lo que había usado es lo que llaman el tritono del diablo, una progresión de acordes que era tan oscura que en la Edad Media la Iglesia había prohibido tocarla”.

El tema Black Sabbath, con un sonido inédito y tenebroso para una época en que The Beatles grababan “Let it be”, por el grupo Black Sabbath, en el disco debut Black Sabbath (que salió a la venta el viernes 13 de febrero de 1970). La portada del álbum que, en ese entonces, provocaba miedo: una vieja casona en ruinas en un sitio alejado y abandonado, con una mujer espectral en el medio, que por décadas se creyó que no estaba allí cuando se tomó la fotografía (versión que los Sabbath, por supuesto, no desmintieron). Y encima, el casual tritono diabólico que surgió de los dedos y la guitarra adaptados de Tony, prohibido por la Iglesia medieval (casualidad que, desde ya, los Sabbath no develaron por años).

Heavy Metal
Portada del primer disco de Black Sabbath (1970). Por décadas se dijo que la mujer espectral no estaba allí cuando se tomó la fotografía. Y claro, la banda no desmintió la versión. Hace poco, la modelo dio una entrevista a una conocida revista. La banda nació con todos los planetas alineados para generar un halo de oscuridad. Pero lo que trascendió fue el sonido, que dio vida al heavy metal en el mundo (Grita Radio)

Si un licenciado en marketing, de los que hoy encontramos por decenas a la vuelta de cada esquina, en aquel momento donde el marketing no existía y la publicidad recién nacía -pero no precisamente en la deprimente ciudad industrial de Birmingham-, se hubiese calcinado los sesos para lograr semejante conjunción, no lo hubiese logrado jamás.

Pero más allá de todo, lo que había nacido era nada más y nada menos que el sonido que con el tiempo alguien denominó heavy metal, piedra basal de una enorme corriente musical con un público no tan masivo, pero tan leal como no se encuentra en ninguna otra corriente del rock.

Heavy Metal
26 de noviembre de 2016. Estadio de Velez. Última gira de la mítica banda Black Sabbath. En la pantalla gigante, Tony Iommi. Luego de años y años estigmatizados como un grupo «satánico» por los moralinos de siempre, e incluso así tomados por algunos cultores de magia negra con los que tuvieron una dura pelea, a Tony lo consultaron sobre las enormes cruces que usa, incluso como escenografía en todo el escenario. «Nos sentimos protegidos. Y yo creo en Dios», respondió (YouTube)
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